Adiós, adiós, isla secreta, rosa de purificación, ombligo de oro: volvemos unos y otros a las obligaciones de nuestras enlutadas profesiones y oficios.
Adiós, que el gran océano te guarde lejos de nuestra estéril aspereza! Ha llegado la hora de odiar la soledad: esconde, isla, las llaves antiguas bajo los esqueletos que nos reprocharán hasta que sean polvo en sus cuevas de piedra nuestra invasión inútil.
Regresamos. Y este adiós, prodigado y perdido es uno más, un adiós sin más solemnidad que la que allí se queda: la indiferencia inmóvil en el centro del mar: cien miradas de piedra que miran hacia adentro y hacia la eternidad del horizonte.
Pablo Neruda
(De: La rosa separada, uno de los ocho poemarios inéditos que Neruda dejó al morir.)