Me
despierta una alondra
Hasta el
ángulo en sombra en que, al soñar los leves
sueños de la mañana,
funjo
interinamente de árabe sin hurí,
llega la dulce voz de una dulce
paisana.
La alondra me despierta
con un tímido ensayo de canción
balbuciente
y un titubeo de sol en el ala inexperta.
¡Gracias, Padre del día,
oh buen Pastor de
estrellas cantando por Banville!
Gracias por el saludo en que esta
embajadora
del alba, me ha traído un mensaje de abril;
gracias porque el
temblor de su canto se funde
con las madrugadoras esquilas de mi tierra,
y
porque el sol que tiembla en sus alas no es otro
que el que baña la casa en
que nací, y el valle
azul, y la azul sierra.
¡Gracias
porque en el trino
de la alondra, me llega,
por primer don del día, este
don femenino!
Ramon
lopez Velarde