Allí estaba esperándote sentada, eran las últimas horas. Una luz tenue apagaba el horizonte. Llegaste despacio. El murmullo de las olas traían recuerdos imborrables, una brisa volaba a nuestro alrededor, el perfume a algas penetrante y dulzón hacía el instante mágico. Te sentaste a mi lado cogiendo mi mano despacio, y el solo contacto de tus dedos me hizo estremecer, ruboreciendo mis mejillas. El instante por tanto tiempo soñado y esperado, nos hacía sentir como dos niños nerviosos, y a pronunciar palabras no alcanzábamos. Solo nuestra boca despacio en un beso interminable, donde íbamos descubriendo la esencia de ese amor profundo, fuimos desplegando caricias llenas de pasión y de ternura el deseo se hizo tan intenso, nuestros cuerpos con un lenguaje ancestral fue descubriendo placeres nunca antes vividos, tu voz sensual en mi oído, nuestro mundo se fue reduciendo solo tú y yo amándonos, una música a lo lejos elevando sus notas envolvente. La noche nos protegía con su manto y la luna nos miraba complacida y sonriente.