AMOR ERRANTE
Hijo, en tu busca Cruzo los mares: La olas buenas A ti me traen: Los aires frescos Limpian mis carnes De los gusanos De las ciudades; Pero voy triste Porque en los mares Por nadie puedo Verter mi sangre. ¿Qué a mí las ondas Mansas e iguales? ¿Qué a mí las nubes, Joyas volantes? ¿Qué a mí los blandos Juegos del aire? ¿Qué la iracunda Voz de huracanes? A éstos —¡la frente Hecha a domarles! ¡A los lascivos Besos fugaces De las menudas Brisas amables,— Mis dos mejillas Secas y exangües, De un beso inmenso Siempre voraces! Y ¿a quién, el blanco Pálido ángel Que aquí en mi pecho Las alas abre Y a los cansados Que de él se amparen Y en él se nutran Busca anhelante? ¿A quién envuelve Con sus suaves Alas nubosas Mi amor errante? Libres de esclavos Cielos y mares, ¡Por nadie puedo Verter mi sangre!
Y llora el blanco Pálido ángel: ¡Celos del cielo Llorar le hacen, Que a todos cubre Con sus celajes! Las alas níveas Cierra, y ampárase De ellas el rostro Inconsolable:— Y en el confuso Mundo fragante Que en la profunda Sombra se abre, Donde en solemne Silencio nacen Flores eternas Y colosales, Y sobre el dorso De aves gigantes Despiertan besos Inacabables,— Risueño y vivo Surge otro ángel!
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