Los que siempre miran a los ojos cuando hablan.
Los que no miran nunca a los ojos.
Los que sólo miran a los ojos cuando su interlocutor es conocido,
o íntimo.
Los que sólo miran a los ojos de los completos desconocidos.
Los que fijan la vista en los labios del que habla.
Los que miran hacia arriba o hacia abajo o al infinito cuando escuchan.
Los que miran a los ojos pero sin mirar, con la mirada fija pero ausente.
Los que miran,
a los ojos reflejados en el espejo retrovisor del taxi ,
pero luego te vuelves y ahí,
cara a cara, rehuyen tu mirada.
Los que cierran los ojos al hablar de ciertos temas importantes,
o trágicos.
Los que miran a un punto fijo entre las cejas de su interlocutor.
Los que sólo miran a los ojos cuando tú no miras los suyos,
y viceversa.
Los que aguantan tu mirada como retándote.
Los que se ocultan tras la excusa de un flequillo demasiado largo o sus gafas de sol.
Los que sólo miran a los ojos cuando tratan de seducir.
Los que sólo miran a los ojos cuando dicen la verdad. O viceversa.
No sabría si fiarme más o menos de los que miran a los ojos ,
cuando hablan como de aquellos que evitan tu mirada.
Algunos ojos son siempre tímidos o temen ser desnudados
(o cazados) a través del iris. Otros, sin embargo,
son tan fríos que jamás sacarás conclusión alguna a través de ellos.
O cristalinos; sin nada que ocultar. O despojados de miedo.
O en otro mundo.
Ahora, mírame a los ojos y cuéntame cosas.
¿Sueles mirar a los ojos de tu interlocutor?