Cuando pase el tiempo y vayas haciéndote viejo, aún sin quererlo. Cuando todo se vuelva sencillo y vulnerable, cuando veas al tiempo pasar con zapatos ligeros frente a ti, sin dejar rastro alguno, y veas al mundo girar tan deprisa, es ahí, en ese preciso momento en el que te darás cuenta que necesitas a alguien más. A alguien con quién hablar, reír, llorar o simplemente estar a su lado.
Cuando se dobleguen los días, haciendo una mezcla de ceniza y fragilidad en tú cuerpo, ese cuerpo que alguna vez pensabas era eterno, y empieces a darte cuenta que desperdiciaste mucho tiempo en cosas sin sentido, ni valor. Cuando las noches se vuelvan silenciosas y muchas veces frías a merced de una alcoba solitaria, a una añoranza que no acaba, ahí es cuando te darás cuenta que no eres nada en este mundo de locos.
Cuando ráfagas de vanos recuerdos, dibujen siluetas de sonrisas en el mural de la chimenea, y un perro y una fogata sean tú única compañía, será entonces que te darás cuenta de todo, que te acusarás por haberme perdido. Reprocharás tus días, maldecirás tu partida y pedirás al cielo que dejes la tierra. ¡Así estarás! Sólo sin mi compañía, sin mi amor, sin mi historial de besos y el concierto de mis caricias.
Yo por mi parte, seré tan feliz, tan feliz, que ni siquiera recordaré tú nombre, seré tan dichosa que ni siquiera recordaré tú existir. Ese será el precio de tu engaño, será tu condena, será tu castigo por haberte marchado. No te deseo el mal, ¡pero lo pagarás muy caro!
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