Un cementerio de pueblo perdido en un pedregal, “con unas poquitas cruces y unas matas de radal”. Va obscureciendo. Un paisano, ante la tumba olvidada del hijo, viene a rezar. Se santigua por dos veces, y, luego, así le hablará:
Buás tardes m´hijo...aquí estoy..... aquí tenís a tu padre rendido de galopiar por venir a visitarte. Me han dicho que estás aquí sepultao, en sitio aparte pa que no se te confunda con los otros, pues la tarde que tan fiero te ultimaron a traición esos cobardes, dijeron que, por l´utosia, aquí debían dejarte.
¡Y no han puesto ni una cruz! ¡Ni tan siquiera una rama pa que así, de vez en cuando, un Padre Nuestro te caiga de los tantos que aquí rezan pa que se alivien las almas!
¡Bendito sea Dios! ¡El yuyo, como te ha crecido encima! ¡Mirá si tu pobre madre supiera que estás ansina; ella que tanto rogó a los santos, por tu vida!
¡Pobre vieja...! Aquí tenés esta corona de flores de trapo de toda laya y de tuitos los colores que te manda, porque el campo está quemao por los soles, y no ha hallao ni una florcita que en nombre d´ella te llore.
Esta rosa es del primer vestidito que te hicieron; ésta, qu´es de seda azul, la sacó de aquel pañuelo que se compró cuando anduvo por los boliches del pueblo; esta, verde, es de la bata que usó pa su casamiento; y esta otra...creo que de algo... de algo que ya no me acuerdo.
¡ Pobre m´hijo! ¡Si supieras cuanto ha llorado poreso, y las veces que me dijo: andá, Jacinto, andá velo, porque debe estar solito como un guachito. ¡Andá velo!
Y aquí me tenís...llorando de estar con vos, y tan lejos de la viejita, ¡la pobre! Y lo que pior, muy enfermo, tanto, que muy fácil es que me muera como un perro, solito, mi alma en el campo, afligido y sin consuelo.
Pero, ¡ que caray! Si estoy hablándote de mí mesmo y me voy hasta olvidando que no he venido pa´eso.
Güeno, m´hijo...agárrese muy juerte pa´no caerse, pues voy a contarle todo lo que en su rancho sucede:
Te diré que el mesmo día que a tu mujer, le dijeron que, por qué sé yo qué cosas en el pueblo te habían muerto, se puso al tiro, a reyir y a decir que eso era cuento, porque a hombres como vos no los quiere ni el infierno.
Poquitos días dispués se ayuntó con Ño Ruperto, el patrón de esos canallas que te quitaron del medio; y pude al fin comprender el por qué te hicieron eso.
¡Pobre m´hijo!...Por estorbo; porque llorabas por dentro; por no querer ver las cosas; por ser demasiado güeno, güenaso hasta hacer reyir a los mesmisimos perros.
Yo desde enantes sabía cómo se entendían esos... pero nunca te lo dije porque siempre tuve miedo de hacerte, al cuete, sufrir y me dijeras: ¡No es cierto! ¿Porque vos la querías mucho a esa mujer, no es eso?
¿Pero qué...estás llorando por lo que te estoy diciendo...? Güeno m´hijo..está muy bien, Me callaré si lo ofiendo; no le diré nada más; ya puede seguir durmiendo: Pero yo ya lo hei vengao y vengadaso, por cierto. ¿Quiere que le diga, m´hijo, lo que por usté hei hecho?
Anoche me los pillé pegaditos en un beso, y ahí nomás me los cosí a puñaladas... ¡por puercos!
No he sabido perdonar, pero se las di en el pecho y no en el medio´e la espalda como a usté le dieron ellos. Dispués ... los dejé orejanos pa que aprendieran, ¡Canejo! Porque si a usté lo mataron, tan sin asco, jué...poreso; porque usté les estorbaba, poreso, m´hijo, poreso.