Abrázame con la miel de tu
alborada,
acomódame en tu
almohada
y escribe tu nombre en el valle de mi
pecho.
Un gemido te hará saber lo que
siento,
una sonrisa como prueba de
esperanza.
Una oda se dibuja en el
instante
en que tus manos invitan a mi
sangre
a volverse una parte más de tu
elemento.
Una pasión grita en mis
entrañas
encadenando mi perfume a tu sonrisa,
soy un verso que se diluye en tu
piel
incitada por el caudal de tu
mirada.
Soy un pétalo que se arrincona en tu
voz
seducida por la música que
exhalas;
yo, perdida y
extasiada,
me vuelvo poesía en tu palabra,
me disuelvo en un soneto
como venia hacia tu luz que nunca
calla.
Le pertenezco a tu silencio,
a la simbiosis de dos cuerpos que
batallan.
¿Quién podría no inspirarse en tu
boca?
¿Quién no se envuelve en el ámbar de
tu pelo?
¿Quién no haría de tus ojos una
obra?
Tu tibieza en la distancia
hace un nido sustancial en mi memoria,
tu fragancia en mi
frontera
se convierte en el suspiro de un
poema,
tu cuerpo en mis
sentidos
le exigen a mis manos vida
propia.
Amo la canción de tu
existencia,
codiciando en lejanía ser el eco en tu
leyenda.
D/A