Abre los ojos, niño, bien redondos, con imaginación, sin parpadeo. En esta noche hay Reyes cabalgando tras una estrella mágica en el cielo. Ya los viste avanzar entre colinas de musgo, por senderos de arena blanca, atravesar el río de estática corriente, sin descenso de su papel de plata, río helado, bajo el claro cristal del 'nacimiento'. Hoy llegan al portal, con sus ofrendas de oro, mirra e incienso. Y el otro Niño, afable, les sonríe…, o tal vez es a un pájaro en el sueño. Que es como tú este Niño, aunque algo misterioso, y más pequeño.
Las calles se alborotan, y danzan en el viento voces, y músicas, y campanillas en confuso, festivo tintineo. En esta cabalgata los Reyes sí se mueven, pretendiendo ser reyes de verdad, capas al hombro, y exóticos sombreros. No me sueltes la mano, que yo me perdería si te pierdo. Mejor sube a mis hombros, que me cuelguen tus piernas sobre el pecho, y saluda a los Reyes, que ya saben cómo has sido y quién eres. Todo el pueblo se ha lanzado a la calle a recibirlos, pero esta noche volverán de nuevo, cuando dormido estés, tan sigilosos que no se enterarán ni los espejos.
Pasaron ya, se alejan. Vamos, niño, a dormir y soñar, que entre los dedos se te desliza el frío de la noche. Ya es hora de acostarse, mi pequeño.