Los cabarets parecen ser un sueño rescatado de películas de la época de oro del cine mexicano. Nostalgia por las rumberas, orquestas, baile y ficheras; un submundo de aquel México con tranvías. Escenarios que lanzaron a la fama a músicos, cantantes y bailarines.
La ciudad de México fue la capital de la vida nocturna liberal de mediados del siglo pasado, el concepto cabaretero llegó de Europa como una especie de refugio social en épocas difíciles. Aunque, el paso del tiempo modificó la noción y el cabaret terminó asociado con strippers, cómicos de segunda, malos cantantes y músicos mediocres.
Los cabarets se hicieron populares poco después del inicio de los años 30 y alcanzaron su máximo esplendor hacia los 50, para aceptar su debacle hacia mediados de la década de los años 60. Políticos, artistas, e intelectuales compraban fichas y bebían sin prejuicio dentro de aquellos salones.
Una ficha era el pase directo al paraíso, baile y copas. Aunque "fichar" tenga un sórdido encanto, la compañía de una buena bailarina y oyente no era mal visto, era, digamos…, natural.
Aquí un recuento de algunos que han sobrevivido, tratando de mantener su esencia, y otros que sólo nos acompañan en la memoria.
Smyrna Dancing Club
Quién hubiera imaginado que primero fue convento, luego cabaret y ahora universidad. El Smyrna fue un lugar catalogado de “moral ligera”, su dueña era la polémica Antonieta Rivas Mercado, estaba ubicado en terrenos del Convento de San Jerónimo, donde doña Sor Juana Inés de la Cruz pasó la mayor parte de su vida en las letras. El Smyrna fue un lugar enigmático en el que distinguidas personalidades de la cultura se divertían sin distingo: lo mismo revolucionarios que conservadores, políticos y jornaleros. Ahí, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia se echaban tremendos bailongos. A finales de los 50 fue cerrado para dejar su lugar a un desabrido estacionamiento. Actualmente en este lugar está la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Barba Azul
Hoy es considerado "kitch" por su decoración de paredes azules con llamas del inferno en relieve y cuerpos de mujeres voluptuosas. Su clientela hoy en día escasea, aunque hace tiempo la pista brillaba y era punto de reunión social. Son cubano, salsa y música para bailar en pareja es lo que mantiene vivo el lugar. El lugar continúa en la calle de Bolívar, pero los años si han pasado y se ha convertido en un lugar sombrío con espectáculos de "encueratrices". El Barba Azul se ha convertido en un lugar venido a menos, aunque con historia y con ese dejo provocador que lo vuelve una experiencia nocturna fuera de lo común.