Ésta noche, retorna a mi memoria infinidad de imágenes que en aquel habitáculo permanecieron ausentes.
Apoyado
con el cigarrillo entre los dedos, y mirando hacia la ventana, me
pareció oír tu risa cantarina, tus palabras siempre certeras,
comprensivas −derrochando amor −cuantas veces te vi llorar en silencio,
cuantas veces me dijiste: −“cambia, no puedo más. Algún día me iré,
pues no puedo con tantos reproches”.
Mi mente siempre divagaba, plagada de tinieblas.
No…no quiero decir eso, a lo mejor no se explicarme. Es lo que llevamos dentro, no existe un absoluto. Yo
la amaba, pero algo en mi interior me dictaba algo horrendo que
inmediatamente me hacía sentir una tremenda vergüenza. Aún no existen
palabras para descifrar el jeroglífico que en mi mente habitaba.
Recuerdo
aquella noche cuando llegué y no estabas, sentí que el mundo se me
venía encima. Las horas pasaban y la sangre corría por mis venas.
Desaforadamente vislumbraba tantas escenas, y puedo decir que las
vivía, que cuando llegaste eran altas horas de la noche y algo en mi
mente se desató; sólo recuerdo la casa llena de policías.
Me
viene a la memoria los momentos que precedieron: salí al jardín y vi
como las estrellas caían sobre tus rosales, todo era luz y al mismo
tiempo tinieblas.