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General: TERESITA Y SUS AMIGAS. RELATO.
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: RADIOPIPOLLSINFRONTERA  (Mensaje original) Enviado: 18/08/2013 03:53

TERESITA Y SUS AMIGAS. RELATO.

Autor: Miguel F. Romero 17/08/2013

Marchaba a buena velocidad por la Avenida Aconquija, desde mi casa, a la ciudad.

El nombre de la avenida se debe justamente a Los Nevados del Aconquija donde

se adentra zigzagueando hasta los cerros más próximos a la zona donde resido.

En los días luminosos como el de hoy, presentan una vista maravillosa.

Iba demasiado rápido, pero soy un adicto incurable a la puntualidad

y los días domingo, mis negocios se abrían a las nueve en punto.

El bello mes de julio mostraba su esplendor. Los cerros nevados y el aire límpido y cristalino,

a pesar del frio, invitaban al paseo, pero yo tenía que trabajar. Necesito hacerlo,

así que resigné mis ganas de subir el cerro a jugar con nieve y mu fui al negocio.

Saludé a los muchachos que me esperaban en la puerta y cada uno, como una maquina bien

aceitada se pusieron en movimiento. Al rato, Miguel Ángel trajo una humeante bandeja

 con un sabroso desayuno para todos, rico y caliente.

Y como todos los días, y casi a la misma hora, llegó la infaltable Teresita.

Como era su costumbre, siempre traía una flor, por más pequeña que fuera, para obsequiármela.

Con su vestido de verano floreado de todos colores, y una gruesa campera con la publicidad

de mi negocio que le regaló uno de mis empleados, se acercó al largo mostrador y me vio.

Y sonriendo se me acercó. Sin dejar de sonreír me estiró la mano y yo le entregué los dos cigarrillos de hoja

y tabaco negro, muy fuertes, que acostumbro fumar. Prendió uno, aspiró una enorme bocanada,

me sonrió, mostrando que le faltaban algunos dientes y se fue.

Teresita era una mujer flacucha de unos setenta y tantos años, que residía en un

asilo para ancianos a ciento cincuenta metros de mi negocio.

Alguien de su familia, ella decía que una hija, la internó tiempo atrás y todos sus familiares la abandonaron allí.

Fumadora empedernida, como yo, me buscaba por mis cigarrillos finos de hoja y tabaco negro, muy fuertes.

Varias veces se los negué hasta que un día me confesó “Tengo una enfermedad incurable, me queda un tirón corto de vida,

no me niegues, Miguelito, el único placer que me queda” me decía mientras me estrujaba el alma con sus bondadosos

ojos azules. De cabello completamente blanco, flaca y fibrosa y bien plantada, a pesar de sus años, siempre estaba

bien arreglada y pintada, se notaba en su trato que fue una mujer educada en clase media. Todos los días pasaba por

el negocio, cargando alguna donación que conseguía, para sus amigas, las viejitas del asilo de ancianas.

Cuando me veía, me pedía los consabidos cigarrillos y seguía su marcha.

Todas eran ancianas mujeres, al cuidado de las monjas Carmelitas, que hacían lo imposible para mantenerlas.

Todo el Barrio colaboraba con ellas, compadeciéndose de sus necesidades y su extrema pobreza.

Era hermoso ver a conocidos dentistas, médicos y comerciantes, llegarse por la calle Frías Silva a prestar el apoyo necesario

Mi negocio se encargaba de proveer todos los días del año el pan necesario para las veintiocho ancianas residentes.

Teresita, era la encargada de las “relaciones públicas”, y hacia su trabajo con muchas ganas y alegría.

Su perenne sonrisa y su educación, conquistaban a todo el barrio. Por eso tenía permiso de las monjas  para salir sola del asilo.

En el Barrio, no había comerciante, empresario o profesional de la salud que no la conociera, hasta doña Lucinda,

una enfermera diplomada y jubilada, que se encargaba de los sueros y los inyectables de las ancianas, y gratis.

Los días sábado, yo almorzaba en mi casa, con mi familia y a la tarde temprano partía a otra de mis actividades,

 las reuniones semanales del club juvenil de Lyon Internacional, que se realizaban rotando en casas de la familia

de los jóvenes, cuya edad estaba entre los quince a veintitrés años. Era un grupo hermoso y heterogéneo

de señoritas y jóvenes inteligentes y estudiosos, alguna cerca de terminar sus estudios universitarios,

con ganas de ayudar al necesitado y bien incentivados por las acciones que les encargaba y las historias que,

al final de cada reunión, les contaba. Con la Comisión Directiva del Club estábamos distribuyendo el trabajo

en varios grupos, eran más de sesenta jóvenes, en diferentes misiones caritativas.

Ese fin de semana iríamos a los asilos de ancianos, llevando golosinas, revistas, algunos tocaban algún instrumento,

cantaban, improvisaban alguna comedia, les escribían cartas, etc. etc. La cuestión era que los ancianos

pasen una tarde de domingo agradable y mitigarles en parte, su terrible soledad.

Son frecuentes los casos de pobres viejos que trabajaron toda su vida en forjar una gran familia

 y sin contemplaciones, son abandonados en asilos.

Todos trabajaban y preparaban con gran entusiasmo su participación.

 Menos uno. Y me tenía preocupado. Era Esteban.  SIGUE



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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: RADIOPIPOLLSINFRONTERA Enviado: 18/08/2013 03:57

Éste era un joven delgado y muy alto, muy inteligente, le faltaba muy poquito para ser ingeniero agrónomo.

Muy serio y poco comunicativo, unido a su altura, eso lo distanciaba de todos los demás. A pesar de tener un rostro atractivo

y vestir siempre impecable, venía de una familia acomodada. Hasta las chicas, algunas muy atractivas,

 rehuían de su compañía, “por aburrido” decían.

Ese día miraba con atención los lindos grupos que se preparaban, y se decidió. Se acercó y me dijo, “Dígame Maestro ,

no habrá algo que yo pueda hacer?. Pregunté a los grupos y ya están completos y, la verdad, siempre quedo afuera”.

Pensé un momento y me acordé de Teresita y de las ancianas del asilo. “Sí”, le dije, tengo un trabajo para ti.

El domingo que viene te espero en mi negocio de la Frías Silva a las nueve de la mañana.

¿Tengo que llevar algo?” No, sólo ganas de ganar amigos”. Me miró extrañado y

me dijo, con su parquedad de costumbre, “allí estaré”, y se fue.

El domingo siguiente, estaba parado recto y erguido con su buena estatura, esperando mi llegada.

Mis empleados lo miraban, extrañados. Entramos, desayunamos todos juntos,

y extrañamente, ésa mañana, no llegó Teresita, a buscar sus cigarrillos.

Veinte minutos después, Esteban y yo estábamos en el asilo. Entramos, nos recibió la madre Mercedes,

 una abnegada mujer a la que todo el barrio admiraba por su trabajo con las ancianas.

En la semana yo ya había hablado con ella, y sabedora de la misión de Esteban, nos recibió como

dos buenos amigos de visita. Pregunté por Teresita y me dijo que estaba enferma y con fiebre,

 pero el doctor Reinoso, un vecino, ya la había atendido.

Llevé a Esteban hacia el extremo más retirado del saloncito, y la vimos.

Era Georgina. Una anciana muy solitaria y de mal genio que nunca hablaba con nadie, sólo

lo hacía si fuera absolutamente necesario. Delgada y de estatura mediana, siempre se sentaba

mirando hacia el jardín, con sus manos juntas en su falda y su espalda perfectamente apoyada en la silla.

Toda una dama, se notaba que su ropa era de una exquisita confección, de finas maneras, a la antigua.

Una monja me contó que supo ser dueña de una gran empresa que perteneciera a su marido y

que no tenía hijos. Los herederos de la empresa la internaron en el asilo, pagaban

una suma mensual para su manutención y se olvidaron de ella.

“Ahí está tu trabajo Esteban, estoy seguro que tendrás el éxito esperado, tienes que sentarte a

su lado y hablarle.¡”.” Y de qué!, me dijo asustado.” “Pregúntale como se llama, dile tu nombre,

cuéntale de tus estudios, tus proyectos y todo lo que se te ocurra, vamos, anda, inténtalo, yo me voy

a ver a una viejita enferma amiga y regreso enseguida”. Esteban me miró, le sostuve la mirada

y le dije con fuerza y convicción,¡¡”TÚ PUEDES, Y ELLA TE NECESITA”!! Y me fui. Llegué a la cama de Teresita

y la vi muy pálida y bastante desmejorada. Con ella estaba mi amigo y vecino, el Dr. Reinoso, vigilando

un suero que tenía colocado. Apenas me vio ella, me estiró su mano libre y apretó fuerte la mía,

mientras sonreía. Sin que la viera el médico, me hizo señas por los cigarrillos. Le puse cara de enojado,

cosa que no me cuesta mucho y le dije “hoy no, Teresita”. Puso una cara de bebota enojada(los ancianos

y los niños se parecen mucho en sus expresiones) y miró para otro lado. El Dr. Se despidió y me hizo

señas para que lo siguiera. “Ya regreso Teresita“, le dije, me miró y me gritó mientras me retiraba,”

¡No le creas nada de lo que te diga el Dr., No tengo nadaaaa!” El Dr. Me llevó al lindo y fresco jardín,

lleno de magnolias y malvones, que a pesar de las mañanas frías florecían casi todos.

Nos sentamos en unos fuertes bancos que donó una empresa de la zona. El Dr. Reinoso sabía el

asunto de los cigarrillos y cuánto yo apreciaba a esta vieja adorable. Me miró muy serio y me preocupé.

“Está muy enferma Miguel, tiene un cáncer muy avanzado y nada puedo hacer, salvo aliviarla.

Una angustiosa tristeza invadió mi alma, y pregunté, “es el cigarrillo?”. “No, no te preocupes,

sigue dándoselos, con moderación, no le quitemos sus pequeños gustos” ya le queda poca vida.

Cuando me dijo esto, así de golpe, el corazón me saltó en el pecho. Me agarré el cabeza,

profundamente conmovido. “Ella lo sabe, Miguel de hace tiempo, es una mujer con todas las letras

y no te dirá nada que te haga sufrir, te ama. Te ayudaré en lo que me pidas”, dicho esto, se levantó,

me abrazó y se fue. Me quedé sentado un momento y luego me volví a verla. Puse mi acostumbrada

cara de piedra y enojado le dije, ¡que sea la última vez que me grites, y menos me digas lo que tengo

que hacer”! te vengo a visitar y me haces enojar”. Me senté al lado de la cama. Prendí un cigarrillo

y se lo di para unas pitadas, se lo quité y le dije” aquí no podemos fumar,

 la Madre se enojará conmigo cuando sienta el olor a cigarrillos”.

Se quedó quieta y en silencio, y luego noté sus cristalinas lágrimas que se deslizaban como

pequeños brillantes desde el mar de sus ojos, y se depositaban en sus

venerables arrugas. Me miró, y una tenue sonrisa se dibujó en su rostro.

Aún con mi cara de piedra le devolví la sonrisa, secándole las lágrimas, pero destrozado por dentro.

Creo que intuía que el Doctor me había informado de su enfermedad. “Te dejo un cigarrillo si me

prometes fumarlo en el patio”. Se le iluminó el rostro, me sonrió, me tomó la cara suavemente,

 y me estampó un sonoro beso, con su boquita bien pintada, como siempre.

Ésta fue la última vez que la vi con vida, a mi querida amiga Teresita. Me despedí de

ella besándole la frente, note que tenía fiebre, y me fui a ver a Esteban.

Sentado en un banquito pequeño, para estar a su altura, intentaba hablar con Georgina, sin resultados.

Se callaba por momentos, luego intentaba de nuevo y siempre le respondía

el silencio. A veces lo miraba casi diría con fastidio.

Sonriendo, me fui a mi trabajo. Cerca del mediodía pasó por mi negocio diciéndome, “Imposible,

no quiere hablar de nada”, le contesté “muy bueno tu trabajo, Esteban, ya sabes de lo que no quiere

que le hables, el próximo domingo intenta con otra cosa” Me miró con cara de asco, como si le pidiera

un imposible, pero con respeto, y muy serio, me dijo” allí estaré”. El jueves a la madrugada sonó el

teléfono en casa, era el Dr. Reinoso. Lacónico me dijo, “murió Teresita, Miguel, puedes venir? Asentí

y lo más rápido que pude estuve allí. Entre los amigos del barrio, compramos

y pagamos lo necesario y le dimos cristiana sepultura.

Esta divina viejita nos dejó enseñanzas para toda la vida, fundamentalmente

el ejemplo de su enorme amor

al prójimo, que aun sintiéndose enferma, salía todas las mañanas a buscar lo que sus amigas necesitaban

y la amistad sincera y verdadera que nos dejó su recuerdo. Aún hoy mis viejos amigos y yo la recordamos.

También me contaron que Damián, el carnicero de la esquina, y Héctor,

el distribuidor de azucares, les llevan flores frescas al Cementerio.

Y llegó el domingo. Esteban pasó temprano por el negocio y se fue al asilo. Esperé un par de horas

y me fui a ver como seguía el diálogo mudo. Y así pasaron dos domingos más sin novedad. En el

domingo siguiente no lo vi pasar a Esteban y me sentí un poco decepcionado, pensando que Georgina

le había ganado por cansancio. A media mañana me llegué al asilo, me quedaba muy cerquita, desde

el mostrador sobre la calle Frías Silva podía ver su puerta de entrada. Cuando entré, tuve una sorpresa extraordinaria.

Yo sabía que Esteban tocaba muy bien cualquier instrumento de cuerda, y lo vi.

Estaba sentado cerca de la ventana con una hermosa arpa y la tocaba con el alma, como si ése fuera s

u último y desesperado recurso de comunicarse con su viejita, que estaba aprendiendo a querer, a

su inconvencible Georgina. Lo rodeaban casi todas las ancianas y las monjitas, deleitándose

con los hermosos acordes que Esteban arrancaba al bello instrumento.

Por primera vez, vi que Georgina lo miraba alternativamente al instrumento y a Esteban. Incluso llegué

a observar por un momento que llevaba el ritmo de la música con sus dedos, finos y largos.

Cuando Esteban paró de tocar, todos aplaudíamos la hermosa música que habíamos escuchado, y sucedió

 lo extraordinario. Georgina se levantó de su silla por primera vez, se acercó a Esteban y le habló

“Joven Esteban, ves estas manos? Bueno, con ellas toqué el piano desde chiquita, me enseñaba mi madre”.

 Todos estábamos más que mudos, guardábamos el más absoluto silencio, y mirábamos a Esteban,

el artífice del milagro. Pero éste con mucha calma le contestó, “Qué lindo señora, a mí también comenzó

enseñándome mi madre” y ella, con sus finas maneras, le contestó, “Esteban, no me llames señora,

ten la amabilidad de llamarme Georgina, por favor. “Con mucho gusto Georgina. Le pediría, si usted

tiene alguna partitura, tal vez, si usted me lo permite, podríamos adaptarla

 a mi arpa, y por qué no, interpretarla juntos, ¿Qué le parece?”.

Yo, que conocía a Esteban, sabía que había puesto toda

su alma y sus esperanzas en ésa pregunta.

“Si, guardo una carpeta en mi habitación, ten la amabilidad de acompañarme. “Cómo no señ….

perdón, Georgina”. Y se fueron juntos y ¡del brazo! Cuando pasó Esteban por delante de mí, recibí

la segunda gran sorpresa del día, ¡¡¡sonreía!!! Y me guiñó un ojo, mientras conversaba con

Georgina. Y, por lo que sé, fue su gran amiga, que vivió alegre y contenta varios años más.

Inmediatamente supe que éste, Esteban, sería un hombre exitoso y no me equivoqué. Hoy, Esteban es el

CEO de una Empresa Internacional de Comunicaciones con sucursales en Argentina.

Cuando viene a la Provincia, me visita y siempre me trae algunos buenos Malbec de Chile.

Estaba muy contento, rebosábamos de alegría las ancianas, las monjitas. Todos. Tres semanas después,

 vi llegar la camioneta de Elio, italiano de pura cepa, otro amigo y vecino, pero de muy mucha fortuna.

Manejando él la camioneta de reparto de su empresa, cosa rara en él, su empresa contaba al menos con

 cincuenta empleados, se detuvo al frente del negocio. Con su vozarrón de italiano campechano,

me gritó ¡¡Miguel, “ángel de la guarda de las viejas”, préstame algunos de tu empleados, tenemos

que descargar un viejo piano que está en desuso en mi casa y que a mi mujer se le ocurrió donarle al asilo,

 y si no lo hago, me mata. Seguro que fue idea tuya, cabrón.”!! Dos horas después el piano estaba en el asilo

y el profesor Gelman, otro vecino, trajo un afinador. Y así, se transformó en una tarea normal de los

domingos en el Club Leo (así se los llama a los jóvenes Leones) visitar el asilo de las viejitas.

Y se fueron sumando. Pasaban todos por el frente del negocio.

Y llegó la primavera y los días lindos de sol. Las veredas y las ventanas se llenaron de colores,

el hermoso parque Avellaneda, muy cerca del negocio, era un vergel de verde y con todas las aromas y colores.

Un domingo cualquiera veo venir del asilo una caravana de personas, hasta que llegaron a la esquina

del negocio. Esteban, al frente del grupo, llevando de la mano a su amiga” Georgi” como él la llamaba,

y todas las otras ancianas, acompañadas por el resto de los jóvenes. Todos con bolsos, mochilas,

guitarras etc., y tres monjitas. “ A donde van señoritas? “Pregunté. Georgina se acercó a besarme y

me dijo, frotándose las manos con picardía, como una niña dispuesta a

cometer una travesura.” Esteban nos lleva al parque de picnic y de paseo”.

Días después, recibo un llamado telefónico de mi amigo Héctor, un distribuidor de azúcar vecino

del barrio, y me dijo, “Quiero que dispongas de un par de horas esta tarde para que me acompañes,

te pasaré a buscar por tu casa a las dos de la tarde”, y cortó, el muy maldito, no me dejó preguntarle

 nada. Suponía que su trato se debía a que su señora había estado embarazada y por causas que

desconocía, corrían peligro en el parto la madre y él bebe. Pero

el parto se produjo sin problemas y su familia estaba muy contenta.

Pasó a buscarme y salimos a la carretera. Pregunté, “a dónde vamos?” “Al Cementerio de Tafí Viejo”

“a ver a tus padres? “No, a Teresita “y no dijo nada más. Me acomodé en el asiento hasta que llegamos

media hora después. A los amigos no nos hace falta estar hablando tonteras, nos basta con estar juntos.

 Fuimos directamente a la tumba de Teresita. Allí había dos diestros albañiles, ultimando los detalles de

una linda loza, y un herrero colocaba una hermosa cerca alrededor de la tumba. La verdad quedé muy

sorprendido por todo lo bello que quedó la tumba y la pregunté a que se debía lo que había hecho solo,

los amigos podríamos haberlo ayudado. Se sentó a la sombra de un Siempre Verde y me contó.

“Cuando estaba sentado a la madrugada solo, ése día tú estabas en Chile, en el Sanatorio, con mi mujer

 próxima a parir y no sabíamos cuánto tendríamos que esperar, y con el riesgo que corrían las dos,

estaba desesperado, con mis manos sostenía mi cabeza baja para que no se notaran mis lágrimas”.

“Sin saber de dónde, apareció una niñita como de ocho años, se acercó a mí, me acarició la cabeza,

la miré sorprendido, me miró con sus hermosos ojos azules como el cielo y sonriendo me entregó

una hermosa y pequeña flor celeste de esas que crecen en medio de las matas del campo, pero era muy linda.

Me acarició la cara y me dijo” Te la regalo para que tengas suerte”. Sonriendo y saltando con su pollerita floreada

 y primaveral volando al viento ,se fue como vino. Y sabes? Inmediatamente me acordé de Teresita.

No sé si será casualidad pero tenía sus mismos ojos, su misma alegría y la costumbre de regalar una flor.

 Entonces rogándole con todas mis fuerzas, le pedí a nuestra amada viejita ayuda para mi señora y mi futura hija.

Y bueno, aquí estoy con mi mujer perfectamente y mi hijo también. Nosotros queríamos una nena, pero yo

no tengo dudas que ella sabía que sería  un varón, por eso me mando una flor celeste”.

Lo único que se me ocurrió fue abrazarlo, para calmarlo, porque lloraba sentidamente.

Vino un jardinero que había contratado, y le puso un sinfín de Alegrías del Hogar, unas bellas y pequeñas

flores perennes, alrededor de la cerca colonial de la tumba de Teresita. Héctor pagó los trabajos y nos fuimos.

Y llegó el verano. En mi Provincia, mediterránea, hace mucho calor en verano, pero es muy bella.

Por su frondosa vegetación de flores y arboles multicolores. Por ese motivo la llaman el “Jardín de la República”.

 Yo tengo plantados en la vereda del negocio de Frías Silva, ocho enormes arboles de Alcanfor

 que rodean toda la esquina con su sombra perfumada y fresca.

No siempre estoy en este negocio, y justamente hacia un par de semanas que no venía. Después del desayuno

de ese domingo, Miguel Ángel, hombre de mucha confianza y honesto, trabajó más de treinta años conmigo,

me muestra un lindo cartel que hicieron los muchachos del negocio, y  que habían dibujado y colocado en

una de las vidrieras, que decía que ése día a las diez de la mañana, un conjunto musical llamado “La Georgi”

ofrecería un espectáculo en el asilo. Entrada gratis, sólo había que llevar algo útil para el asilo, por más pequeño

que sea. Miré el reloj y partí apurado. El recuerdo de ese día me emociona, vi a jóvenes con colchones, otras

personas con sillas usadas en buenas condiciones y otras muchas personas con alimentos, ropa de cama etc.

Mi amigo Elio, el gran empresario, se encargaba de acomodar a la gente en el hermoso patio sombreado.

Éste buen amigo de gran corazón, aunque lo disimula muy bien, había alquilado 50 sillas (resultaron pocas) que

los chicos las acomodaron bajo una improvisada tarima que construyeron los empleados de su empresa constructora.

 Arriba de la tarima estaba el piano, brillante, afinado y bien lustrado y otros instrumentos. Elio organizaba todo con

su acostumbrado vozarrón y rebosaba de contento, mientras ordenaba a su gente

que acomodara las donaciones en diferentes lugares.

Todos los jóvenes se acercaron a saludarme lo mismo que las monjitas, y luego vino Elio, impecable con su camisa

y pantalón blanco tarareando y bailando alegremente una canción de su amada Italia, y el muy maldito me dio un

sonoro beso en la mejilla, y me dijo despacito, entre sonrisas, de pasada. “Eres genial, vecino. Si fueras mujer,

 me casaría contigo “y lanzó una sonora carcajada. Y comenzó la música, los chicos tocaban

 folklore y música popular, que los vecinos aplaudían a rabiar.

Hasta que llegó el momento de la atracción central.

Del brazo de Esteban, Georgina subió a la tarima y se sentó en el piano. Esteban se acomodó al lado

con su hermosa arpa. Se miraron, disimulando una sonrisa y comenzaron a tocar. Las manos de Georgina

como palomas en vuelo, acariciaban las teclas del viejo piano, interpretando “Para Elisa”. Cuando comenzó

a tocar, se hizo un silencio absoluto entre las presentes, que miraban más que sorprendidos a Georgina,

peinada con una larga y hermosa trenza de su cabello de nieve que se deslizaba en su hombro, cubierto con

una especie de capa de gasa negra, antigua pero muy elegante. Estaba hermosa, sus amigas la habían

maquillado, pero su belleza era el reflejo de su alma, liberada a la alegría por el amor de su amigo Esteban.

Terminó de ejecutar su canción preferida y se levantó para saludar, sostenida por Esteban en medio de

 ensordecedores aplausos y muchas lágrimas espontáneas que brotaban de los humildes obreros y de

los más encumbrados empresarios y profesionales. Subió Elio a la tarima con un bello ramo de rosas

y margaritas y se lo entregó a Georgina ¡enorme italiano de cuerpo y corazón!, abrazaba a la menuda

 artista como si se tratara de un frágil cristal, mientras su alegría inmensa

se reflejaba en un mar de lágrimas de sus profundos ojos celestes.

Miré hacia la puerta y vi que, tímidamente, muchos vecinos que habían

escuchado la música, se acercaban y se acomodaban en el patio.

En ese momento, Georgina se dirigió a Esteban, y le habló.

Lo abrazó amorosamente, se quitó un anillo de su dedo, y dijo” este anillo era de mi amado esposo,

y quiero regalártelo a ti, siempre pensé regalárselo a el primer hijo que nunca tuve, pero Mi Virgen

Amada me regaló la dicha de tenerte en mi vida, hijo querido”. Esteban lloraba como un niño,

inconsolable, me buscaba con la mirada entre el gentío para preguntarme que hacía, era un anillo

de compromiso de oro puro y grueso. Desesperado, me subí a la primera silla que encontré y le hice

señas que sí. Esteban me vio, se sacó una cadenita de oro con una cruz y colocó el anillo en ella,

besó a Georgina y a la cruz y el anillo y se lo colgó en su cuello, llorando

sin consuelo. Creo que nadie pudo abstraerse de tantas emociones juntas.

Estaba tan emocionado que casi no me di cuenta que Héctor y Elio se acercaron a mi lugar entre la  

gente y prácticamente alzándome me subieron a la tarima. Héctor dijo “No se los presentaré, ustedes

lo conocen, solo quiero decirles que él fue el artífice de este día de alegría”. Un prolongado aplauso

recibió las palabras de mi amigo. Yo, con mi acostumbrada cara de piedra,

conmovido casi hasta las lágrimas, sólo pude decir” gracias”.

Y la alegría y la música siguieron repitiéndose, una vez por mes.

Eran tantas las donaciones que se recibían, que Elio y su esposa formó una Cooperadora con su Junta

Directiva, que se encargaba de hacer llegar a algunas villas carenciadas cercanas del  vecindario, la ayuda que podía.

Y así fue.  SIGUEN FOTOS


Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: RADIOPIPOLLSINFRONTERA Enviado: 18/08/2013 03:58


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: CaTuMpI Enviado: 18/08/2013 19:00

Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: RADIOPIPOLLSINFRONTERA Enviado: 19/08/2013 02:38
 
QUERIDA CATUMPI
 
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