Disfrutemos la vida, sin preocuparnos tanto
Muchas veces provocamos una tempestad en un vaso de agua; incluso hacemos demasiado ruido por cuanta simpleza nos ocurre.
¿Cuántos dolores de cabeza nos ganamos cuando nos preocupamos antes de tiempo?
Eso es lo que nos ocurre con los llamados ‘problemas’: ¡Con frecuencia nos los inventamos!
Lo peor es que esas preocupaciones nos llevan a un estado de depresión y nos lanzan al vacío. Con frecuencia nos sentimos como si nada nos sirviera, como si nada se prestara para sonreír o como si el mundo estuviera en contra de nosotros.
A veces no hay que “arreglar” nada;
conviene en ciertos casos dejar que todo siga su curso y se resuelva solo.
¡Aunque no tome todo al pie de la letra! La verdad es que el desastre de algunos consiste en que dejan de esforzarse demasiado pronto.
Lo mejor es asumir una actitud positiva, que ubica al individuo en el camino del éxito.
Cambie su forma de pensar y verá que llegará muy lejos.
Cuando se encuentre con esos días difíciles, cuenta con dos opciones: o se le mide a ponerse alas para volar, o le apuesta a comprar dos muletas para que lo vean arrastrarse.
Elegir sobreponerse siempre será mejor que inspirar lástima.
¿No le parece?
Ahora bien, si siente que no puede lograr algo, piense en el ave que de rama en rama hace su nido; en la planta que lucha por florecer al tiempo pedido; en la hormiga que carga un pedazo de trigo; en la roca perforada por el constante rocío; en un niño pequeño que a hablar ha aprendido; en las viejas cicatrices del alma que con el tiempo han desaparecido; y en Dios, que en su inmenso amor, siempre está a su lado.
¡Ojalá tengamos un gran día.
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