Los dos panes
“Le cortaré las manos, como ejemplar castigo
a quien de hoy en adelante
dé una limosna a un mendigo.
Para acabar con esa costumbre inveterada
de andar tanto haraposo por mi ciudad sagrada”.
Esa fue la dura orden de un severo sultán….
Nadie le dará dineros, ni vestidos ni pan.
Los súbditos del reino, la orden cumplir juraron,
y del país, los pobres mendigos emigraron.
Pasado un tiempo, un mísero hombre,
desconocido, cruzó todas las calles,
y cuando recorrido hubo todas las casas,
llegó a la de una moza,
mujer de aspecto dulce y sonrisa graciosa.
Diciendole:
“Dame un trozo de pan, buena señora,
que vengo de muy lejos y el hambre me devora.
No hagas como hacen todos,
que me rechazan fieros.
Hazlo en nombre de Dios, que creó los graneros”.
La joven que oyó el nombre de Dios,
con mil afanes y gran temor,
al pobre mendigo dio dos panes.
Al saberlo el sultán, mandó inmediatamente
llevar al palacio a la joven delincuente.
¡Y sin mirarla apenas, hizo que dos villanos
cortaran a la bella mujer sus lindas manos!..
Días después, cansado de estar solo,
el severo sultán llamó a su madre y dijole así:
“Quiero, para matar mi hastió,
pues que soy muy ambicioso,
conseguiré una esposa que tenga un rostro hermoso”...
“Una conozco-dijole con maternal afecto,
pero que tiene ¡oh hijo!, un gran defecto,
y es que no tiene manos,
pero ella es tan hermosa
que al mirarla a la cara cree uno es una rosa.”
“Tráemela, quiero verla.
Tal defecto es pequeño
si tiene un dulce paso y porta un gran ceño”...
Cuando el sultán severo la joven bella vio,
maravillado de ella, la amó y la desposó.
Ella fue la sultana favorita,
y un hijo tuvo de su casto seno,
con que el cielo bendijo su desgracia,
pues ella se sentía dichosa
mirando de su hijo la carita hermosa.
Más las otras mujeres, con la envidia de celo
y el dolor del desvio,
como la sierpe al suelo rastrea,
malpusieronla ante el sultán creído
y a la bella mujer, envió al olvido
y mandó que la llevaran a un desierto lejano
a la madre y al hijo….
¡Padre, esposo inhumano!
Con el niño a la espalda y buscando agua pura,
hasta un hondo foso de honda linfa oscura llegó,
y a el asomándose para beber ansiosa
sintió que al frio pozo rodó su carga hermosa.
Gimió, lloró dolida.
Y cuando-loca-quiso arrojarse,
dos hombre llegaron de improviso, y uno le dijo
“¡Qué vas a hacer, desgraciada!
¡Sacaremos a tu hijo, mujer desventurada!….
Y en tanto que los hombre doblaban la rodilla,
y una oración elevaban al cielo. íOh maravilla!,
sano y salvo del agua el niño fue saliendo,
a los hombres mirando y a la madre sonriendo.
Y replico uno de ellos:
¡A quien corto tus manos, en vida, las dos suyas
tragaran los gusanos!…
Más las tuyas, sufrida mujer, ¿ quieres verlas? míralas, porque un día fuiste buena, ¡vas a tenerlas!….
Y en tanto que los hombres de rodilla oraban
sobre los dos muñones las manos retornaban!,
y se vieron tan suaves, tan blancas y ligeras,
que ella dijo:
¡son estas mejor que las primeras!….
Mas ¿Quiénes sois vosotros? repuso agradecida,
que dos bienes tan grandes hacéis hoy a mi vida?…
Y respondió uno de ellos,
con voz de dulce amigo:
¿Nosotros?
LOS DOS PANES QUE DISTES AL MENDIGO…
Gladys. H. BAYERN.
|