Su vida de en imágenes
EL PENSADOR
EL AMANTE DE LOS ANIMALES
EL PERIODISTA MAESTRO
EL MUSICO
EL LIDER
Me molesta no poder jugar como Maradona, no haber podido torear
como Paco Camino, no haber sido como Charles Chaplin
o no haber participado al menos en las nominaciones del Óscar…”.
Es evidente, no fue Maradona,Camino o Chaplin,
aunque sí algo de todos, a su modo. Pacheco, un hombre lleno de pasiones.
Médico, economista, abogado. Ninguna de las tres, aunque
cursó algunos estudios en cada una. Marino, eso sí.
Técnicamente fue un camarero a bordo, pero sin el apego
más riguroso a los cargos también fue una especie
de anfitrión de la noche: una guitarra, algunos chistes
improvisados, unos tragos.
La oferta llegó a bordo de un barco de la Flota Mercante
Grancolombiana, una proposición que terminaría por llevarlo
a costas más anchas y remotas. ¿Quiere trabajar en televisión?
Los días de marino se acabaron pronto, pues de la mano
de Alberto Peñaranda (Dueño de Punch),
Fernando González Pacheco terminó por entrar
a un oficio que lo convirtió en la presencia más recurrente y estable
para millones de colombianos.
“La figura de Pacheco puede ser hoy un símbolo
más significativo de la nacionalidad colombiana que
un escudo con gorros y grifos y Canal de Panamá”,
dijeron de él en los años ochenta, cuando ya era la gran estrella
de la televisión y, sin embargo, era algo más grande que un
mero divertimiento. Claro que era un hombre divertido: en su primer
programa (Agencia de Artistas)
introdujo a Pedro Vargas, quien iba a cantar una canción de
Agustín Lara llamada Noches de ronda; Pacheco terminó diciendo,
al aire, que Vargas interpretaría Noches berriondas.
El presentador improvisó un par de chistes y la cosa salió bien.
Nadie murió. El gran don de Pacheco fue saber
conectarse con un país entero. Un hombre entregado al
espectáculo, pero no a la banalidad.
Una figura casi paternal, si se quiere. En 1981 fue secuestrado
por el M-19, pues los jefes de este movimiento guerrillero querían
explicar sus visiones acerca del país y, bueno, tenían que contar
con una persona creíble, un gran entrevistador. Para ese momento,
el mismo grupo ya había intentado secuestrarlo el año anterior,
pero abortó en el último momento el plan mientras el presentador
conducía su vehículo en Bogotá.
No suena muy lógico de parte de la guerrilla, querer
hablarle al país de cosas serias, asuntos de vida o muerte,
a través de un anfitrión de televisión. Pero, bueno, se trataba
de Pacheco y ahí la cosa tiene mucho sentido,
pues la credibilidad y el amor del público
son dos cosas que no se improvisan, dos asuntos que
este hombre ostentó durante toda
una vida al servicio de su incontrolable curiosidad,
el fuego interno que animó una carrera prolífica, histórica dirían
algunos: más de 20 programas en
televisión (entre culturales y de concurso),
tres dedicados a entrevistar a grandes personalidades y al menos
siete papeles en series de ficción,
además de varias apariciones en teatro.
“Creo, modestia aparte, y perdón por la vanidad, que a un gran
porcentaje de la gente, a la cual tengo que agradecerle mucho,
no le desagrada que yo permanezca algún tiempo
diario dentro de su hogar; además, cuando veo de cerca al público
me considero su amigo y él a su turno me considera como un amigo más,
de gran confianza, y creo que en eso radica el poco éxito que pueda tener”.
El gran amante del deporte, ganador de una competencia
nacional de ping-pong, campeón de boxeo, peso pluma,
en un torneo en Bogotá (por esos días lo llamaron ‘Kid Pecas’),
jugador de fútbol de tanto en tanto y paracaidista ocasional.
“Quizá mi única cualidad es la de ser un
deportista integral, sin dejar de practicar los que llamo los deportes
de mesa, como son las cartas, el trago, los cigarrillos, la charla, etc”.
Esto se lo dijo a El Espectador en 1970, cuando estuvo frente a las
cámaras en Qué pareja más pareja,
Mano a Mano Musical, Operación Ja Ja, Animalandia y Tele-Todo.
Y no fue Maradona, ni Chaplin ni Paco Camino. Pero fue un
poco de todos, a su manera. Bolerista improvisado, por allá en los años
setenta admitió haber compuesto al menos tres temas
(Canción sin nombre, Una vez y Yo),
Pacheco fue un hombre entregado
por completo al puro placer de explorar hasta dónde podía llegar,
una figura que a través de un puñado de oficios improbables
y disímiles ofreció a millones de personas algo que podría
llamarse dicha y, de pronto, felicidad.
Un hombre grande, tan amplio como el ancho abrazo del mar.