Aunque el enfrentamiento armado en Colombia puede llegar a su fin, dependiendo del desenlace de las conversaciones de paz

en curso entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),

las secuelas del conflicto sobre muchas de las víctimas probablemente van a perdurar por años.

La salud mental de los civiles que viven en las zonas de conflicto es uno de los factores sociales que más se ven trastornados.

Un grupo internacional de psicólogos estuvo en Colombia analizando las historias médicas de las víctimas

que visitaron los puestos de asistencia de Médicos sin Frontera (MSF) en el país sudamericano

y publicó los resultados recientemente en la revista Conflict and Health.

Encontraron que los civiles directamente expuestos al conflicto sufren -más que otros grupos- de enfermedades vinculadas

a la ansiedad, mientras que quienes tienen una exposición indirecta a la violencia sufren de

problemas relacionados a la agresión y el abuso de substancias.

'Una gran cantidad de la población colombiana vive en las zonas de conflicto, pero tenemos muy pocos datos

sobre cuáles son los problemas más comunes en el ámbito de la salud mental y cómo son relacionados con la experiencia

de violencia y los desafíos de ser un civil en el conflicto armado', le dijo a BBC Mundo el autor del artículo, el psicólogo británico Vaughan Bell.

No solo del conflicto

Los científicos hicieron un análisis de las historias médicas de las más de 6.000 personas que visitaron -entre 2010 y 2011-

los puestos de asistencia de MSF en los departamentos de Nariño, Cauca, Putumayo y Caquetá, quizá las zonas de mayor tensión en todo el país.

La investigación clasificó los factores de riesgos en tres grupos diferentes: violencia directamente relacionada con el conflicto,

violencia personal no directamente relacionada con el conflicto y sufrimiento general.

Los síntomas relacionados a la ansiedad, como el sentimiento de una amenazada permanente, por ejemplo,

fueron el factor de riesgo más común en el primer grupo.

En el segundo, los síntomas más frecuentes fueron aquellos relacionados con la impulsividad,

como la agresión y el abuso de substancias.

Tal vez lo más interesante del estudio es que encuentra que los factores de riesgo que no están

relacionados con el conflicto son cruciales en determinar la salud mental de las personas afectadas por la violencia.

El pensamiento acerca del suicido y los intentos de suicidio, por ejemplo, están fuertemente presentes

en la violencia personal no directamente relacionada con el conflicto y el sufrimiento general.

'El riesgo de suicidio está presente en todas las sociedades; en el caso de lugares que viven en conflicto armado

como Colombia, el hecho de que haya más desintegraciones familiares, rupturas sociales y falta de acceso a los servicios

estatales aumenta la vulnerabilidad de los grupos y disminuye los factores protectores o mecanismos de soporte,

todo lo cual puede aumentar los riesgos de suicidio así como otros mecanismos de afrontamiento violentos', le dijo Bell,

que es profesor del Instituto de Psiquiatría del King's College de Londres, a BBC Mundo.

De la teoría a la práctica

A pesar de que el estudio da nuevos y reveladores detalles sobre los problemas de salud mental vinculados al conflicto,

su relevancia solo se puede ver en la medida en que se trasforme en 'servicios de salud de calidad,

que sean apropiados y efectivos para la población', asegura Bell.

'Es importante que las intervenciones y programas de tratamiento para las poblaciones afectadas no solo

se enfoquen en el trauma pero incluyan una gama de aspectos sociales y clínicos', concluye en informe.

Fernanda Sanabria Ruiz, profesora de psicología de la Pontificia Universidad Javeriana en la ciudad de Cali,

es una de las personas que han practicado tratamientos de psicología social en Colombia sobre estas poblaciones.

Según ella, 'el tratamiento debe buscar un tratamiento individual del paciente. Basados en la obra del

español Ignacio Martín Baró, considerado padre de la psicología social de la liberación,

nuestros procedimientos tienen en cuenta el contexto latinoamericano'.

Aunque las cifras suelen variar entre uno y otro reporte, el gobierno colombiano invierte entre un

1 y 2% del presupuesto para la salud en los problemas de salud mental.

Como ejemplo a seguir los informes suelen mencionar el modelo chileno, donde, durante la transición democrática,

'se creó un programa de atención psicológica a víctimas de tortura y familiares de desaparecidos que hace parte del

sistema de salud, a través del cual han sido atendidas más de 130.000 personas', señaló la revista Semanaen un reporte titulado 'País en duelo'.

El semanario colombiano concluyó: 'Lo más importante para que haya verdadera reparación psicológica

es que el miedo desaparezca. Sólo si cesa la violencia, la gente puede hacer el duelo tranquilamente,

hablar del pasado, y convertir su trauma en memoria. Y eso en Colombia está lejos'.

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