BBC Mundo
"Buenaventura"
'Es como si toda la maldad de Colombia se hubiera concentrado en Buenaventura'.
Monseñor Hernán Epalza habla con voz suave, pero lo que tiene para contar hiela la sangre.
Después de todo, Buenaventura se ha convertido en la nueva capital colombiana del horror
y él es el obispo de este puerto del Pacífico colombiano.
Esta es la ciudad de 'las casas de pique', donde las bandas criminales de origen paramilitar
descuartizan vivas a muchas de sus víctimas antes de arrojar los pedazos al agua.
La ciudad donde el silencio de la noche lo rompen los gritos de auxilio de aquellos que están siendo desmembrados.
La ciudad de los desaparecidos: al menos 150 entre enero de 2010 y diciembre del año pasado según
cifras oficiales, más del doble que cualquier otro municipio colombiano.
Y, como apunta un reciente informe de Human Rigths Watch que da cuenta de estas atrocidades, lo más seguro
es que la cifra real sea mucho mayor, pues el miedo hace que muchas desapariciones y otros crímenes no sean denunciados.
'La situación en Buenaventura es una de la más alarmantes que hemos observado en muchos años de trabajo en Colombia
y en la región', dice su director ejecutivo para América Latina, José Miguel Vivanco.
Y conversando con monseñor Epalza uno entiende por qué.
'Nada más hace dos días picaron a una pareja de personas, hombre y mujer', le cuenta a BBC Mundo.
'Es lo peor: desmembrar a las personas. Y eso no es imaginación, eso es una vergüenza. Esa es la barbarie de hasta
donde ha llegado la violencia en Buenaventura', afirma, indignado.
Cuando conversamos todavía faltan algunos días para que el gobierno anuncie la completa militarización de Buenaventura y
lleguen los primeros 700 efectivos militares adicionales de los 2.400 llamados a devolver algo de tranquilidad a la ciudad puerto.
Pero el obispo anticipa la medida y me dice que no cree que ese tipo de decisiones baste para resolver el problema.
'Por un lado está la violencia de los grupos, pero también está la violencia institucionalizada', explica refiriéndose al olvido estatal
evidente en los elevados niveles de pobreza de la ciudad, que en su opinión ayudan a perpetuar el problema.
'La militarización no es la solución. Buenaventura lo que necesita es inversión social', afirma.
II
'Cordial saludo de la organización La Empresa'.
Así empieza el más reciente panfleto de la más antigua de las bandas criminales que operan en Buenaventura, fechado el
12 de febrero y regado en las calles de Buenaventura, metido bajo la puerta de las casas.
BBC Mundo
"Buenaventura vista de Sanyú."
Según el comandante de policía local, coronel José Correa, esta banda, vinculada a la de Los Rastrojos, controlaba las
rutas para el tráfico de drogas y la extorsión en Buenaventura hasta la llegada de una banda rival hace poco menos de dos años.
El oficial explicó a BBC Mundo la reciente ola de violencia y los brutales actos de crueldad como un resultado del enfrentamiento
entre ambos grupos, agravado por la muerte o captura de muchos de sus principales integrantes.
Y el panfleto no tiene empacho en confirmarlo, en un surreal lenguaje burocrático.
'Por medio de la presente nos dirigimos a la población bonaverense para informarles lo siguiente: los hechos de terror y
violencia que se han venido presentando en la ciudad no sólo son de parte de La Empresa, sino
también de parte e la organización Los Urabeños', se lee en el comunicado.
'(Si) hay tantos homicidios y desapariciones es porque nos estamos defendiendo',
agrega la banda, para luego despedirse con un 'Atentamente'.
Eso parece confirmar la hipótesis del coronel Correa, quien sostiene que muchas muertes y descuartizamientos no son
sino pasadas de cuenta o movidas de aquellos que quieren hacerse con los liderazgos
vacantes, aderezados con un poco de superstición local.
Aunque el miedo generado por la violencia salvaje también es una forma de control social.
Y los descuartizamientos hacen evidente el parentesco de las bandas criminales con los viejos grupos paramilitares,
que durante años despojaron a miles de campesinos de sus tierras armados de motosierras.
III
Monseñor Epalza, sin embargo, es de los que piensa que los vínculos con el narcoparamilitarismo
no bastan para explicar lo que está pasando en Buenaventura.
BBC Mundo
"Buenaventura, Colombia"
Está convencido de que la explicación de tanta violencia tiene que ver tanto con el futuro, como con el pasado.
'Buenaventura es el corredor estratégico para la salida de la droga. Eso es una verdad de puño como se dice', reconoce el prelado.
'Pero no es solo la droga. Hay muchos otros intereses', le dice a BBC Mundo.
Al sacerdote no se le escapa que Buenaventura ya es el puerto que mueve mayor volumen de carga en Colombia y
está llamado a ganar cada vez más importancia en la medida que el país busca nuevos mercados en Asia
y consolidar la llamada 'Alianza del Pacífico' con México, Perú y Chile.
Y la violencia, hace notar, ha terminado arrinconando a los más pobres 'obligándolos a vender lo poquito que tienen a un precio irrisorio'.
'Los megaproyectos han azuzado también la violencia', denuncia.
Y tal vez por eso es que el caso de Buenaventura se ha convertido en emblemático: porque aquí, más que en ninguna otra
parte, la promesa de una 'nueva Colombia' choca con prácticas y horrores que parecían cosa del pasado.
Es por eso, dicen sus habitantes, que cuando a Colombia le tocó organizar la VIII Cumbre de la Alianza del Pacífico, hace unos
meses, lo hizo en la ciudad caribeña de Cartagena y no en la que muchos consideran su capital natural.
IV
'Ahora usted no puede salirse de un barrio a otro barrio', me explica la mujer cuando lo pregunto cómo
es vivir en los barrios de Buenaventura controlados por las bandas criminales.
BBC Mundo
"El barrio San José, de Buenaventura. También conocido como Sanyú. "
'Si yo me voy de aquí allá donde está la pesquera los de allá no aceptan que yo me vaya, me hacen algo. Por maldad.
Porque creen que los voy a denunciar, o creen que los voy a aventar por otras cosas. Entonces por eso me dan duro, o
me desaparecen, o me matan', cuenta esta mujer, negra, que se gana la vida 'con lo que salga'.
Estamos en San José, mejor conocido como Sanyú, el barrio más antiguo de la ciudad, construido sobre terrenos ganados al mar hace ya 473 años.
Es un barrio eminentemente afrocolombiano de viviendas palafíticas, es decir, de casas de madera construidas sobre pilares.
Y aunque está ubicado a corta distancia de un puerto que genera cerca de US$2.000 millones al
año en impuestos de aduana, pero no tiene agua potable ni alcantarillado.
Conversamos cerca del mar, una vez que estamos seguros que no nos está escuchando ningún extraño.
'Es que hasta los peladitos de diez años, de ochos años se meten a eso. U
no está creyendo que no son malos y son malos', cuenta.
'Con nadie se puede hablar de las cosas malas, porque uno ya no sabe con quien está hablando, está hablando
con el mismo enemigo. Ese va y le dice a otro y ese se encarga de venir a hacerla algo a uno'.
Las potenciales consecuencias son, de hecho, razón suficiente para proteger su anonimato.
'A la gente lo desaparecen, lo cogen, lo llevan en carro, lo pican, lo echan en costales, lo van a botar al fondo del mar', explica.
'En veces se topan el brazo, en veces se topan el cuerpo, en veces la cabeza', dice de los vecinos de Sanyú y otros
barrios de bajamar que se dedican a la pesca y, cuando baja la marea, a buscar el molusco que en esta zona de Colombia llaman piangua.
V
Los barrios de bajamar son los escenarios habituales de los horrores de Buenaventura.
Tal vez es porque, como explica monseñor Epalza, la falta de oportunidades hace de estos barrios pobres
y abandonados por el Estado terreno fértil para el reclutamiento de las bandas criminales.
O porque, como explicó a BBC Mundo el coronel Correa, su cercanía al mar los convierte
en sitios estratégicos para sacar la droga o ingresar armas.
Y todos tienen además otro elemento en común: se alzan en terrenos que adquirirán un gran
valor si la ciudad crece hacia el mar, como esperan las autoridades.
Cualquiera que sea la causa de la violencia, sin embargo, una cosa es cierta:
está obligando a la gente a abandonar sus casas.
BBC Mundo
"Buenaventura vista desde Sanyú."
'Todos esos palos que usté ve p'allá abajo, son gente que había y que ya se fueron. Se han ido p'arriba,
pa la carretera', me dice la mujer de Sanyú mientras conversamos junto al agua.
'Porque no quieren vivir acá, por la violencia', explica.
Y la verdad es que las cifras del desplazamiento forzado son alarmantes: durante los últimos tres años Buenaventura ha
sido el municipio de Colombia con más desplazados. Fueron 19.000 desplazados sólo el año pasado.
VI
A la mayoría de la casas de Ciudadela San Antonio les falta color.
Pero no es eso lo que le preocupa a la mujer que me recibe en esta nueva urbanización, ubicada en la
vía al aeropuerto, en la parte continental de Buenaventura, a kilómetros del puerto.
El proyecto habitacional fue financiado con dinero incautado a un narcotraficante apodado 'Chupeta' y las viviendas
buscan beneficiar a los habitantes de Buenaventura que residen en zonas de alto riesgo.
BBC Mundo
"Ciudadela San Antonio, Buenaventura"
Originalmente eso quería decir en riesgo por inundaciones, deslaves o un tsunami.
Pero lo que ha terminado de empujar a muchos de los habitantes de los barrios de bajamar hasta aquí es la violencia.
'Primero se vinieron mis hijos, porque por allá se formó el pin, pin, pin', me dice la mujer.
'Luego me vine yo, hace tres meses. Porque eso allá está hecho una pólvora', cuenta a BBC Mundo.
Pero si pudiera, afirma, se regresaría a su barrio. A su casa de madera a la orilla del mar; vieja, sí, pero
mucho más espaciosa que la vivienda de dos habitaciones que le dio el gobierno.
Afirma que la mayor parte de la gente que se mudó a San Antonio son pescadores que ahora
están lejos del mar, de sus tradiciones y sus fuentes de sustento.
'Todo es malo acá, no tengo empleo', se queja.
Allá en la isla, como se conoce a la zona del puerto, ella trabajaba lavando
ajeno y ganaba unos 100.000 pesos al mes, unos US$50.
Pero a 1.200 pesos el viaje en carpati -como llaman aquí a los viejos jeepWillys que sirven de taxis
colectivos- un mes de transporte hasta el centro le consumiría el 72% de sus ingresos.
Y tan lejos del agua, la pesca, y las pianguas, ya no pueden garantizar el alimento.
La urbanización, sin embargo, es nueva: las primeras 568 casas apenas fueron entregadas en febrero pasado
y muchas de las instalaciones de la ciudadela aún están pendientes.
Y cuando le pregunto si cree que, en otras circunstancias, podría ser feliz aquí, la mujer
responde que sí, si es que pudiera garantizarse un ingreso.
El desplazamiento de los barrios de bajamar, sin embargo, terminaría por acabar con toda una forma de vida, con
la cultura vinculada a las casas de palafitos que, para algunos, sólo afean el puerto.
Y me voy de ciudadela San Antonio pensando que eso también está en juego en la cruenta guerra que vive Buenaventura.
VII
No son sólo los más pobres de Buenaventura los que sufren por la presencia de La Empresa y Los Urabeños.
BBC Mundo
"Puerto de Buenaventura"
'Los comerciantes son víctimas de extorsión. Tienen niveles de extorsión superiores al 40 o 60% de la inversión en
sus negocios', explica Ana Milena Alzate, directora de estudios económicos de la Cámara de Comercio de Buenaventura.
El aire acondicionado de las instalaciones, el mobiliario moderno y las reproducciones de cuadros de Botero me hacen
sentir en un planeta diferente a Sanyú, a pesar de que estamos a unos pocos centenares de metros.
Pero Alzate afirma que todos están en el mismo barco cuando se trata de violencia.
'La mayor parte de lo comerciantes de Buenaventura, de nuestros afiliados, son pequeños comerciantes', le dice a BBC Mundo.
'Y ya hay lugares en los que los clientes no les llegan. La queja es que a veces sobre un sector determinado
ya hay un inri de que es peligroso y el mismo cliente ya no va hacia allá', cuenta.
Mientras en la propia terminal portuaria, ese oasis de seguridad en medio de la violencia, el gerente de la Sociedad Portuaria
Regional de Buenaventura, Domingo Chinea, reconoce que en el largo plazo la misma
viabilidad del puerto no puede separarse de la de la ciudad que lo alberga.
'Lamentablemente en los últimos años el desarrollo portuario ha sido mucho más dinámico que el
desarrollo de la ciudad. La ciudad se ha quedado postrada', reconoce Chinea.
'Y consideramos que sin la estabilidad económica y social de Buenaventura
es casi imposible tener un puerto exitoso', afirma.
VIII
De regreso en Bogotá, el alto consejero presidencial para las regiones,
David Luna, asegura que eso también lo tiene claro el gobierno.
A inicios de marzo el presidente Juan Manuel Santos visitó Buenaventura y prometió mayor presencia policial
y militar además de una mayor y más efectiva inversión social en la ciudad-puerto.
Y una de las primeras medidas ordenadas por el gobierno luego de ese viaje será la casi
completa militarización de la ciudad 'por el tiempo que haga falta'.
Pronto se anuncia además que están práctiamente listos proyectos de inversión para
Buenaventura y la región del Pacífico por el orden de los US$600 millones.
Y según Luna, quien tendrá a su cargo la recién creada Gerencia Social encargada de garantizar la buena marcha
de esos proyectos, los años de trabajo detrás de los mismos son prueba de que el gobierno no está actuando
empujado por la coyuntura o los reportajes sobre las 'casas de pique' que han abundado recientemente.
BBC Mundo
"Vecinos de Sanyú, Buenaventura"
Hay además otras cosas que también están cambiando en Buenaventura: a inicios de marzo decenas de miles
de personas salieron a las calles junto al Obispo Epalza a exigir el fin de la violencia
y poco después los comerciantes también organizaron su propia protesta.
Y, por primera vez en mucho tiempo, la esperanza de que algo cambie
parece al menos igual de fuerte que el miedo.
Aunque para José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, igual de importante que actuar
en Buenaventura es reconocer que el problema no es exclusivo del puerto.
'Cuando el gobierno desmovilizó a los paramilitares en Buenaventura, hace una década, prometió seguridad,
respeto a los derechos humanos, el cumplimiento de la ley. Pero en realidad los paramilitares no se desmovilizaron
y nuevos grupos armados siguen usando sus mismas tácticas brutales para aterrorizar a la población', le dijo a BBC Mundo.
'Y Buenaventura es sólo un ejemplo extremo de una realidad que afecta a varias regiones de Colombia, donde
poderosas organizaciones criminales que descienden de los grupos paramilitares de extrema derecha continúan
cometiendo serios abusos en contra de la población, incluyendo asesinatos,
desapariciones y desmembramientos', recordó Vivanco.
La moraleja, afirma, es que no basta con firmar un acuerdo de paz para garantizar el
respeto a los derechos humanos de los habitantes de las zonas de conflicto.
Y esta es, señala, una lección fundamental de cara a las actuales conversaciones del gobierno con la guerrilla de las FARC.
Porque muchísimos paramilitares nunca dejaron las armas, solo cambiaron de nombre, pero conservaron negocios y prácticas.
Y permitir que eso vuelva a pasar sería la mejor manera de garantizar que la violencia del pasado termine convirtiendo
a los sueños del futuro en material de pesadilla, como está pasando ahorita en Buenaventura, en el Pacífico colombiano.
BBC Mundo.com - Todos los derechos reservados