El 6 de agosto de 1538 es fundada Santa Fe de Bogotá, Capital de Nueva Granada, actual Colombia, por el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada.
Habrá actividades en el Planetario y la Orquesta Filarmónica ofrecerá concierto.
Con motivo de la celebración de los 476 años de Bogotá, la ciudad se prepara para las múltiples actividades que el Distrito tiene planeadas a fin de que el aniversario y la fiesta sean para todos. El auditorio León de Greiff, de la Universidad Nacional, será este miércoles el escenario principal para que la Orquesta Filarmónica de Bogotá interprete los mejores aires colombianos, en compañía de Juancho Torres y su Orquesta, María Mulata y Yolanda Rayo. El concierto será a las 4 de la tarde, con acceso gratuito hasta llenar el lugar. Con información de El Tiempo
Desde una terraza de la Basílica del Señor de Monserrate se tiene una panorámica de Bogotá cuyos puntos cardinales, “a ojos vistas”, se dilatan en desmesuradas proporciones.
Difícilmente uno que no conozca la historia de la ciudad, o uno que, paseando por ella, no repare en los escasos vestigios de su pasado, que aún subsisten en sus calles: una pileta, un balcón, una capilla, un empedrado..., podrá hacerse una idea de cómo fue la ciudad, por ejemplo, en “los tiempos de ruido” (en la primera presidencia de Gil de Cabrera y Dávalos, a las 10 de la noche del 9 de marzo de 1687, se oyó un estruendo acompañado del sofocante olor a azufre, que les hizo creer a los santafereños que las legiones infernales venían por sus almas o que los cerros de Guadalupe y Monserrate se derrumbaban, o, como creyó el Presidente, que tropas extranjeras invadían).
Ahora no, pero antes sí se podía decir que los nombres de sus calles señalaban las particularidades de la urbe: leyendas románticas, sus familias, costumbres, supersticiones, apelativos de algunos moradores y de sus comportamientos y lances que protagonizaron para su provecho o perdición, y solaz, comadreo o escándalo de sus vecinos.
Dejados en manos de la gente, los nombres de las calles se ponían de modo caprichoso y desordenado, al punto que algunos de ellos se repetían en los distintos barrios de la colonial Santa Fe de Bogotá. Se decía, por ejemplo, la calle de San Dimas de las Nieves, para distinguirla de la San Dimas de Santa Bárbara. El nombre de calle Honda se repetía en tres barrios...
Fue el 12 de febrero de 1774 cuando el virrey Manuel Guirior, cumpliendo con la Real Cédula de Carlos III de ese mismo año, instruyó a los alcaldes de barrios de Santa Fe para que dividieran la ciudad en cuatro cuarteles; a su vez, estos en ocho barrios: La Catedral, El Palacio, El Príncipe, San Jorge, Las Nieves oriental y occidental, San Victorino y Santa Bárbara, y que cada uno de los ocho alcaldes pusiera nombres a las calles y numerase las casas por manzanas. Los piadosos alcaldes acudieron al santoral católico y de allí extrajeron nombres píos para designar oficialmente los barrios; estos nombres se perdieron en el incendio de las Galerías Arrubla, en 1900, pues allí funcionaban la Casa Municipal y el Cabildo, que ardieron con todos sus documentos invaluables, como el Acta de Fundación de la ciudad y los libros de esa corporación.
¿Y quién recuerda ahora los curiosos y significativos nombres de las calles? ¿Y dónde quedaban, por ejemplo, la calle de las Brujas, la del Pecado Mortal, la de la Agonía, la del Buen Ladrón, la del Mal Ladrón, la calle de las Ánimas, la calle del Arco, la calle de las Mazas, la de los Curubos, la calle de la Alegría, la calle del Olvido?
Qué nombres estos para dar vuelo a la imaginación creadora, a un sueño poético, a un sinfín de leyendas y remembranzas.
En lo que ahora es la carrera 10.ª, entre calle 13 y avenida Jiménez, en el extremo norte, por donde corrían las aguas del río San Francisco todavía a mediados del siglo XIX, había un sector oscuro, tenebroso en las noches y peligroso para quien se aventura por ese paraje.
Una que otra mortecina luz rompía la bruja de ese misterioso lugar donde se decía que se reunían las brujas para sus aquelarres. Era la calle o patio de las Brujas.
Juan Rodríguez Freyle habla de una de ellas, no precisamente de las del río San Francisco, sino de una llamada Juana García, que, cuando la sentenciaron al destierro, se “echó a volar desde el cerro que está a las espaldas de Nuestra Señora de las Nieves”.
Antes de la calle de San Cosme, hoy entre la calle 16, entre las carreras 7.ª y 8.ª, había una arcada de piedra con techo y ventanales, que servía para comunicarse los padres franciscanos con los Hermanos Terceros, del frente: solo para eso, de tal manera que los cachacos decían socarronamente, después de que demolieron la arcada, en 1862, que “en Bogotá había un puente que solo servía para pasar por debajo de él”.
Esa se llamó calle del Arco; peligrosa por lo angosta, sombría y por ser guarida de ladrones organizados en cuadrillas, que por esos tiempos asolaban la ciudad; como la tenebrosa banda del doctor José Raimundo Russi, ejecutado en 1861 por haber dado muerte a uno de su propia cuadrilla.
En el barrio oriental de Las Nieves, el sector que corresponde a la actual calle 21 entre carreras 1.ª y 3.ª , se llamaba calle del Pecado Mortal. Por allí, en las lóbregas y frías noches, un viejo, alto e inseguro como una aparición, de capa y sombreo chambergo, haciendo sonar una campanilla, andaba gritando con voz de ultratumba: “¡Una limosna, por el amor de Dios, para salvar las almas de los que están en pecado mortal!”.
Donde ahora está el Banco Popular, en la calle 17 entre carreras 7.ª y 8.ª, se levantaba la casa de don Felipe de la Maza y doña Rosalía Loboguerrero, que tenían siete hijos, entre ellos Hermógenes Maza, y cuatro hermanas; se llamaba calle de Santa Rita y también de Las Mazas, apelativo este dado por las hermanas del ‘niño Hermógenes’: Manuela, Dolores, Rosa y Mónica, que, juntas, vivieron allí y se distinguieron por ser tan patriotas como su famoso hermano.
La calle del Coliseo, actual calle 10.ª entre carreras 5.ª y 6.ª, tomó este nombre del primer teatro que hubo en Santa Fe, construido en 1792 y demolido en 1885 para construir el Teatro Colón. El escritor y diplomático francés, Augusto Le Moyne, quien lo conoció en 1840, dijo que era muy pobre, que carecía de sillas y que si uno quería asistir a un espectáculo debía enviar los muebles con antelación. Se cuenta también que quien compraba una boleta tenía derecho a un tamal, pero después tamal y boleta se vendían por separado.
La actual calle 15 entre carreras 8ª. y 9ª. se llamaba oficialmente calle de San Justo, pero fue conocida como calle del Ciprés, por el árbol, que en 1582 fue traído por los franciscanos, sembrado en el solar del convento de San Francisco y derribado en 1871, a los 289 años.
En la calle del Llano de Belén, ahora, carrera 4.ª entre calles 5.ª y 6.ª , al oriente de la ermita de ese nombre, se sepultaba a los suicidas. Como en una calle había una cofradía de las ánimas y en otra una imprenta, se las denominó del Purgatorio y de la Imprenta Patriótica. La calle Real, empedrada y con andenes, era la del comercio.
Las casas de esa calle eran de dos pisos: arriba vivían los dueños y en la parte baja se abrían las “pulperías” o tiendas; la principal era la del chapetón José González Llorente, el del florero del 20 de julio; y como parece ser que los bogotanos tenían mucho tiempo para no hacer nada, en una “pulpería” un letrero advertía a su clientela: ‘Prohibido tertuliar aquí’. El mismo Le Moyne cuenta que esa calle mal empedrada y sucia, por las noches, era una trampa mortal para los viandantes, por los huecos y por lo mal alumbrada, pues no tenía sino seis faroles, “con una triste vela en cada uno”. Solo el típico vigilante santafereño llamado ‘sereno’ vigilaba esa calle por la noche, alumbrándose con un farol y dando la hora (que no se sabe cómo la sabía).
Desde la Colonia hasta los tiempos de la República, las calles de Santa Fe de Bogotá, y Bogotá después, eran descuidadas y sucias.
Por el centro de ellas pasaban acequias que recogían los malolientes desagües de las casas. Aunque estaba prohibido echar la basura a las calles, se autorizaba a hacerlo por la noche, y no era un chiste decir que de limpiar las calles se encargaban cuatro agentes: los gallinazos, la lluvia, los burros y los cerdos.
Tanto preocupó este asunto a los gobiernos que para conjurarlo algunos tomaron medidas que en nada comprometían al fisco ni a la burocracia. El virrey Amar y Borbón, en 1807, por un bando de buen gobierno, ordenó a los ciudadanos que todos los sábados barrieran los frentes de sus casas.
También a las autoridades les dio por hacer barrer las calles a las mujeres que cogían de noche, que por lo general eran mujeres de vida licenciosa que concurrían a las chicherías prohibidas por el rey Fernando VI, porque, según había llegado a saber, en esas bebidas se desleían huesos de difuntos “para poner los amatorios y para conseguir las bebedoras de mayor consumo”.
Nos despedimos camino de la Plaza Mayor, antes de que colocaran en el centro la estatua de Simón Bolívar, en remplazo de la pila que surtía de agua, que traían del río Fucha, a ese sector de la ciudad.
El adorno principal de esa fuente lo constituye una estatua de San Juan Bautista, arriba de ella, y que el pueblo dio por llamar el Mono de la Pila, y ya es común decir que cuando no se quería atender un ruego o se desatendía una queja, se mandaba al interlocutor a quejarse ‘al Mono de la Pila’.
Pasan un alguacil mirando de soslayo, una aguadora de grandes ojos negros, un sacerdote conversando animadamente con una señora, unos colegiales, un burro cargando mercancías para una tienda, un oidor rodeado de golillas, un chico repartiendo hojas sueltas.
Pasa el tiempo, y desde una terraza de la Basílica del Señor de Monserrate sigo mirando la ciudad inacabada, añosa, y codiciada aún por caballeros que ya no toman por gigantes los molinos de viento, ni ven ejércitos donde no hay sino ovejas...
*Acerca del autor
Premio Casa de las Américas 1975. Ganador de la Beca Nacional de Colcultura en 1989 y 1993. Autor de ‘El intrépido Simón’, ‘La canción del haragán’, ‘Érase una vez el libro’ y ‘El guerrero y los centauros’.
La presencia del pueblo Muisca de la Sabana de Bogotá, se remonta a tiempos inmemoriables. De acuerdo con las investigaciones y excavaciones hechas por Gonzalo Correal Urrego y Thomas Van Der Hammen, el primer momento poblacional, que se denomina de cazadores recolectores, se inicia con la llegada del hombre del pleistoceno tardío al valle del Magdalena hace 16.400 años.
Las excavaciones que se realizaron en la hacienda Tequendama I en 1973, cuyos resultados fueron publicados en el documento “Investigaciones Arqueológicas en los Abrigos Rocosos del Tequendama”, plantean que en boquerón del Tequendama habitaron seres humanos entre los años 12.400 y 5.600 años antes del presente.
El segundo momento poblacional del pueblo Muisca coincide con el abandono del los abrigos rocosos hace 5700 años antes del presente , marcando la aparición del Hombre del Aguazuque.
Los primeros restos que permiten hablar del hombre de Aguazuque fueron encontrados en la hacienda que lleva su mismo nombre, en límites de Soacha y Mosquera frente a Bosa, con el río Bogotá en medio.
Hace 2700 años con la aparición del cultivo del maíz en Zipacòn, emerge el pueblo Muisca (Jaramillo;14:2003). La sociedad muisca se componía de cacicazgos. Estas eran entidades políticas sencillas pero centralizadas, que agrupaban distintas comunidades locales al mando de un cacique o señor al que se reconocían poderes civiles y religiosos, según establecen los cronistas que acompañaron a los primeros europeos en pisar este territorio, de acuerdo a los datos proporcionados por ellos, el territorio de los Muiscas abarcaba las cuencas y valles del río Bogotá hasta Tena, el río Negro hasta Quetame, el Guavio hasta Gachalá, el Garagoa hasta Somondoco, el Chicamocha hasta Soatá y el río Suárez hasta Vélez. No existe un acuerdo sobre cifras de población, pero los conquistadores son enfáticos en destacar la multitud de los indígenas. El investigador Eduardo Londoño afirma que aunque los conquistadores conocían las ciudades empedradas de la Sierra Nevada de Santa Marta, les llamó la atención el refinamiento y complejidad de las casas y construcciones:
“Llegados a estos pueblos de la sal, ya aquí mostró la tierra lo que en ella había y lo que había adelante, porque era muy gruesa y de muchos indios, y la manera de los edificios de casas, diferentes de los que hasta entonces habíamos hallado; en especial, una jornada más adelante de dicho pueblo de la sal entramos en la tierra del más principal señor que hay en ella, que se dice Bogotá; y bien mostró ser así, porque le hallamos una casa de su aposento que, para ser de paja, se podría tener por una de las mejores que se han visto en Indias”. (Lebrija y San Martín, [1539]: 84) Vista desde lo alto del cerro de Suba, la sabana de Bogotá presentaba una amplia zona pantanosa rodeada por una llanura cubierta de pastos y vegetación baja. En ella se destacaban numerosas aldeas -Suba, Tuna, Tibabuyes, Usaquén, Teusaquillo, Cota, Engativá, Funza, Fontibón, Techo, Bosa, Soacha...- y palacios compuestos por bohíos rodeados por dos o tres empalizadas concéntricas: (...) el cual pueblo era muy hermoso de pocas casas y muy grandes, de paja muy bien labrada; las cuales casas estaban muy bien cercadas de una cerca de haces de cañas, por muy gentil arte obradas. Tenía 10 o 12 puertas con muchas vueltas de muralla en cada puerta. Era cercado el pueblo de dos cercas. Tenía entre cerca y cerca muy gran plaza, y entre las casas tenía otra muy hermosa plaza. Una casa de ellas estaba llena de tasajos de venados, curados sin sal. (Anónimo, [1545]: 235) Con su sede de gobierno en Funza, Bogotá era el cacicazgo regional más extenso y poblado, no sólo del territorio muisca sino de todo el norte de Suramérica en aquel siglo. Sus gobernantes, los Zipas, lo habían conformado recientemente anexando los cacicazgos intermedios de Guatavita, Ubaque, Ubaté, Zipaquirá y Fusagasugá (Londoño, 1988). Sin embargo, Bogotá era a la vez el más inestable de los cacicazgos regionales en que se dividía en ese entonces el territorio de los Muiscas. Así, aunque el cacique de Bogotá opuso resistencia a la conquista, muchos de sus sujetos prefirieron sacudirse su dominio aliándose a los europeos. Por otro lado es de anotarse que el Salto del Tequendama y la laguna de Iguaque en el actual municipio de Arcabuco en Boyacá, eran adoratorios comunes a todos los indígenas Muisca, sin embargo, la sabana de Bogotá albergó otros lugares de importancia como el adoratorio de la laguna de Bosachìo en límites ente soacha y Bogotá, junto a la ciudadela Sucre, donde se realizaba la ceremonia de coronación del Zipa. El humedal de Tibaguya, que hoy conocemos como Tibabuyes o humedal de Córdoba, en la desembocadura del Río Neuque (hoy conocido como Juan Amarillo), era también un sitio sagrado, donde se realizaban los ritos de iniciación de la mujer. Por su parte, la laguna de Tibanica, junto a Bosa, servía para hacer la remembranza a Bochica (Jaramillo;14:2003)
1.2. El proceso de aculturación del pueblo muisca:
A la llegada de los conquistadores españoles el Pueblo Muisca habían alcanzado un alto nivel de organización sociopolítica, enmarcado en el concepto ampliamente difundido de cacicazgos, en donde los excedentes de producción se utilizaban para el sostenimiento de labores especializadas de tiempo completo en el campo político, económico y artesanal, y el poder político tenía un carácter permanente, heredado familiarmente. (Londoño, 1988)
Los indígenas Muisca sufrieron una fuerte represión durante las épocas de conquista y colonia, lo cual los llevó a su casi total extinción. Sobre su territorio tradicional se instaló uno de los centros político-administrativos más destacados de la colonia. Por esta causa y por las posteriores políticas desde la era republicana hasta el presente, el pueblo Muisca fue diezmado y tuvo que soportar durante muchos siglos la supremacía de la sociedad dominante, lo cual derivó fuertes y constantes procesos de mestizaje y aculturación.
Durante la colonia se crearon los resguardos indígenas, ante el alarmante descenso demográfico de la población indígena. Los resguardos, -- globos de tierra en tenencia colectiva y con gobierno indígena (Cabildo),-- permitieron a la población indígena reproducir pautas de vida comunitarias, en el marco de las instituciones coloniales.
Tras la independencia de Colombia, y ya entrado el período republicano, el Gobierno Nacional decreta en el año 1852 varias disposiciones en las que se ordenaba dividir y repartir los Resguardos indígenas, dentro de los que estaban los de la Sabana de Bogotá. Esto significó para los Muisca de Cota, Chía, Suba y Bosa, a finales del siglo pasado, la pérdida generalizada de sus tierras. La mayoría de estos territorios, antes propiedad de los grupos indígenas, fue adquirida por las clases pudientes, en la mayoría de los casos aprovechándose éstas del desconocimiento de los indígenas en materias legales y comerciales.
De esta manera se inició el proceso de proletarización del campo, el cual se consolidó con la industrialización de la producción agrícola e introducción de la ganadería. El alto nivel de desarticulación social de las comunidades indígenas junto con la presión de las políticas de Estado confluyeron a un largo proceso de mestizaje y de pérdida cultural.
A lo largo del siglo XX los indígenas Muisca adoptan una forma de vida campesina. Es así como la lengua, el traje y muchas actividades tradicionales indígenas se pierden. Con la imposición del catolicismo sucumbe la religión Muisca, aunque sobreviven algunos de sus rasgos de forma sincrética y asociados más a creencias supersticiosas.
El crecimiento descontrolado de Bogotá absorbió en los años sesenta los territorios tradicionales de las comunidades Muisca dentro de su casco urbano considerándolos en ese entonces como barrios de ocupación ilegal. Es así como las comunidades de Bosa, Suba, Chía y Cota se convirtieron en los últimos treinta años en localidades con altos niveles de urbanización y sus habitantes desempeñan actividades tanto rurales como urbanas. Este proceso repercutió fuertemente en la comunidad y le dio un nuevo carácter a su crisis de identidad. Los procesos migratorios en toda la Sabana de Bacatá hacen que la interacción entre lo indígena y la sociedad mayoritaria sean desiguales. La imposición de una forma de vida diferente obligó a los individuos de la comunidad a replantear su estilo de vida y por consiguiente su visión del mundo. El sujeto experimenta dolorosamente que su identidad, sus valores, lo que lo identifican y le ayudan a sobrevivir, ya no le sirven. El factor funcional de la identidad se pierde, lo cual genera desarticulación social, replanteamiento de las referencias sociales y altas tasas de emigración.
La crisis social del pueblo Muisca que caracteriza este período, conlleva a que el referente indígena se pierda y su identidad permanezca latente detrás de una imagen mestiza y asimilada. Sin embargo, algunos rasgos de identidad han permanecido vivos y operativos: las prácticas agrícolas, ciertas formas de cooperación comunitaria basadas en la cohesión de extensos grupos familiares, y la elección del Cabildo por la comunidad, que no ha dejado de realizarse. Estos rasgos han permitido que la comunidad de Bosa tenga una conciencia comunitaria, que es la base para la recuperación de la identidad indígena.
1.3 - El proceso de recuperación de la identidad del pueblo muisca
Los Muisca sufrieron a lo largo de varios años un acelerado proceso de mestizaje y aculturación que los hicieron perder parte de su tradición cultural milenaria, sin embargo a finales de la década de los ochenta se presenció en las regiones antiguamente habitadas por los Muisca un resurgimiento de la identidad indígena. Los factores que influyen este resurgimiento fueron las luchas que las organizaciones indígenas protagonizaron a nivel nacional desde los años setenta, y la posterior plasmación de sus resultados en la Constitución Colombiana de 1.991, que reconoce a los Pueblos Indígenas de Colombia una serie de derechos colectivos, entre los que se encuentran el reconocimiento de los Resguardos y del gobierno propio a través de las autoridades indígenas (Cabildos).
Sobre la base de lo anterior puede decirse que las características étnicas y culturales de la comunidad de Bosa de la que venimos tratando, se ajusta plenamente a los criterios que definen una parcialidad o comunidad indígena, por las razones que a continuación se exponen:
1. La comunidad se reconoce así misma como indígena, fragmento del pueblo Muisca. Esta identidad indígena se venía expresando a través de las nociones de raizal y descendiente que localmente se utilizan para denotar que no son venideros de ningún otro lugar y marcar de esta manera diferencias frente al “fuereño” o persona venida de otro lugar sin ninguna clase de vínculo cultural o social.
2. Esa herencia indígena Muisca, que reclama para sí la comunidad de Bosa, se mantiene actuante en las relaciones sociales presentes y no son una mera referencia al pasado. Si bien para la comunidad de Bosa de que venimos hablando, la familia en apariencia sigue la estructura derivada de la imposición del sistema español-cristiano (patrilineal y monogámico), sobre la destrucción del sistema Muisca (matrilineal y cognáctico), todavía se pueden encontrar hoy en día nociones de parentesco como estrategia de exclusión y/o inclusión, según corresponda a personas que no sean o sean consideradas como parte de la comunidad.
3. La identidad indígena se hace bien evidente en el uso local de los apellidos. Sobre el particular se puede anotar lo expresado por la antropóloga Maria Teresa Carrillo, investigadora de la cultura Muisca de la sabana de Bogotá. Se cita en extenso, por considerar que las reflexiones que se proponen van en la dirección de demostrar la vigencia de una identidad indígena:
“(…) la familia aparentemente sigue la estructura común colombiana de familia nuclear, pero la identidad está fuertemente arraigada en la familia extensa, pues además de mantener vivos los lazos de parentesco, de intercambio y de redistribución en algunos casos, también se mantiene la unidad territorial donde se asienta.
La noción de familia está fuertemente asociada a la de apellido, pero buscando nominar la totalidad de una familia extensa. En esa noción se incluyen los agnados que no llevan el apellido o mujeres de la ascendencia que tampoco lo llevan. (…) El apellido es únicamente la nominación de una identidad de grupo de familia extensa, que no necesariamente corresponde con la realidad de la nominación legal de una persona (…) Cada vereda tiene asegurado al detalle el recuento de sus familias extensas, conocen las de las veredas contiguas y en cada comunidad de municipio hay alguna familia que es conocida más al detalle por todos por concentrar prestigio político o económico.
Las familias reconocen una herencia en tierra a sus hijos y nietos, lo que asegura el asentamiento nucleado de una familia extensa y, en ocasiones, un grupo de familias extensas de un mismo tronco de parentesco. Tales asentamientos se dan en los lotes de los pueblos o en el marco de la vereda y para ellos las fronteras o límites de las veredas son también el límite entre parentescos. Por la ascendencia india se identifica cada persona con un territorio de origen (…) El apellido es la nominación del grupo de familia extensa (incluyendo a los parientes por alianza), residentes en un lugar determinado. Por esto, aunque el apellido elegido en la tradición oral sea generalmente el del abuelo o el del padre más antiguo vivo, lo que denota es la familia extensa y no los consanguíneos por filiación patrilineal.”
4. El Cabildo indígena y la vida comunitarista sobrevivieron varios años la disolución de los Resguardos. La comunidad de Bosa ha restablecido nuevamente la autoridad del Cabildo indígena y su asimilación ha sido relativamente fácil por ser una entidad con una fuerte raigambre en las comunidades andinas. El estar sujetos a la autoridad de un Cabildo, los diferencia de las personas del entorno local que por ser “fuereñas” siguen organizadas bajo otras figuras como las de las Juntas de Acción Comunal. De la misma manera la comunidad está empeñada en validar y reconocer el papel que históricamente han tenido los Mayores quienes de hecho han detentado autoridad para sus familias extensas, y por ello han institucionalizado el Consejo de Mayores.
5. La comunidad siempre ha tenido claros los criterios que definen la pertenencia étnica de las personas. En ese sentido culturalmente y tradicionalmente se han diseñado estrategias diversas para mantener fronteras y exclusividades frente a las personas provenientes de otras partes y que son considerados como “fuereños”. Sobre estos criterios ya se habló con cierto detalle en el apartado, de este concepto, sólo resta mencionar que cuando hay dudas sobre la descendencia o el raizalismo de alguna persona, a través de la tradición oral y acudiendo al conocimiento de los Mayores se decide sobre el particular.
6. Como se ha dicho con anterioridad la comunidad de Bosa ha logrado mantener consistente con el paso de los años una conciencia territorial que los adscribe a unos predios y/o parcelas determinadas. Esta conciencia, como es lógico, ha tenido fluctuaciones, y se han dado períodos de debilidad pero también de fortaleza. La fortaleza de esta conciencia ha surgido casi siempre cuando la amenaza que se cierne sobre el territorio es grave. Al parecer la conciencia territorial de la comunidad se vio afectada a partir de que Bosa fue anexado a Santa Fe de Bogotá, D.C., y dejó de ser un municipio autónomo. La vigencia de esta conciencia territorial se manifiesta en que un elemento significativo de identidad es el de tener derechos, ya sea familiares o individuales, a predios que hacían parte de los Resguardos disueltos a fines del siglo XIX. Es por ello que los actuales poseedores y propietarios de las tierras son descendientes directos de los indígenas vivían en los Resguardos.
7. Actualmente la comunidad se encuentra empeñada en adelantar un proceso serio de recuperación colectiva de la historia y la cultura Muisca . Esa ha sido justamente una de las principales tareas que se le han asignado al Cabildo indígena. Como lo han expresado los propios interesados, el sentido de la recuperación no es una vuelta al pasado, sino más bien la posibilidad de reinventar desde un sustrato cultural específico, en este caso el de la cultura Muisca actual.
8. Los argumentos que la comunidad ha esgrimido para demostrar su identidad indígena y su pertenencia al pueblo Muisca, aparecen consignados con meridiana claridad en el documento “Autoestudio Sociocultural de la Comunidad Indígena Muisca de Bosa” (6 folios). En el mencionado documento se pone de manifiesto que el actual proceso de reconstrucción étnica y cultural de la comunidad de Bosa, guarda importantes semejanzas con los procesos de recomposición étnica y territorial que adelantaron en otro tiempo las comunidades Muisca de Fonquetá y Cerca de Piedra (Chía) y Suba (Santa Fe de Bogotá, D.C.). La dialéctica de la identidad del pueblo Muisca, demuestra que procesos de pérdida y extinción de la identidad ocurridas en algunas comunidades, se han traslapado y articulado con dinámicas de revitalización étnica y renacer cultural que se han escenificado en otras, con lo que se está garantizando la continuidad de la identidad de un pueblo indígena: el Muisca.
2. LOCALIZACIÓN, CARACTERÍSTICAS SOCIOECONÓMICAS Y PROBLEMÁTICA.
La comunidad Muisca de Bosa se encuentra ubicada en la localidad VII de Santa Fe de Bogotá, llamada también Bosa. Esta zona de la ciudad está caracterizada por ser de transición entre el campo y la ciudad, ya que el proceso de crecimiento espontáneo de la ciudad está urbanizando gradualmente las regiones rurales y semirurales de la periferia. La mayor parte de los terrenos de la localidad de Bosa siguen siendo rurales, aunque están sometidos a una fuerte presión urbanística por la expansión de los barrios hacia el suroccidente y la construcción de nuevas vías para la ciudad. Estos territorios están ubicados en áreas ocupados por los antiguos resguardos coloniales, y actualmente lo conforman la vereda de San Bernandino y San José, que se localizan en el hinterland comprendido por la desembocadura del río Tunjuelito sobre el río Bogotá, lo mismo que los barrios aledaños de Villa Ema, San Bernandino, El Triunfo, El Potrerito y La Independencia, entre otros.
Por lo que concierne al contexto político administrativo, es de mencionarse que la ciudad de Bogotá y la sabana que la circunda constituyen, en la división político administrativa de Colombia, el Departamento de Cundinamarca. Bogotá es un Distrito, un ente administrativo especial. Dentro de Bogotá, en la descentralización que se produjo en 1.991, se crearon diversas localidades, que recogen distintos barrios y a veces veredas.
La localidad de Bosa está gobernada por la Alcaldía Local (o menor), cuyos ediles son elegidos popularmente y deciden los planes de inversión que se manejarán en la localidad. A su vez, cada barrio tiene Juntas de Acción Comunal, en cuyo seno hay ONGs que pasan proyectos a la Alcaldía para que se realicen con ellos las inversiones. Las Juntas no reciben dinero público directamente.
Esta localidad está habitada por un buen número de personas , según las cifras que maneja el cabildo, la población Muisca es de 1573 la comunidad indígena está ubicada en su gran mayoría en las veredas en las que que actualmente se dedican básicamente a la agricultura. El cultivo de maíz, alimento tradicional de la comunidad, se hace a gran escala. Este producto básico se emplea en una gama muy amplia y variada de recetas culinarias, entre otras en la producción de la chicha, cuya tradición indígena es conocida en toda Colombia. Así mismo, se cultivan toda clase de hortalizas, papa, arveja, fríjol, cebolla y zanahoria, tanto para consumo interno, como para su comercialización. Paralelo a esto se tienen parcelas dedicadas al cultivo de plantas medicinales para el consumo familiar o comunitario.
El pastoreo de ganado bovino y ovino, al igual que el cuidado y cría de aves de corral conforman otro renglón importante de la economía de la población. Las mujeres se ocupan del cuidado de la casa, de los niños y colaborando en los cultivos, en actividades de artesanía y en la confección de ropa.
La arremetida urbanística de la ciudad condujo tanto a jóvenes como a adultos a participar masivamente en actividades típicas del ámbito urbano. La construcción se presenta como la actividad laboral más importante, debido a la fuerte demanda de mano de obra no calificada existente en la periferia de la ciudad. De esta provienen principalmente los ingresos económicos para el sustento de las familias. Adicionalmente los habitantes de Bosa se dedican a actividades urbanas antes inusuales como son el transporte, la industria o la educación. No obstante, los niveles de desempleo son muy altos, como en el resto de la ciudad, así como la presencia de economía informal.
En materia de salud, los miembros de la comunidad muisca acuden al Sistema Público de Salud, pero lo hacen sin que se considere su peculiar identidad indígena y sus problemáticas específicas. La localidad de Bosa dispone de un Hospital y cerca de la comunidad hay servicios de medicina general. Actualmente los miembros de la comunidad que han sido censados por el cabildo se encuentran cobijados por el régimen subsidiado para poblaciones especiales a través de la ARS “Pijaos Salud”:
En lo relativo a la educación, el único colegio es el Distrital de San Bernardino, que es insuficiente para la población de la comunidad y barrios aledaños, por lo que hay población sin escolarizar. Hay un importante grado de analfabetismo. Además, en los planes curriculares y en las actividades docentes se ignora la especificad indígena de la comunidad, y no se contemplan la cultura y la historia muisca como una parte de la cultura y la historia colombianas. Si se tiene en cuenta que el porcentaje de población en edad escolar es muy elevado, es posible entender que éste es un problema prioritario a tratar por parte del estado colombiano y de la comunidad.
Es importante anotar que se conservan aún algunas prácticas recreativas tradicionales tales como el juego de tejo o turmequé, la rana y el bocholo.
La comunidad Muisca de Bosa es hoy en día parcialmente urbana. Actualmente viven sus pobladores hacinados en pequeñas casas en la periferia noroccidental de Bogotá y se encuentran dentro de una de las zonas más deprimidas de la ciudad. Los niveles de pobreza son extremadamente altos y los planes de desarrollo elaborados por el Distrito no solo no concuerdan con los intereses de la comunidad de Bosa, sino que han contribuido a aumentar los problemasbásicos que los aquejan. Sin ánimo exhaustivo, trataremos de enumerar estos problemas:
1. Presión urbanística: Desde hace 20 años el territorio de Bosa se ha ido reduciendo por la presión de la metrópoli. Actualmente, el antiguo municipio está incorporado a la ciudad como localidad VII, pero el territorio de la comunidad indígena es urbano y rural a la vez. Hay proyectadas cuatro vías que atravesarían el territorio de la comunidad, amenazando con acabar con sus formas de vida y su identidad: la carretera de San Bernardino, la Alameda de Fontibón a Soacha, la Avenida Cali y la Longitudinal, que sería la salida del norte de Bogotá a la Panamericana pasando por Soacha y Bosa. Ésta última obra está planeada (y comenzada a construir) sobre los humedales de Bogotá, que en los últimos 50 años se han reducido en un 90 %.
2. Los barrios que conectan el centro de Bosa con la comunidad no están asfaltados. Hasta la comunidad apenas llega 1 autobús de servicio público, y varios de servicio ilegal. A partir de las 10 de la noche ya no hay servicio y hay que llegar a pie desde el centro de Bosa (más de media hora andando).
3. Graves deficiencias en los servicios públicos: A la comunidad llega luz, pero no agua, que debe ser comprada y acarreada, o bien se obtiene medianteenganches ilegales. La comunidad indígena está rodeada de barrios de invasión, que surgen ilegales y carecen de servicios. Sólo las casas más cercanas al centro de Bosa disponen de servicios legales y completos.
4. La comunidad está surcada por dos ríos: el Bogotá y el río Tunjuelito. Ambos nacen del Salto del Tequendama y rodean la comunidad. En especial el río Bogotá es el más contaminado de toda Colombia. Los problemas de insalubridadque se generan a su paso por la comunidad son graves. Por la noche, los efluvios y olores son muy potentes. Algunos sembrados son regados con agua del río y, aunque los indígenas utilizan una planta llamada buchón que sirve de filtro, otra gente venida de fuera no lo hace. El ganado pasta y bebe agua del río.
Cada familia, independientemente de donde viva, tiene acceso a parcelas de diverso tamaño, que se utilizan para cultivos que son realizados pormacrofamilias o familias extensas.
5. Estos predios familiares han pasado por herencia de generación en generación hasta los actuales pobladores, y hacen parte de las particiones en que fueron divididos los Resguardos a fines del siglo XIX.
6. La mayoría de la población de esta comunidad es netamente campesina. Elprincipal cultivo para el autoconsumo es el maíz, a partir del cual elaboran varios productos como la chicha y diversas clases de envueltos.
7. Se cultivan también hortalizas diversas, al igual que papa, que sirven tanto para el autoconsumo, como para su comercialización en Corabastos.
8. Es muy frecuente que la actividad agrícola se complemente con la cría de
algunas cabezas de ganado ovino y bovino. De la misma manera casi todas las parcelas tienen diversas aves que utilizan para el autoconsumo.
9. Las mujeres se dedican, además de las usuales labores domésticas y de cuido de los cultivos y animales, a la elaboración de productos manufacturados a partir de la lana.
10. En las huertas se pueden encontrar fácilmente plantas medicinales que son para el consumo familiar y/o comunitarista.
11.Dado el acelerado crecimiento urbano, en la actualidad son muchas las personas que se ven forzadas a trabajar fuera de sus parcelas, en la construcción y la albañilería.
12. Todavía son muy frecuentes formas de trabajo comunitarista y de reciprocidad, ya sea para recoger y comercializar las cosechas, o para construir algunas viviendas. Ante la desgracia o la presencia de hechos luctuosos para alguna familia, la solidaridad está a la orden del día.
13. Alrededor de las actividades productivas y económicas se escenifica una intensa vida comunitarista y colectiva, centrada en la dinámica de las macrofamilias.
3. ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA:
La comunidad ha decidido nuevamente reconstruir el Cabildo indígena como espacio para el ejercicio de la autoridad y el autogobierno. Si bien es cierto que el Cabildo se institucionalizó con mayor fuerza desde el 3 de enero de 1999, hay que mencionar que un Cabildo transitorio venía funcionando desde agosto de 1998. Por sugerencia de las autoridades Muisca de Suba (Santa Fe de Bogotá, D.C.) y del Resguardo de Cota (Cota) han formalizado la autoridad de los Mayores, a través de la institucionalización del Consejo de Mayores, como instancia asesora del Cabildo indígena, actualmente se encuentra trabajando en la elaboración de un reglamento interno para el Cabildo indígena, para lo cual ha sido muy importante la explicitación de normas y códigos de conducta y comportamiento que hacen parte de sus usos y costumbres.
Los miembros de la comunidad han decidido dejar de lado otras formas de organización --como la Junta de Acción Comunal-- y han asignado funciones y competencias al Cabildo indígena, en la perspectiva de fortalecerlo, es así que la dinámica comunitarista se ha visto consolidada a partir de las actividades desplegadas por el Cabildo indígena.
La Dirección de Participación ciudadana de la Alcaldía Mayor de Bogotá afirma en el documento “Por una nueva identidad social” lo siguiente: “(...) Las comunidades indígenas no pueden seguir estando por fuera del marco político del Estado en cuanto a su propuesta como ciudadanos; la sociedad no puede seguir mirando al indígena como un aspecto aún folklórico de nuestra historia, cuyo valor reside en la conservación de los vestigios de nuestra etapa premoderna.”
Con este testimonio oficial de la Alcaldía de Bogotá queda plasmado el esfuerzo que la comunidad Muisca de Bosa ha hecho en los últimos años. Esta comunidad no tiene en apariencia diferencias con la sociedad mayoritaria, sin embargo su identidad indígena ha logrado sobrevivir con el paso de los años. El fundamento de su proceso de rescate cultural se basa en que ellos se reconocen, no como los descendientes de los indígenas Muisca, sino como los propios Muisca de la familia lingüística chibcha, negando así el falso enunciado sobre la desaparición del pueblo Muisca. De esta manera se hace evidente la necesidad de superar los estereotipos de lo indígena como pueblos aislados con lengua y vestimenta propia, situados en áreas netamente rurales o selváticas y pertenecientes a culturas denominadas como preindustriales o primitivas.
La comunidad Muisca de Bosa se considera a sí misma como una población de familias tradicionales indígenas “raizales”, es decir: como originarias del territorio donde habitan y no venideras de ningún otro lugar, que se encuentran en un estado de transición entre lo rural y lo urbano. Así mismo reconocen una serie de rasgos mestizos en su cultura, lo cual no debe ser entendido como un impedimento para afianzar su identidad indígena. Por el contrario, la comunidad Muisca de Bosa se reconoce como una sociedad indígena contemporánea. Sin embargo, para sustituir el estereotipo del indígena puro por la verdadera identidad, es necesario conocer y valorar el proceso de mestizaje, y rescatar los elementos culturales resultantes.
5. TERRITORIO: SITUACIÓN LEGAL ACTUAL
1. Los predios que por familias extensas actualmente poseen y ocupan, y de los cuales hoy en día todavía son propietarios, hacían parte de Resguardos indígenas cuyo proceso de desestructuración se consolidó a partir de 1850 cuando el Gobierno Nacional expidió leyes que pretendían acabar con los Resguardos indígenas y con cualquier vestigio de propiedad colectiva .
2. Para el caso de los Resguardos localizados en Bosa, la disolución de los Resguardos adquirió dramáticas proporciones entre 1869 y 1886, cuando definitivamente fueron declarados vacantes y disueltos los Resguardos que se habían constituido alrededor del año 1600.
3. La repartición y disolución de los Resguardos de Bosa se inscriben claramente dentro de la dinámica global que caracterizó los procesos de extinción de los Resguardos de las diferentes comunidades Muisca de la sabana de Bogotá . Pese a la enorme dispersión y fragmentación de las comunidades Muisca, la extinción de sus Resguardos guarda enormes semejanzas.
En primer lugar, la repartición de los Resguardos se hizo a instancias de hacendados y grandes terratenientes interesados en adquirir nuevas tierras, de ahí que en no pocas ocasiones estos indígenas, ahora propietarios individuales, terminaron por malvender sus parcelas al cabo de unos años. En segundo lugar, al interior de las comunidades indígenas nunca se presentó consenso y unanimidad alrededor de la extinción de sus Resguardos, y se evidenciaron claramente dos tendencias: la de los comuneros decididos a mantener la propiedad colectiva de las tierras, y la de los indígenas que, seducidos por la idea de ser propietarios individuales, pujaban porque fueran declarados vacantes.
4. Pese a que la mayoría de las veces este conflicto de intereses entre los indígenas se capitalizó en favor del sector proclive a la división de las tierras comunales, la disolución de los Resguardos no significó necesariamente la pérdida de la identidad indígena, puesto que en muchos aspectos continuó la vida colectiva dinamizada por los Cabildo que siguieron funcionando silenciosamente.
5. Pese a que a principios del siglo XIX ya no existían Resguardos en la sabana de Bogotá de la importancia y significación de los que existían en otras regiones del país, si se conservaron formas de propiedad colectiva hasta 1971. Sobre el particular, puede ser oportuno mencionar lo siguiente:
(…) En Chía a los indios se les concentró en el cerro de Fonquetá (…) el Resguardo fue repartido, al igual que el de Chocontá, en el año 1839 (…) El Resguardo de Facatativá hasta 1852 (…) El de Tenjo, en el cerro Churuguaco hasta 1934; hoy subsiste una extensión de 54 hectáreas (…) En Tocancipá todavía se elegía cabildo gobernador en el año de 1971 (…) a pesar de que por Decreto del 14 de agosto de 1940 se dispuso su repartimiento, expropiando la parte plana y dejando la falda y el peladero para que se refugiaran allí las familias sin tierra; en 1944 la extensión del Resguardo era de 35 kilómetros cuadrados (…) hoy en día sólo dispone de 1600 hectáreas sobre la cordillera de Guatavita (…) En un oficio sin fecha recibido en el Incora a mediados de 1975, 99 comuneros pidieron la división del Resguardo de Tocancipá, que si bien no se hizo, en él parece más avanzado en el proceso de contradicción de los intereses de los distintos comuneros (…) El de Chía extinguido en 1839 subsiste, sin saberse cómo, en la vereda de Fonquetá al sur-oeste del municipio (…) El de Tenjo por su pequeña extensión y la ausencia de canteras apenas si se nombra (…) En Gachancipá parece que existe una zona similar a las anteriores (…).
De lo anteriormente citado queda claro no sólo que muchos Resguardos siguen sobreviviendo hoy en día de hecho aún después de ser disueltos de derecho, sino que existen todavía áreas significativas que están amparadas por figuras de propiedad colectiva y comunitarista, como sucede también en la vereda de Palo Gordo en Ubaté (Cundinamarca) y en algunas áreas de las veredas San Bernardino y San José de Bosa (Santa Fe de Bogotá, D.C).
6. El caso de la comunidad de Bosa que venimos tratando es significativo, porque a pesar de la disolución de los Resguardos, siguió manteniendo una conciencia territorial más o menos fuerte que impidió en diversos momentos que su territorio terminara a manos de urbanizadores piratas. Si bien es cierto que parte de los predios familiares que hacían parte de los Resguardos de Bosa, por obra y gracia de abogados y tinterillos, terminaron en manos de urbanizadores ilegales, también es cierto que de alguna manera pudieron controlar esa situación e impedir que el proceso urbanístico caótico y desordenado los asimilara e incorporara a la ciudad como obreros y/o empleados.
7. Actualmente esta comunidad siente que sobre su territorio, configurado a partir de los predios y parcelas que familiarmente poseen y ocupan, gravita una amenaza seria y directa. Justamente el temor que tienen de perder sus tierras, ante la imposibilidad real y manifiesta de pagar los altos impuestos de valorización que se les está cobrando, ha sido el detonante que ha coadyuvado a consolidar el proceso de reindianización actual que se ha propuesto la defensa de su territorio como uno de los pocos reductos rurales que perviven en Santa Fe de Bogotá, D.C. Esta situación de defensa de sus territorios tradicionales ha sido, por otra parte, el común denominador de todos los procesos de reindianización que se han presentado en las últimas décadas. En ese sentido la defensa territorial se convierte en el suceso que termina por activar las identidades indígenas que se encontraban latentes.
Tradicionalmente la comunidad indígena de Bosa ha estado ubicada en los territorios de antigua ocupación indígena, sobre los cuales se constituyeron los resguardos coloniales. De estos viejos resguardos, la comunidad posee algunos títulos de parcelas o predios expedidos por la alcaldía del antiguo municipio de Bosa y por el Estado de Cundinamarca, cuando el país estaba organizado bajo el régimen político de los Estados Unidos de Colombia en el siglo XIX, y otros otorgados por el actual Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA).
Con el correr de los años, los indígenas han perdido gran parte de sus territorios debido a la compra de sus tierras por parte de algunos latifundistas y por crecimiento indiscriminado de la capital, la cual ha absorbido la población y diluido las antiguas fronteras del territorio tradicional. Sin embargo, parte de las posesiones de parcelas de cultivo y vivienda que se conservan están respaldadas, como ya se dijo, con los mencionados títulos originarios y otros convertidos en escritura pública por procesos de sucesión o ventas irregulares. El territorio actual está considerablemente reducido por la disolución de las propiedades comunales indígenas y dando lugar al predominio de la propiedad privada, caracterizada por la existencia de pequeñas y medianas fincas familiares campesinas. Esta situación contribuyó al debilitamiento progresivo de los elementos socioculturales que identificaban a la comunidad indígena.
El territorio es un factor necesario para la recuperación y fortalecimiento de la identidad cultural indígena, pues en el territorio se crean los símbolos sociales y donde se llevan a cabo los procesos cognitivos y de socialización. Además, es grande su importancia socioeconómica para la comunidad. Como se mencionó anteriormente la agricultura sigue siendo una actividad vital, y en torno a ella giran gran cantidad de vínculos sociales. Por esta razón, la tenencia de la tierra es un elemento de identidad, en términos de arraigo y de sustento económico, primordial para la comunidad.
Actualmente, el Cabildo adelanta un proceso de sensibilización adentro de la comunidad para recuperar el territorio tradicional y reconstituir el Cabildo disuelto a fines del siglo pasado, informando de los beneficios que conllevaría. Para ello, se está negociando la puesta en común de fincas a nombre de la comunidad, con las que comenzar la reconstitución del Resguardo.
6. LA PERSPECTIVA DEL PLAN DE VIDA DE LA COMUNIDAD MUISCA DE BOSA.
Los Planes de Vida son el mecanismo al que acuden los pueblos indígenas para implementar sus propias estrategias de desarrollo. Dado que Los Planes de Vida son la estrategia privilegiada que tienen los pueblos indígenas para plantear alternativas al desarrollo desde sus cosmovisiones particulares., éstos apuntan a garantizar el devenir y la pervivencia de los pueblos indígenas en consonancia con sus opciones civilizatorias propias. En suma, puede decirse en términos generales que los Planes de Vida son la herramienta con que cuentan los Pueblos Indígenas para afirmar y consolidar sus identidades étnicas y culturales.
El proceso organizativo que adelanta esta comunidad se ha realizado paralelamente a un proceso lento pero afortunado de recuperación colectiva de su cultura y de su historia, este proceso puede aportar los contenidos históricos y culturales necesarios para la posterior elaboración de su Plan de Vida. Es así que como una opción propia y participativa de desarrollo, el Plan de Vida Muisca de Bosa se formulará con la intención de integrarse a las políticas administrativas de la ciudad de Bogotá
7. RELACIONES POLÍTICAS HACIA EL EXTERIOR DE LA COMUNIDAD:
Como complemento a la propia conciencia que la comunidad en cuestión tiene sobre su identidad y pertenencia étnica, que se recrea y reproduce en los imaginarios colectivos, las autoridades legítimas y reconocidas de las comunidades Muisca existentes han hecho unos pronunciamientos donde explícitamente reconocen la identidad Muisca de la comunidad de Bosa.
Hay que mencionar que entre las conclusiones emanadas del Primer Foro “Memoria e Identidad de los Indígenas Muisca de la Sabana de Bacatá: Un Pueblo en Reconstrucción” --escenificado en la comunidad Muisca de Suba entre el 27 y el 29 de agosto y en el cual participaron activamente las autoridades de las comunidades Muisca de Fonquetá y Cerca de Piedra (Chía), Resguardo de Cota (Cota), Suba (Santa Fe de Bogotá, D.C. ) y Bosa (Santa Fe de Bogotá, D.C.)-- fue la de apoyar el proceso de reconstrucción étnica y cultural de la comunidad de Bosa, validar su identidad indígena y reconocer su pertenencia al pueblo Muisca contemporáneo.
El trabajo de reconocimiento de la parcialidad de Bosa recayó fundamentalmente en las autoridades Muisca de Suba. Cumpliendo con el mandato emanado del “Primer Foro…” expresaron lo siguiente:
“(…) Para las autoridades Muisca no cabe duda en que la comunidad de Bosa hace parte integral de nuestro pueblo y por eso validamos su proceso de reconstrucción étnica y cultural. (…) De acuerdo a nuestros usos y costumbres, los indígenas Muisca del Resguardo de Bosa siguen manteniendo una fuerte tradicionalidad fundamentada en un gran respeto al Territorio, que por suerte para ellos, aún no ha sido completamente desvastado-urbanizado y se encuentra en posesión de la comunidad. A pesar del desarraigo y separación territorial que la sociedad mayoritaria ha producido al interior de la comunidad indígena de Bosa, los raizales aún viven como tal en las veredas de San Bernardino y San José, y en los barrios aledaños de Villa Emma, San Bernardino, El Triunfo, El Potrerito y La Independencia, entre otros, de la localidad de Bosa(…) En permanentes visitas y caminatas con nuestras Autoridades Tradicionales Muisca del Resguardo de Suba, pudimos verificar que en el Resguardo de Bosa cada macrofamilia tiene, al igual que nosotros, un terreno (cementera) dentro de los antiguos predios del Resguardo que se reivindica, practicando actividades de pastoreo, cuidado de ganado ovino, bovino y aves de corral(..) De la misma forma resaltamos el emparentamiento entre familias de los Resguardos de Bosa y Suba que se vieron separadas a comienzos del siglo por fuerza de la disolución de los Resguardos, pero a través de la Tradición Oral aún viva entre nosotros, sepamos (sic) de la existencia de nuestros primos y familiares. (…) A las autoridades Muisca no nos cabe la menor duda de que la comunidad de Bosa es Muisca por tradición y contemporáneamente los consideramos como parte de nuestro pueblo”.
Las autoridades Muisca de la sabana de Bogotá certificaron favorablemente sobre la condición de indígenas Muisca de la comunidad de Bosa, fundamentalmente porque vieron analogías entre la vida cotidiana de las respectivas comunidades. En ese contexto se percataron de que la cultura Muisca se estaba recreando y viviendo en esa comunidad. Consideraron que el modo de vida de los Muisca de Bosa está, por decirlo de alguna manera, a la mitad del camino entre la vivencia de los de Suba y la vivencia de los de Cota. En ese sentido se percataron que la vida rural y campesina que lleva la comunidad de Bosa es similar a la que desarrollan los Muisca del Resguardo de Cota, y de la misma manera se dieron cuenta que ciertas actividades propias de la vida urbana que tienen lugar en la comunidad de Bosa son las mismas que desarrollan los Muisca de Suba.
Según el politólogo Carlos Durán (2004:41) la participación de la comunidad indígena de Bosa con otras comunidades indígenas y con otros sectores de la población le ha permitido al Cabildo establecer lazos de solidaridad y reconocimiento con grupos y organizaciones políticas que tienen trayectoria a nivel nacional:
“La relación con otras comunidades la han tejido en tres radios de acción: a) nivel local, cuando reciben miembros de otras comunidades en su territorio (...) La relación que más se conoce con otra comunidad indígena de la ciudad es con el Cabildo Inga. Con éste se turnan el puesto en Consejo distrital de cultura, lo que además lleva a que busquen diseñar políticas en beneficio de las dos comunidades y del resto de población indígena residente en la ciudad. Claro está, el apoyo que reciben no es sólo de indígenas sino también de otras minorías étnicas , como olo son las negritudes y los gitanos, quienes también presentan organizaciones urbanas que asisten a los Consejos Locales de cultura y al Consejo Distrital de cultura (...) b) a nivel muisca, la recreación del Cabildo Mayor permitió establecer una comunidad política basa en elementos culturales compartidos entre los miembros de los deferentes cabildos del altiplano cundiboyacense (Cota, Chía, suba, Sesquilé y Bosa) Esto tiene como finalidad unificar el discurso en aras del reconocimiento y a la vez compartir saberes y tradiciones que de una u otra forma fortalezcan a todas las comunidades ( ...)c)a nivel nacional, los Muiscas se relaciona con otras comunidades indígenas siendo partícipe de la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC...”
Actualmente, la comunidad hace parte de la mesa interécnica de Bogotá, conformada además por los cabildos Inga y Kichwa, el proceso organizativo Room (gitano) PROROM, la organización raizal de carácter nacional The Ketlënan Nacional Association (KETNA), Y el proceso de comunidades negras de Colombia (PCN). El cabildo participa a través de su delegado Oscar Melo Neuta de las actividades que la mesa convoca.
En términos generales, puede decirse que el proceso de fortalecimiento organizativo se ha expresado en una mayor participación de la comunidad en los asuntos de su interés, y en un aumento considerable de las funciones y la operatividad del Cabildo, de acuerdo con la legislación vigente que reconoce el autogobierno indígena. También se crea el Consejo de Mayores, compuesto por ancianos de la comunidad, como órgano que acompaña al Cabildo y que orienta el proceso de recuperación identitaria, siendo sus decisiones vinculantes. Este proceso se encamina hacia la formulación de un PLAN DE VIDA de la comunidad, que abarque la ordenación del territorio, la prestación de los servicios necesarios, la educación muisca, etc.
Desde el comienzo del proceso, tanto el Cabildo como la comunidad ha entendido que la recuperación de la identidad y el fortalecimiento organizativo debían fundamentarse en una recuperación colectiva de la historia y la cultura Muiscas, de modo que, a partir de los rasgos comunitarios operativos, se pudiera rescatar la identidad latente, mediante la participación de toda la comunidad en procesos investigativos que pretenden rescatar la memoria de los mayores y la documentación histórica y etnográfica. Como parte de este ejercicio la comunidad se ha organizado en grupos de trabajo constituidos de acuerdo al interés y a las habilidades de sus miembros, es así que actualmente existen cinco grupos a saber: el grupo de comidas tradicionales, conformados por mujeres que aplican y recuperan recetas de comida tradicional. El grupo de danzas conformado en su mayoría por jóvenes, El grupo de artesanías en el que participan mujeres, el grupo de música y el grupo de historia oral al que pertenecen jóvenes en su totalidad y que se conformó con el fin de implementar la metodología de recopilación de información primaria a través de la aplicación de entrevistas tipo “historia de vida”. Es de anotar que estos grupos fueron conformados a partir de la implementación del proyecto recuperación de la historia propia como una alternativa de convivencia y aprovechamiento del tiempo libre en el territorio muisca de Bosa, auspiciado por el departamento administrativo de acción comunal de la alcaldía mayor de Bogota, en el año 2001.
Sensibilización de la población no indígena de Bosa y Bogotá.
La superación del tópico del indígena que vive en territorios remotos, inhóspitos e inaccesibles domina todavía el imaginario colombiano de la diversidad cultural. Pero lo cierto es que, debido al rápido crecimiento urbano de los últimos treinta años y a las migraciones masivas de campesinos e indígenas expulsados de sus tierras por la violencia armada en Colombia, cada vez es mayor el número de indígenas que habita los barrios marginales de la ciudad. En el caso de la comunidad muisca de Bosa, es la ciudad la que se ha extendido hasta conectar con su territorio, dejándola en la peculiar situación de ser a la vez una comunidad urbana y rural.
La intención del Cabildo, es la de ir superando ese imaginario, extendido por la historia y la antropología, que contempla a los muiscas como una civilización precolombina extinguida, de la que sólo se tienen conocimientos etnográficos e históricos. Se quiere reivindicar la existencia de los actuales muiscas y de su memoria oral.