Un poco de análisis a mayores. Fuente: http://www.crisisenergetica.org/com...
DE MALAGA A MALAGÓN Y TIRO PORQUE ME TOCA
Leo con tristeza infinita lo que va ocurriendo en Libia, desde el comienzo. Primero la masacre de los ciudadanos libios que intentan rebelarse y cambiar un régimen. Después, las reacciones cínicas de los países occidentales, en este caso, principalmente los europeos, cuyas fotos de dirigentes en el poder abrazando a Gadafi no excluyen a ninguno de nuestros queridos demócratas de toda la vida.
Veo a Gadafi masacrando a su pueblo con el armamento vendido por España, con Mirages franceses, con carros de combate británicos, con material italiano, ruso lo que haga falta, pero sobre todo, europeo.
Veo que las empresas europeas y alguna estadounidense, eran las que estaban manipulando y dirigiendo la exploración, perforación, bombeo y extracción, creación y mantenimiento de infraestructuras de petróleo y gas, que hasta ayer mismo, hacían jugosos negocios con el dictador. Y que ahora reniegan de ellos y salen precipitadamente, para que los países donde asientan sus sedes y que son los que facturan, puedan bombardear sin problemas.
Escucho las vomitivas declaraciones de los lebratos del dictador, diciendo posiblemente alguna cruda verdad sobre los que ahora les han traicionado (Roma no paga a traidores), cuando ayer mismo los estrechaban la mano, en el sentido de que les habían pagado una buena parte de las campañas electorales a estos demócratas nuestros de toda la vida.
Veo unas Naciones Unidas que han terminado consagrando, una vez más, el derecho de bombardeo humanitario, que se va convirtiendo en una costumbre, en paralelo con la creciente podredumbre y falta de credibilidad que tiene este difunto organismo, que sin embargo, como los zombies, todavía anda muerto y tiene capacidad infinita de hacer daño.
Veo que los raseros de medir a Israel por similares atrocidades, no tienen nada que ver con los que se utilizan para medir a Libia. Veo que Rusia y China, dos de los cinco engendros que tienen el peculiar derecho de veto de entre los 200 países que se supone tienen representación democrática (pero no derecho de veto), tragan con una decisión genocida.
Observo a la OTAN afilando los cuchillos y babeando la legitimidad que les acaba de conceder el palanganero mayor del mundo, el señor Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, para bombardear pueblos por razones humanitarias, eso si, siempre definidas como “operaciones quirúrgicas” en las que luego resulta que siempre hay “daños colaterales”. Y veo el seguidismo lacayo de un Rodríguez Zapatero, que presta no solo la cama, sino que hace gustoso las veces de mamporrero de los Estados Unidos y abre las bases españolas (de “utilización conjunta”, dice el eufemismo) para que desde nuestro país se bombardee a otro, eso si, siempre en defensa de los pobres ciudadanos libios perseguidos por Gadafi.
Me dice un buen amigo y con razón, que “los motores de la prensa del abrevadero sobre Libia están rugiendo acrobacias verbales de manera desmadrada. Prohíben los vuelos en territorio libio, para evitar bombardeos, excepto los vuelos con "fines humanitarios", sobre los cuales la OTAN se da derechos exclusivos (los libios no pueden realizar el arte de las operaciones humanitarias consigo mismos), y entre los "fines humanitarios" se encuentra también el auto-permiso para realizar bombardeos (humanitarios, por supuesto), ya que no paran de decir que van a atacar muy pronto, aunque los libios dicen que han terminado sus operaciones militares, y es difícil entender cómo van a atacar sin bombardear. En fin, qué pocilga de medios informativos”. Y por supuesto, no me queda más que darle la razón. Parecen libres, porque hay cientos de medios. Y resulta que todos vienen a decir lo mismo, de forma muy sincronizada.
Y ya acabo, cansado, muy cansado, cada vez más cansado y con ganas de desaparecer aún más de lo que ya estoy, con una curiosidad que quiero hacer pública aquí y ahora:
Corría el mes de mayo de 2004 y me encontraba en Berlín, atendiendo a la Conferencia Internacional de ASPO de aquel año. En uno de los descansos para el café, me uní a dos personajes importantes de ASPO, uno estadounidense y otro iraní. Hablamos “off-the-record-“ (y por eso no lo he contado hasta ahora, que los dos interlocutores ya han fallecido) de estrategias y de potenciales guerras y conflictos crecientes por los recursos menguantes y las actitudes que posiblemente pudieran tomar los poderosos países consumidores al respecto.
Como persona impulsiva que soy, me atreví a adelantar que yo creía que el siguiente zarpazo sobre los recursos sería una posible invasión de Irán. Para mi sorpresa, tanto el iraní como el estadounidense contestaron al unísono, que no creían en esa opción como la primera, sino que pensaban que la verdaderamente importante sería la entrada en Arabia Saudita. Ante mi perplejidad, entre otras cosas, porque yo estaba convencido de que Arabia Saudita no tenía que ser invadida, pues ya lo estaba de hecho con la presencia permanente de tropas y personal estadounidense en lugares claves del país y en las zonas de mayor influencia política, explicaron entre uno y otro, pero sobre todo el iraní, sin hacer el menor caso a mis observaciones, que la estrategia podría ser perfectamente la partición de Arabia Saudita en la zona oriental del país, la más rica en reservas de petróleo y gas, dejando el lado occidental de la península arábiga a los monarcas wahabitas, con la población saudita y con los lugares santos del Islam para que no hubiese muchos rencores religiosos.
Lo que llevo viendo estos días en Libia es una suerte de prueba de campo del ensayo saudí. No da la impresión tanto de que quieran derribar a ese tonto útil que durante tantos años ha estado comprándonos armas y tecnología a los precios que le ha dado la gana a Occidente y que tan bien sabe controlar a su propia población (aunque digan que sí, con la boca pequeña), como realizar una partición controlada del país, dejando, como un hecho espontáneo y natural, que la rebelión se haya producido, como por ensalmo, en los lugares y zonas donde Libia tiene la gran parte de sus yacimientos, oleoductos y gasoductos, infraestructuras de evacuación portuaria. También da la impresión de que dejaron a los rebeldes avanzar hasta un cierto nivel y a partir de ahí dejaron que Gadafi contraatacase con todo lo que tenía, hasta llegar de nuevo a amenazar con volver a la unidad del país por la sangre en pocos días.
Las fulgurantes y rapidísimas reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU, tipo bidet de EE.UU., para frenar al tonto útil libio y a sus sangrientos retoños, antes de que se acabase la rebelión, han sido de catálogo, de libro de texto. Las excusas que dan ahora que ha decidido parar y declarar un alto el fuego, para entrar a saco, ya bendecidos por el hisopo de Ban Ki-moon, han sido igualmente de libro (“no nos dejaremos engañar, he leído que decía un inicuo Rodríguez Zapatero agarradito al pantalón del primo de Zumosol, al que le ha dejado el zumo y el sol de las bases españolas y además le ha puesto el Ejército español para mamporrear lo que sea preciso en Libia.
Y podría pensar que esto es un mal sueño o una mala pesadilla, continuación de mis desajustes corporales que evolucionan al ritmo de la situación mundial, fantasiosa y conspiranoica, como las que habitualmente critico, como si estuviese sincronizado con el propio estado de salud de la Gaia que me alimenta, pero es que juro haber llegado a ver en el diario El País de hace unos días un mapa de Arabia Saudita, junto a un artículo de una corresponsal, que decía que en ese país también iba a haber un “día de la ira” y que los revoltosos andaban por las zonas orientales de la península arábiga. Y se llegaban a dibujar hasta las provincias que presuntamente se iban a ver envueltas o implicadas en las anunciadas revueltas. Y cómo no, coincidían, coincidían. Siempre me atribuyo haber sido el primero en decir la frase de que “la geografía del terror se está haciendo coincidir cada vez más con la geografía del petróleo”.
Si vamos al Energy Export databrowser, observamos que Libia es un país de 2 millones escasitos de barriles de petróleo diarios. Arabia Saudita es un país de 10 millones diarios. Y esta mente inquieta que me desasosiega se pregunta si no estarán practicando una partición importante, pero de segunda, para luego abordar a continuación la gran partición del melón, lo que en idioma de la viciosa Las Vegas se llama el “jackpot” o premio gordo (palabras de Dick Cheney, vicepresidente de los EE. UU., referido a las reservas energéticas del golfo Pérsico).
En cualquier caso, ya que van a por todas, que Dios los confunda, porque me temo que llegados a este grado de locura, ni siquiera los poderes ocultos más perversos y poderosos pueden asegurarse que algo inesperado no les vaya a estallar en las narices como a los tecnoidólatras les han estallado las centrales nucleares japonesas.
Son días en que los fallos en cualquier actuación de los grandes poderes, pueden llevar al mundo entero a la ruina en forma de cascada incontrolable.
A ver si tengo suerte y me equivoco. Ruego disculpas por ser tan imbécil como el Comisario de energía de la Unión Europea, que calificó de “apocalíptico lo de Japón” y todavía hay gente en España escupiéndole, aunque cada día que pasa le hace aparecer como un optimista.
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