Pobres, pero honrados era una frase que se escuchaba con frecuencia y que devenía culto a la honradez y a la moralidad. Hoy vemos conductas que antes se tenían como ineludibles para ser una persona reconocida socialmente, que se han deformado, aflorando otras diametralmente opuestas, entronizadas al extremo de que muchos las ven como normales.
Nos hemos preguntado alguna vez, ¿cuáles son nuestros deberes para con el prójimo y la sociedad? Poner la grabadora a toda voz, decir palabrotas en cualquier momento y lugar, faltar el respeto a todo aquel que se atreva a reprender al mal educado, destruir los bienes públicos, escandalizar en la calle a cualquier hora del día o de la noche, sin que se les pueda llamar al orden, porque se engallan y son más insolentes todavía, engrosan el inventario de las manifestaciones de indisciplinas sociales recurrentes hoy. Muchas causas se pueden esgrimir, pero todas transitan por las cuatro paredes de la casa.
En ese entorno se cometen indisciplinas, pero son respaldados por quienes debían ser sus referentes en su socialización. Como se manifiestan papá y mamá así lo hacen los hijos y las hijas. Incluso, en ocasiones, los progenitores se hacen cómplices de las malas actuaciones de sus retoños, restándole autoridad a la maestra. Y en lugar de buscar un cambio de comportamiento, comulgan con el fraude y con sus indisciplinas o se parapetan en el clásico: Yo no puedo con él o con ella. Tampoco se preocupan por el mal uso del uniforme, la vestimenta inapropiada a sus edades, las amistades con las que andan y las canciones que cantan y bailan, que, a veces, sus letras inculcan el desprecio a la mujer y a la sociedad.
Amar a los hijos no es suficiente, es necesario educarlos para asegurarles un mañana más feliz y provechoso. Además, no debemos considerarlos solo como una fuente de alegrías personales, porque ellos y ellas son los futuros ciudadanos que contribuirán al desarrollo de nuestra sociedad, por ello la responsabilidad que tienen los padres es tan hermosa como trascendente.
En una familia con graves problemas, donde reinen la discordia y la alteración de la armonía de las relaciones humanas, no será raro encontrar a niños inadaptados. En el caso contrario, el hogar bien conformado, con miembros trabajadores y corteses, dará niños y niñas aptos para desenvolverse sin problemas en la sociedad que lo rodea. El ejemplo es el mejor método educativo, la enseñanza más directa, y de nada valen los consejos y las orientaciones si la propia conducta de los adultos expresa lo contrario. Por eso se debe, en primer lugar, ser exigente consigo mismo.
Vilma Espín dijo en una intervención sobre la educación familiar, que contestar a un niño, escribir para un niño, responder a sus preguntas es el trabajo más serio que pueda existir.
La familia es esa escuela, primera, imprescindible, única, en la que desde que se nace se empieza el proceso formativo de crianza y educación, que implica, asimismo, el velar por el comportamiento adecuado en cada momento y circunstancia y en consonancia con lo que se predica, es conocimiento y raíz.
Como hemos dicho otras veces, la educación no es un don de la naturaleza, sino el cultivo permanente y cuidadoso de preceptos, sentimientos, hábitos, cualidades y actitudes.