, ¡Cree!
¡Qué dulces pasan junto a ti las horas!
¡Ay! ¡si supieras lo que tú me inspiras!
¡Si vieras cómo sufro cuando lloras,
y cómo tiemblo cuando tú suspiras!
Estando junto a ti, mi pensamiento
es todo luz, y fuego, y armonía,
y un raudal de ternura y sentimiento
hay en mi voz para llamarte mía.
Y siento como el alma enamorada
tierna acaricia su ilusión ardiente,
cuando baña la luz de tu mirada
con dulces rayos de pasión mi frente.
Tus miradas de amor y de ternura
ningún pincel a retratar alcanza;
sólo en ellas contemplo la ventura
sólo ellas me retratan la esperanza.
Nos amamos ¿verdad? Está cubierto
nuestro amor por el cielo de dos almas,
como un rayo de luz en el desierto
se pierde entre las sombras de dos palmas.
Y ¿es posible que llores? El quebranto
te llena de letal melancolía.
¿Y dudas ¡ay! cuando te adoro tanto;
cuando en ti cifro la ventura mía.
¡Si te pudiera devolver la calma
que antes de amarnos te arrulló tranquila,
y pudiera sacar la luz de mi alma
la lágrima que empaña tu pupila!...
Mi labio en sueños con amor te nombra:
no dudes de ese amor que al pecho inflama,
porque la duda, Carmen, es la sombra
que en nuestras almas el temor derrama.
No dudes, porque tú eres de mi vida
la única luz que me dará consuelo,
la estrella de esperanza que convida
a no apartarse nunca de su cielo.
Unamos nuestra vida y nuestra suerte,
que nunca tu alma ante el dolor sucumba.
¿Separarme de ti? sólo la muerte.
¿Privarte de mi amor? sólo la tumba.
JUAN DE DIOS PESA