Palestina, retrato de un drama
De tregua en tregua, se mata. De tregua en tregua, se vive. Desde que el 13 de julio empezara el genocidio sionista contra la Franja de Gaza, se han sucedido los altos al fuego, experiencia ambigua, que se distingue por la crueldad de Israel al romperla cada vez que quiere
Por MARÍA VICTORIA VALDÉS RODDA
19 de agosto de 2014
De tregua en tregua, se mata. De tregua en tregua, se vive. Desde que el 13 de julio empezara el genocidio sionista contra la Franja de Gaza, se han sucedido los altos al fuego, experiencia ambigua, que se distingue por la crueldad de Israel al romperla cada vez que quiere. Solo ha habido infructuosos encuentros de los palestinos con sus atacantes, y estos se vanaglorian de ser la única democracia del Oriente Medio. Cómo serán entonces los otros regímenes políticos, si en la recobrada Sion, y en sus alrededores, se viola la mayoría de las normas del Derecho Internacional Humanitario. De los 10 principios generales básicos de este, el Gobierno israelí quebranta ocho. A saber: el de humanidad, el de igualdad entre los beligerantes, el de necesidad militar, el de la no discriminación, el de inmunidad, el de prioridad humanitaria, el de distinción y el de limitación de la acción hostil.
Solamente por el principio de distinción, el Ejército sionista y su alto mando militar -en correspondencia con sus intereses ideológicos- deberían ser acusados y juzgados rectamente, pues esta regulación estipula obligadas diferenciaciones entre lo civil y lo militar, y prohíbe las incursiones contra bienes civiles. Y el principio de humanidad, regulador de todos, es burlado de manera sistemática en un guión montado para el exterminio, desde escenas mundialmente difundidas que a más de uno ha dejado sin aliento. Un corresponsal de la cadena Al Jazzera no pudo continuar su reporte. Anegado en llanto miraba conmovido lo circundante: niños desmembrados y barrios enteros hechos polvo.
Israel aprovecha las treguas de 72 horas para renovarse en su belicismo. Los palestinos, para denunciar los crímenes y seguir la resistencia; regresan a sus casas destruidas para levantar escombros, van al mercado por provisiones, y muchos pequeños buscan en las listas de los hospitales con la esperanza de no figurar como nuevos huérfanos. ¿Y la comunidad internacional? Existe una indignación generalizada, aunque no la suficiente para detener en seco esta “locura” de Israel. En Venezuela se alistan ayudas humanitarias, y el presidente Nicolás Maduro ha dicho que la causa palestina es del mundo, por ser la más justa. En América Latina se gestan los mítines de repudio, y en Cuba, Fidel condena la masacre y los intelectuales firman alegatos de condena a Israel. Estados Unidos, sin embargo, sigue con sus apaños y trata de distorsionar la verdad, redimir a los victimarios.
¿Cómo puede con estas cifras? A una porción de tierra de 360 kilómetros cuadrados, donde se hacina gente “testaruda” que solo aspira a tener patria, Israel le tira a matar, de ahí que se cebe en las edificaciones. Cerca de 10 mil 600 viviendas y 24 centros médicos dañados, 141 escuelas por el suelo, y 70 por ciento de los pozos de agua, desagües y líneas de abastecimiento vitales para la población prácticamente inexistentes. Un informe difundido por el Ministerio de Información local asegura que las pérdidas económicas (mil 640 millones de dólares) requerirán de un esfuerzo colosal; visto en términos monetarios, tres veces el Producto Interno Bruto de la Franja.
¿A quién le gusta abandonar su hogar? Ya en 1948, los palestinos fueron expulsados la primera vez de su terruño, hostigados hasta los últimos metros por francotiradores al acecho, y muchos árabes tuvieron que huir de Cisjordania. Ahora el método es mucho más radical: los habitantes de Gaza carecen de opciones, porque están bloqueados. Solo por el paso egipcio de Rafha se puede hallar algún alivio. Por allí se han desplazado 485 mil personas. La mayoría no ha podido o no han querido.
Hasta el momento, más de mil 800 palestinos han sido asesinados, y nueve mil 500 heridos. Es inaudito. ¿Por qué se quedan a pesar del drama? Están educados en la resistencia, en la lucha, en la confianza en la victoria de un Estado soberano que Yasser Arafat les infundió. El poeta Tawfiq Az-Zayyad lo retrata magistralmente: “Aquí sobre vuestros pechos persistimos, como una muralla, hambrientos, desnudos, provocadores, declamando poemas. Somos los guardianes de la sombra, de los naranjos y de los olivos, sembramos las ideas como la levadura en la masa. Cuando tengamos sed exprimiremos piedras, y comeremos tierra, cuando tengamos hambre, pero no nos iremos. Aquí tenemos un pasado, un presente. Aquí está nuestro futuro”.