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General: 10 claves para recordar a Julio Cortazar
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 27/08/2014 01:45

10 claves para recordar a Julio Cortázar

26 agosto 2014 | Haga un comentario

Como escribió Gabriel García Márquez en el prólogo de “Manual de Cronopios” en su edición de 1992: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias”

Pocos son suficientemente dignos para escribir -mucho menos resumir- la vida de quien en su paso por el mundo dejó una estela tan grande, que resulta insuperable por su cualidad de única y auténtica, sin precedentes, que ha producido admiración, envidia y orgullo durante generaciones, logrando lo que muchos buscan y pocos obtienen: evadir el olvido y alcanzar la eternidad.

Hoy 26 de agosto, cuando se cumplen 100 años del natalicio del gran Julio Cortázar, Desde La Plaza intentó -con mucha humildad- recordar los momentos cumbres de la vida de este novelista, poeta e intelectual argentino, que marcó un antes y un después en la literatura hispana.

Como escribió Gabriel García Márquez en el prólogo de “Manual de Cronopios” en su edición de 1992: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción”.

1. La hermosa región de Ixelles de Bélgica, vio nacer a Julio Florencio Cortázar Scott, el 26 de agosto de 1914, producto del trabajo diplomático de su padre. No obstante, su nacionalidad siempre fue argentina, la que asumió y defendió vehementemente, hasta que renunció a ella poco antes de su muerte, cuando optó por la francesa en protesta contra el gobierno militar que en aquel entonces estaba en el poder argentino.

2. Su primer cuento, “La Casa Tomada”, fue publicado en 1946 por un periódico literario llamado “Anales de Buenos Aires”, por iniciativa de nada menos que el famoso escritor Jorge Luis Borges, quien era su director para aquel entonces.

3. En la década del 60, después de la revolución cubana, el escritor visitó La Habana invitado por la Casa de las Américas y desde ese entonces se convirtió en un fiel pensador de la política latinoamericana. En su obra La fascinación de las palabras dijo: “La Revolución Cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura”.

4. En su obras se denotaba su preocupación social y sensibilidad política: Se identificó con los pueblos marginados y estuvo muy cerca de los movimientos de izquierdas.

5. En 1963 presentó “Rayuela”, convirtiéndose esa novela en el mayor éxito comercial de su carrera.

6. Sus relatos profundizan en lo fantástico, aunque con fuerte presencia de la cotidianidad, por lo que sus obras tienen siempre una deuda abierta con el surrealismo. Es considerado uno de los mayores innovadores de la lengua y la narrativa castellana, dado a los planteamientos existencialistas de su obra, de marcado carácter experimental.

7. Contrajo nupcias en dos ocasiones, pero se dice que tuvo tres grandes amores.

Julio Cortázar junto a Aurora Bernárdez, a su primera esposa

- Su primera esposa (1953) fue Aurora Bernárdez, traductora argentina, con la mantuvo una relación durante 13 años.

- Tuvo un romance con la lituana Ugné Karvelis, quien le inculcó un gran interés por la política.

Julio Cortázar junto a Carol Dunlop, su segunda esposa

- La escritora estadounidense Carol Dunlop, fue su segunda esposa, con quien realizó numerosos viajes, uno de ellos relatado en el libro “Los autonautas de la cosmopista”. Tras la muerte de Dunlop en 1982, Aurora Bermuedez acompaña nuevamente a Cortázar hasta su muerte en 1984, siendo la la única heredera de su obra pública y libros.

8. Cuando logró estabilidad económica, principalmente durante su matrimonio con Carol Dunlop, donó todas sus ganancias para ayudar a los presos políticos de Argentina, Chile y otros países latinoamericanos.

9. Mantuvo amistad con grandes figuras de las artes y literatura hispana como Graciela Maturo, Pablo Neruda, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, solo por nombrar algunos. Amistades que quedan plasmadas en los más de 500 libros de su biblioteca personal, dedicados por estos y otros autores.

10. Cortázar murió el 12 de febrero de 1984, en París, a causa de una leucemia. Su legado consta de siete novelas, nueve cuentos, más de una decena de ensayos y artículos, numerosos epistolarios, entre otras proezas literarias.

Texto y Fotos/Desde La Plaza


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 30/08/2014 02:24

Un cronopio de cien años

Solo la poesía destruye la antítesis realidad e irrealidad” J. L. Lima

julio_cortazar

Oliveira no salta chicos, y chicas. Oliveira no salta. Que esa revelación me llegue en el centenario deCortázar no hace más que alimentar mi fascinación compartida con el argentino por esos rebotes del azar, como si corroborara la sensación de vivir en un gran pinball en el que movemos nuestra vida yendo al encuentro de objetos misteriosos que nos dan puntos extras, que nos salvan o joden, y donde evitamos, con toda la habilidad que nuestros dedos corazón e índice nos permiten, dejar caer la vida por el agujero del centro.

Recuerdo que, en mis paseos por el inmenso jardín laberinto que es Rayuela, la duda de si Oliveira era un suicida me carcomía y, confieso, nunca pude librarme de ella, a pesar de todas las pistas luminosas que el autor siembra a nuestro paso.

Poeta frustrado, dibujó un planeta a golpe de cuentos exquisitos, novelas y poesías medianeras y su descomunal poema llamado Rayuela, que se resiste a todas las definiciones porque las incluye y las supera, como esos símbolos del alfabeto japonés que son letra, sonido y palabra a la vez.

Pero —salgamos de la emoción del descubrimiento y digámoslo pronto para no darle vueltas al asunto— el mejor Cortázar no es el de RayuelaRayuelaes una imponente catedral, un hermoso monumento al optimismo que se ha convertido en un culto en sí mismo, que en la medida que le ha ganado seguidores ha invisibilizado buena parte del resto de su obra. Y la magia del autor de Historia de famas y cronopios también está diseminada en el resto de su obra.

Hay novelas Cortázar, hay poemas Cortázar, pero hay, por encima de todas las cosas, cuentos Cortázar. Si hiciéramos el fútil ejercicio de simplificación, Cortázar fue, esencialmente, un poeta; algo bastante parecido a esos cronopios suyos, eternos optimistas soñadores de conmovedora alegría y lágrimas naturales; ya sea a través de sus inestables poemas, o sus impecables cuentos. Y es precisamente a través del cuento —ese “caracol del lenguaje”, como él mismo lo llamara— con lo que el argentino se arrima a la poesía.

Con su particular manera de instalarse en el llamado mundo fantástico —a base de fracturas de la realidad de límite sospechoso— narra sucesos que el azar hilvana en misterioso rosario, al mismo tiempo que desmenuza la monotonía e invierte la fórmula garciamarquiana y nos recuerda lo maravilloso de la realidad.

Hay en Cortázar la capacidad de vislumbrar la chispa, y el mensaje dentro de la chispa, como los hechiceros primigenios que se valían de sus artimañas para dominar la aldea. Solo que este hechicero nuestro —más simple, más ingenuo— no gasta su tiempo dándonos lecciones, solo comparte la inquietud de que hay algo más, de que el fuego tiene un secreto descifrable.

Mientras que el lector de Thomas Mann y Lezama Lima es usualmente un lector docto, cuyo trabajo está indisolublemente ligado al mundo literario y que pasa de los treinta, Cortázar —como ese otro maldito imprescindible que responde al nombre de J. D. Salinger— es un autor de juventudes.

El lector de Cortázar es un lector fundamentalmente joven. Rayuela fue un boomerang que le trajo una respuesta asombrosa: esa novela, de más de 600 páginas, repleta de reflexiones metafísicas y citas a filósofos muertos, encontró su público natural entre los jóvenes. Fueron precisamente los jóvenes —estos y los jóvenes de las generaciones sucesivas, hasta hoy— quienes la adoptaron como un documento de fe para esos hombres y mujeres repletos de preguntas que no querían aceptar el mundo que recibían (reciben) en herencia.

Esta relación de los jóvenes con Rayuela no tardó en hacerse extensiva al resto de su obra, hasta convertirlo en un icono de la rebeldía al punto que, mientras los centenarios de Borges, Quiroga, Onetti y Bioy Casares y hasta el próximo del aún vivo Nicanor Parra se celebran sin demasiado sobresalto, como homenajes a seres ecuestres plantados en algún mapa glorioso de la literatura, a muchos nos cuesta imaginarnos a un Cortázar centenario. Quizá sea por la fama tardía que le mereció Rayuela, o por la eterna estampa de juventud que le acompañó mientras envejecía, pero no hay manera de colocarlo —espiritualmente hablando— junto al resto de sus colegas generacionales.

Es por eso que siguen dejando fotos, discos de jazz y dedicatorias en su tumba de Montparnasse; es por eso que sigue turbándonos a la vuelta de tantos años; es por eso que fragmentos suyos navegan multiplicados en forma de tweets y posts de Facebook. Donde muchos ven una fácil degradación de la cita, un corte y pega intelectual de escaso calado, hay en realidad una callejuela que conduce a la infancia, a una rayuela deslavada en la que se juega infinitamente con la esperanza de alcanzar el cielo.

(Tomado de Cubahora)


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 30/08/2014 02:29

Un cronopio de cien años (+Fotos) (+Audios)

Julio Cortázar dibujó un planeta a golpe de cuentos exquisitos, novelas y poesías medianeras y su descomunal poema llamado Rayuela...

Rafael A. González Escalona

26/08/2014

EXCLUSIVO

4 comentarios

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  • Solo la poesía destruye la antítesis realidad e irrealidad” J. L. Lima

Oliveira no salta chicos, y chicas. Oliveira no salta. Que esa revelación me llegue en el centenario de Cortázar no hace más que alimentar mi fascinación compartida con el argentino por esos rebotes del azar, como si corroborara la sensación de vivir en un gran pinball en el que movemos nuestra vida yendo al encuentro de objetos misteriosos que nos dan puntos extras, que nos salvan o joden, y donde evitamos, con toda la habilidad que nuestros dedos corazón e índice nos permiten, dejar caer la vida por el agujero del centro.

Recuerdo que, en mis paseos por el inmenso jardín laberinto que es Rayuela, la duda de si Oliveira era un suicida me carcomía y, confieso, nunca pude librarme de ella, a pesar de todas las pistas luminosas que el autor siembra a nuestro paso.

Poeta frustrado, dibujó un planeta a golpe de cuentos exquisitos, novelas y poesías medianeras y su descomunal poema llamado Rayuela, que se resiste a todas las definiciones porque las incluye y las supera, como esos símbolos del alfabeto japonés que son letra, sonido y palabra a la vez.

Pero —salgamos de la emoción del descubrimiento y digámoslo pronto para no darle vueltas al asunto— el mejor Cortázar no es el de Rayuela. Rayuela es una imponente catedral, un hermoso monumento al optimismo que se ha convertido en un culto en sí mismo, que en la medida que le ha ganado seguidores ha invisibilizado buena parte del resto de su obra. Y la magia del autor de Historia de famas y cronopios también está diseminada en el resto de su obra.

Hay novelas Cortázar, hay poemas Cortázar, pero hay, por encima de todas las cosas, cuentos Cortázar. Si hiciéramos el fútil ejercicio de simplificación, Cortázar fue, esencialmente, un poeta; algo bastante parecido a esos cronopios suyos, eternos optimistas soñadores de conmovedora alegría y lágrimas naturales; ya sea a través de sus inestables poemas, o sus impecables cuentos. Y es precisamente a través del cuento —ese “caracol del lenguaje”, como él mismo lo llamara— con lo que el argentino se arrima a la poesía.

Con su particular manera de instalarse en el llamado mundo fantástico —a base de fracturas de la realidad de límite sospechoso— narra sucesos que el azar hilvana en misterioso rosario, al mismo tiempo que desmenuza la monotonía e invierte la fórmula garciamarquiana y nos recuerda lo maravilloso de la realidad.

Hay en Cortázar la capacidad de vislumbrar la chispa, y el mensaje dentro de la chispa, como los hechiceros primigenios que se valían de sus artimañas para dominar la aldea. Solo que este hechicero nuestro —más simple, más ingenuo— no gasta su tiempo dándonos lecciones, solo comparte la inquietud de que hay algo más, de que el fuego tiene un secreto descifrable.

Mientras que el lector de Thomas Mann y Lezama Lima es usualmente un lector docto, cuyo trabajo está indisolublemente ligado al mundo literario y que pasa de los treinta, Cortázar —como ese otro maldito imprescindible que responde al nombre de J. D. Salinger— es un autor de juventudes.

El lector de Cortázar es un lector fundamentalmente joven. Rayuela fue un boomerang que le trajo una respuesta asombrosa: esa novela, de más de 600 páginas, repleta de reflexiones metafísicas y citas a filósofos muertos, encontró su público natural entre los jóvenes. Fueron precisamente los jóvenes —estos y los jóvenes de las generaciones sucesivas, hasta hoy— quienes la adoptaron como un documento de fe para esos hombres y mujeres repletos de preguntas que no querían aceptar el mundo que recibían (reciben) en herencia.

Esta relación de los jóvenes con Rayuela no tardó en hacerse extensiva al resto de su obra, hasta convertirlo en un icono de la rebeldía al punto que, mientras los centenarios de Borges, Quiroga, Onetti y Bioy Casares y hasta el próximo del aún vivo Nicanor Parra se celebran sin demasiado sobresalto, como homenajes a seres ecuestres plantados en algún mapa glorioso de la literatura, a muchos nos cuesta imaginarnos a un Cortázar centenario. Quizá sea por la fama tardía que le mereció Rayuela, o por la eterna estampa de juventud que le acompañó mientras envejecía, pero no hay manera de colocarlo —espiritualmente hablando— junto al resto de sus colegas generacionales.

Es por eso que siguen dejando fotos, discos de jazz y dedicatorias en su tumba de Montparnasse; es por eso que sigue turbándonos a la vuelta de tantos años; es por eso que fragmentos suyos navegan multiplicados en forma de tweets y posts de Facebook. Donde muchos ven una fácil degradación de la cita, un corte y pega intelectual de escaso calado, hay en realidad una callejuela que conduce a la infancia, a una rayuela deslavada en la que se juega infinitamente con la esperanza de alcanzar el cielo.

Audios tomados del sitio La voz del Sandinismo.

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