Trajo el amor su cola de dolores, su largo rayo estático de espinas y cerramos los ojos porque nada, porque ninguna herida nos separe.
No es culpa de tus ojos este llanto: tus manos no clavaron esta espada: no buscaron tus pies este camino: llegó a tu corazón la miel sombría.
Cuando el amor como una inmensa ola nos estrelló contra la piedra dura, nos amasó con una sola harina,
cayó el dolor sobre otro dulce rostro y así en la luz de la estación abierta se consagró la primavera herida.
PABLO NERUDA
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