China acoge desde este lunes una cumbre de líderes de la APEC, el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que reúne a 21 economías y representa más de la mitad del PIB mundial. Convertida en la segunda economía del mundo, Pekín quiere dejar claro en el encuentro en el que participarán, entre otros, el presidente estadounidense Barack Obama, el ruso Vladímir Putin o el primer ministro japonés Shinzo Abe que le corresponde el centro de la foto.
El Gobierno de Pekín ha aprovechado su papel de anfritrión para elaborar una agenda a su medida, en la que pueda hacer avanzar sus prioridades internas e intentar marcar el paso a sus principales rivales, EE UU y Japón. Durante los dos días de conversaciones, los líderes abordarán la integración económica; un acuerdo de cooperación internacional contra la corrupción, y el desarrollo de infraestructuras y la conectividad de la región. “Tenemos la responsabilidad de crear y hacer realidad el sueño de Asia-Pacífico para la gente de la región”, ha afirmado el presidente chino, Xi Jinping, este domingo.
Obsesionada con que la reunión sea un éxito, China ha tomado no sólo una serie de medidas extraordinarias de seguridad -más de 28.000 efectivos vigilan la cumbre- y contra la contaminación, sino que también se ha esforzado por suavizar sus disputas diplomáticas para garantizar que el encuentro, en el que participan también México, Chile y Perú, se desarrolle en un clima de cooperación.
Una posibilidad hasta hace poco impensable, un encuentro bilateral entre Xi y Abe, se ha hecho más próxima después de que ambos gobiernos suscribieran el viernes un acuerdo en el que reconocen “posiciones diferentes” en su disputa territorial sobre las islas Diaoyu/Senkaku. Los ministros de Exteriores respectivos, Wang Yi y Fumio Kishida se reunieron este fin de semana por primera vez en dos años.
Sintonía entre Moscú y Pekín
M.V.L
La cumbre de la APEC servirá también para confirmar la sintonía entre China y Rusia. Sus respectivos presidentes, Xi Jinping y Vladímir Putin, se reunieron ayer por décima vez en 18 meses, una prueba del acercamiento por la convergencia de sus intereses económicos y estratégicos.
Los dos mandatarios asistieron a la firma de 17 acuerdos, entre ellos un memorándum de entendimiento (MOU) para el desarrollo de una segundo gasoducto, la “ruta occidental”, que suministre gas ruso a la segunda economía mundial. El primer gasoducto, por la “ruta oriental”, está en construcción.
Xi y Putin firmaron el pasado mayo un sustancioso acuerdo, por el que Rusia proporcionará 38.000 millones de metros cúbicos anuales de gas natural por valor de cerca de 321.000 millones de euros en 30 años a su vecino asiático. El pacto aporta a China un nuevo suministro de gas para deshacerse gradualmente de su dependencia del carbón. Y a Rusia, un nuevo cliente que palíe la incertidumbre sobre el efecto que la crisis en Ucrania pueda tener en sus ventas a Occidente.
Entre los acuerdos suscritos se encuentra también uno entre la principal petrolera estatal china, CNPC, y la rusa Gazprom por la cual el gigante energético chino podrá adquirir una participación del 10% en el yacimiento gasístico de Vankov, en Siberia. Otros acuerdos incluyen la cooperación en sectores como el ferrocarril de alta velocidad, las finanzas o la alta tecnología.
Xi también mantendrá un encuentro bilateral con Obama, el miércoles, una vez concluida la cumbre. Los dos buscarán encarrilar de nuevo una relación que ha sufrido serias tensiones este verano. Pero llegan en condiciones muy diferentes: el presidente chino acaba de cerrar un plenario comunista que ha reforzado su poder y tiene ante sí aún ocho años de mandato. Obama, al que apenas le restan dos, acaba de recibir en las elecciones legislativas estadounidenses su mayor varapalo. Pese a que el presidente estadounidense insiste en que Asia Pacífico es aún su prioridad en política exterior, la realidad se le impone en forma de conflicto en Ucrania o el avance del grupo Estado Islámico (EI).
Según explica el catedrático Wang Yiwen, de la Universidad Renmin de Pekín, uno de los mayores problemas en la relación entre los dos países es la “desconfianza” mutua. China recela de la llamada, por el propio Obama, "política de pivote" (pivot policy) de EE UU hacia la región y Washington “teme que el interés chino en una nueva relación entre grandes potencias sea solamente una pastilla tranquilizante para socavar el liderazgo estadounidense y sobrepasar a EEUU sin ruido”.
Michael Green, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) en Washington, considera que en la relación entre las dos grandes potencias “un nivel más elevado de tensión se ha convertido en lo normal”. Pese a estar de acuerdo por lo común sobre Corea del Norte, sobre Afganistán o sobre cuestiones económicas generales, hay diferencias enormes sobre derechos humanos, Hong Kong o la ciberseguridad.
En la cumbre de líderes ambos países representarán posiciones muy diferentes en lo que respecta a la integración comercial. China, deseosa de encontrar mercados para su creciente poder inversor -el fin de semana anunció 32.000 millones de euros para su proyecto de una nueva “Ruta de la Seda”-, presiona con fuerza en favor de una Zona de Libre Comercio para Asia Pacífico (FTAAP) que incluya a toda la región, hogar del 40 por ciento de la población mundial y de casi la mitad de todo el comercio global. EEUU ha puesto toda la carne en el asador en favor de la Asociación TransPacífica (TPP), que sólo incluye a doce países de la APEC y excluye a China.
China buscará también aprovechar los dos días de cumbre para promover su recién lanzado Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB?), en el que ya se han inscrito una veintena de países, incluida India, pero sobre el que algunas de las principales economías de la región, como Australia, Corea del Sur o el propio Japón mantienen reticencias.
Tras el cierre de la cumbre, Xi se reunirá también con Enrique Peña Nieto, que prolongará su estancia en China para una visita de Estado antes de continuar viaje hacia Australia para participar en el G20. Peña Nieto, que arrastra duras críticas en su país por el caso de los 43 estudiantes de Iguala asesinados, tendrá que dar explicaciones a Pekín por la cancelación, apenas tres días después de anunciada, de la concesión a una empresa pública china del contrato, por 4.800 millones de dólares, para construir la línea de tren rápida entre Ciudad de México y Querétaro.