Imagínate que tienes permiso para ser feliz y para disfrutar de verdad tu vida, que vives libre de conflictos contigo mismo y con los demás.
Imagínate que no tienes miedo de expresar tus sueños. Sabes qué quieres, cuándo lo quieres y qué no quieres. Tienes libertad para cambiar tu vida y hacer que sea como tú quieras. No temas pedir lo que necesitas, decir que sí o decir que no a lo que sea o a quien sea.
Imagínate que vives sin miedo a ser juzgado por los demás. Ya no te dejas llevar por lo que otras personas puedan pensar de ti. Ya no eres responsable de la opinión de nadie. No sientes la necesidad de controlar a nadie y nadie te controla a ti.
Imagínate que vives sin juzgar a los demás, que los perdonas con facilidad y te desprendes de todos los juicios que sueles hacer. No sientes la necesidad de tener razón ni de decirle a nadie que está equivocado. Te respetas a ti mismo y a los demás, y a cambio, ellos te respetan a ti.
Imagínate que vives sin el miedo de amar y no ser correspondido. Ya no temes que te rechacen y no sientas la necesidad de que te acepten. Puedes decir “TE QUIERO ” sin sentir vergüenza y sin justificarte. Puedes andar por el mundo con el corazón completamente abierto y sin el temor de que te puedan herir.
Imagínate que vives sin miedo a arriesgarte y a explorar la vida. No temes perder nada. No tienes miedo de estar vivo en el mundo y tampoco de morir.
Imagínate que te amas a ti mismo tal como eres. Que amas tu cuerpo y tus emociones tal como son. Sabes que eres perfecto tal como eres.
La razón por la que te pido que imagines todas estas cosas es porque ¡todas son posibles! Puedes vivir en un estado de gracia, de dicha, en el suelo del cielo.