después de una noche sin fin deseado,
y encontrarte a mi piel adherida,
con el aroma que me transporta,
sin alas al apreciar siempre diferente,
a cada uno de nuestros encuentros.
Beso tus ojos y agradezco la luna,
que en ellos vi con el calor del sol.
Al recorrer mi cama con los ojos,
ya desperezados te encuentro aún,
desnuda,
como la noche de gloria,
que hemos vivido emocionados,
ardientes y colmados de caricias,
húmedos de amor desparramado,
entre los costados de nuestra cama.
Son tus senos insolentes,
que con sus lunas apuntando al cielo,
se erizan de nuevo al acariciarlos.
Ya conozco tanto tu tibia desnudez,
que puedo recorrerla alejado del Sol
y de los blancos destellos nocturnos
de la muda Luna,
que me enseñaron,
como descubrirte entre los pétalos,
que te cubrían…
hasta mi llegada.