La primavera tenga piel gitana
y hable Dios con verso apasionado.
De mí no quede ya sino aquel viento
con que voló la alondra de mi canto.
Rugir de mar impuro y marineros
cuya nostalgia culpan a los astros.
Olor a sal, a crisantemos muertos
y a tu partida tuvo aquel verano.
Tan blanca como la mujer más blanca
yo me quedé y un viento desbocado
me descalzó y bajó a mis pies la noche.
El agua entonces era vino amargo.
Mas tengan boca fresca las violetas
y diga la mujer el nombre amado.
Las rosas buscan trenzas que ponerse
y tanto amor, para acostarse, pasto.
DELFINA ACOSTA
|