Hay surcos agrietados en la tierra del mundo,
sin agua de la vida, sin sol de la esperanza,
desolador paisaje del espíritu humano,
que olvidó su linaje, la semilla del alma.
No muere el viejo grano para nuevas espigas,
no trabaja el arado en barbecho de olvido,
no se abona el amor en el campo de ortigas,
no crece verde hierva en el jardín cautivo.
Surge el canto armonioso del pájaro enjaulado,
el croar de la rana en la charca enfangada,
el gemir de los élitros de enamorado grillo,
y el clamor de la tierra, que un día fue lozana.
¿Habrá nueva cosecha en campos de secano?
¿Germinará la vida en el surco baldío?
El fruto brotará de las manos humildes
que siembran en la tierra el amor infinito.