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Me quieres por ser triste y por mayor. Me quieres pues no tienes aún edad para llevar a una mujer a misa. Te permito morder, lamer, sanar. Tú bebes de los ríos de mis senos el agua de las rocas frente al mar. Me pides que te muerda, y al besarte, te pinte mi boquita de labial. Te dejo susurrarme en el oído lo que otro día a otra le dirás: "¡ Ay, triste mía, mía, sólo mía !" El amor como el vino habla demás. Ninguno como tú, entre todos dios. Te enseño a ser varón y te me das. Aprende niño hermoso que el amor lleva en su tibia sangre la maldad.
DELFINA ACOSTA
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