¿Te acuerdas de la vida, la otra vida de pasos espantados, de los huesos de aquel ciprés creciendo con nosotros? ¡Cuán niños en la niebla de otros reinos! Volver a aquella edad, reír a costa de nuestro susto en tantos cementerios. Hallar morada en boca de aquel lobo, que aquella nana de imposibles cuentos, para dormir, a veces, nos contaba. Las flores de los vivos y los muertos en mis costillas crecen. Al rugir el árbol del adiós, con sus pañuelos, el último paseo me propongo. Yo sudo. Llena estoy de rojo duelo. La luz del pueblo apaga los crepúsculos y por sus puertas entra el universo.
DELFINA ACOSTA
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