Agua dormida de aquel pilón: agua desierta; agua contagiada del conventual silencio de la huerta.
Agua que no te evaporas, que no te viola la cántara, y que no cantas, y que no lloras.
Tu oblongo cristal es como el vidrio de una cámara fotográfica que retrata un idéntico paisaje de silencio y de paz.
Tus húmedos helechos, un cielo siempre azul, y quizás un celaje...
Tú a la vida, jamás, jamás te asomas y te basta de un álamo el follaje, y en las tardes, un vuelo de palomas...
Agua dormida, agua que contrastas con mi vida, agua desierta...
Pegado a la cancela de la huerta, de sus rejas detrás, ¡qué de veces de lejos te he mirado!, y con hambre espiritual he suspirado: ¡Si me dieras tu paz!
FRANCISCO GONZALEZ LEON
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