Crecen los gorriones en el aire,
y la música infantil de alguna flauta
sostiene el mediodía.
A duras penas
el libro nos retiene.
Algún amor vendrá
al zócalo azul de la ventana
para a un país más bello rescatarnos.
A cada instante
el dedo de algún ángel desmorona
la carne contenida. Tras el cristal
la mirada de un pájaro la alegría
infantil en los ojos del niño.
Aire por todas partes
revolviendo los pliegues del hastío,
elevando la falda enamorada
de la mujer.
Y tiembla el corazón
en la dicha de la piel que imagina.
Es aire.
Y luz que cierra el libro y adormece los párpados,
es sed de barcos,
de bocas deliciosas.
Es hambre de islas lejanísimas.
MIGUEL FLORIAN
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