La juventud es un estado mental. No está necesariamente relacionada con la edad. Hay gente joven dormida que ya parecen viejos y gente mayor que desprende un eterno aire juvenil. Todo está en la mente, en nuestro interior, no en las arrugas de la cara. Esas arrugas traducen todo lo vivido, pero no la falta de ilusión por vivir más. Esa ilusión se ve en los ojos, en la actitud de cada día.
La llamada “juventud” comprende un periodo de edad entre la adolescencia y la edad madura, en el que uno tiene frescura, ilusión, muchas ganas de vivir, un futuro abierto e incierto y un sinfín de posibilidades en la vida, todavía por definir. Pero no hay todavía madurez. (Aunque, personalmente, creo que la madurez completa es algo que no llega a adquirirse nunca).
En cambio, tanto el hombre o la mujer “mayor” pero con un espíritu joven, pueden disfrutar de una juventud mucho más rica que la del joven en años. Pues a esta forma de sentir la vida, añaden la madurez de la que el joven carece. Añaden la experiencia, el marco de referencia o perspectiva de la vida adquirida con los años. De ahí esas frases melancólicas: “Quién tuviera 20 años menos…”. Porque el que tiene 40 o 50 o 60 años piensa todo lo que haría ahora con su juventud si la volviera a tener. Cosas que no se le ocurrieron cuando “era joven”. Pero señores, lo que tenemos que saber es que ésa es una ventaja y no una desgracia. Aprendemos de la vida conforme esta pasa. Conforme vamos adquiriendo experiencia y perspectiva de nuestra propia existencia. Este hombre mayor, con ese marco de referencia sobre la vida pasada y la vida que le queda, con esa madurez adquirida, puede disfrutar de su “juventud interior” siendo más consciente de ella que el joven, al que se le pasa, casi sin darse cuenta. Sin darse cuenta de estar viviendo esa “privilegiada edad” que luego quizás “ya no volverá”. Pero, para algunos, esa privilegiada edad no sólo no se va nunca, sino que es mejor aprovechada cada año que pasa.
Sólo se envejece cuando no se tiene ilusión. Cuando no se ama. Cuando no se ama la vida, la poesía, el sol, tu trabajo, las pequeñas cosas de cada día. A tu mujer… Ese amor a tu mujer, si es verdadero, se mantiene joven hasta el último día de tu vida a su lado. Puedes llamarla “Princesa” con 30 años… y también con 70. Pues todos sabemos que la verdadera belleza es interior, y esa belleza no siempre empeora con la edad, sino que, en muchas ocasiones, mejora. De nuestros labios pueden salir frases como “Cada día estás más guapa, princesa” y uno no está diciendo ninguna mentira al decir esas palabras.
Así, cada año que pasa siendo uno joven por dentro, más consciente se siente de su juventud, más joven se siente también por fuera, con más ilusión, con más amor… en definitiva, más feliz de seguir viviendo.
De la Red
09/25/2015