ADIOS SIN DESPEDIDA
No…no le cuentes a nadie ni de ti ni de mí
que la gente no entiende la razón porque ahora
si de verdad me amaste con tanto frenesí
me dejaste de amar en tan sólo unas horas.
No le cuentes a nadie que este pecho que llora
te ha rogado mil veces…mil veces volver…
y los ruegos de amor de este amante que implora
han sido ignorados por tu extraño querer.
No…no cuentes esas cosas, no las cuentes mujer
no hagas que el mundo por nosotros se asombre
que hay cosas que la gente no debe saber
porque hieren muy hondo el orgullo de un hombre.
No le cuentes a nadie que el loco martirio
que atormenta mi vida… tú eres
que mi amor es sin tí como un lirio
que si tu no lo cuidas … se muere.
No…no le cuentes a nadie de aquellos ayeres
que encerrados viven en cofres arcanos
ni le digas a nadie que el puñal que me hiere
hasta el mango en mi pecho…lo empuja tu mano.
Pero todo aquello con el tiempo pasó…
ya tu amor no era el mismo…Tu cambiabas
y el tiempo en sus alas invisibles se llevó
todos aquellos “te quiero” que jurabas.
Te quiero…¡cuantas veces te quiero repetías!
un amor que decías era indestructible…
Pero eran “te quieros” que acaso no sentías
porque después los llamastes imposibles.
Tú que una tarde de otoño todo me lo diste
que me lo diste todo sin yo pedirte nada
y con los mismos besos que felíz me hiciste
dejaste mi vida triste y desilusionada.
Recuerdo aquella tarde de triste despedida
de ilusiones que el viento se llevó consigo.
Y hoy eres alguien que se fue de mi vida
pero que, sin embargo, se quedó conmigo.
Por eso es que esta carta es una carta de ésas
que cuando se leen dan ganas de llorar
comienzas a leer… y cuando empiezas
las lágrimas del alma empiezan a brotar.
En aquella tarde de adios sin despedida
encendiste mi alma con tus besos ardientes
pero…dejaste para siempre mi alma dolorida
con el dolor más intenso que se siente.
Se que tu…posiblemente nunca olvidarás
aquella tarde de adios sin despedida
y aunque quieras olvidarme no podrás
porque yo soy la parte oculta de tu vida.
Pero…quizás…¡quien sabe si quizás!
pretendas hacerte la desapercibida
fingiendo no acordarte nunca más de aquella tarde
de adiós sin despedida
Felix Pages
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