Como una luz celestial
En tu ser brotó una vez,
como una luz celestial,
el amor más tierno y puro;
que te convirtió en la mujer
más feliz del universo.
En el vientre de tu cuerpo,
se germinó la semilla
de una ilusión anhelada;
forjada entre fantasías
que tiene toda mujer.
A partir de ese momento,
madre, te hiciste mujer
y me diste el privilegio
de convertirme en un ser,
lleno de luz y alegría.
Dime porque no he de amarte,
si por mi te desvelaste;
y tu cuerpo venusino de diosa
sacrificaste sin miramientos,
en aras de amor de madre.
Tu que me diste tu fe
y pusiste en mi tus sueños;
que en mis noches de dolor
velaste mi enfermedad
y derramaste en silencio tus lágrimas.
Tú mereces algo más
que las riquezas banales
de los hombres en la tierra.
El cielo será todo tuyo
como premio a tu labor.
Madre mía que me amas
a pesar de mis defectos;
que me entregas tu cariño,
sin ponerme condiciones
ni pedirme nada a cambio.
Eres el ángel divino,
que el Creador del Universo
hizo con gran perfección,
para servir de instrumento
y cumplir con mi misión.
Deja poner a tus pies,
mi corazón que te ama
y cubrir de rosas rojas
los sendero de tu vida
como tributo a tu bondad.
Deja pedirle al Señor
que cuando cumplas tu sino;
como premio a tu grandeza
te de un espacio a su lado,
para que seas feliz por toda la eternidad.
|