Los medios había prometido una batalla y ni Hillary Clinton ni Bernie Sanders los decepcionaron.
Desde el primer minuto de las dos horas que duró el noveno debate demócrata, la exsecretaria de Estado
y el senador de Vermont dejaron de lado la cortesía de los encuentros anteriores.
Desde Wall Street hasta el salario mínimo, pasando por el control en la venta de armas, la relación con Israel
o el cambio climático, ambos contrincantes se lanzaron duras puyas para debilitar al otro
de cara a las primarias que se celebrarán el 19 de abril en Nueva York.
Para ambos contrincantes ese estado es especial, y no solo por los 291 delegados que están en juego.
Mientras que Clinton ha sido en dos ocasiones senadora por el estado de Nueva York, Sanders nació en Brooklyn,
no lejos del Navy Yard, el antiguo astillero de la Segunda Guerra Mundial donde se desarrolló el encuentro.
De toma y dame
El primero en atacar fue Sanders. Cuando le preguntaron si pensaba que Clinton estaba
cualificada para ser presidenta, el exsenador respondió: “Claro que sí”.
Pero tras una breve pausa agregó “lo que pongo en duda es su juicio en cuestiones como la guerra
de Irak, el peor error en la política extranjera de en la historia de Estados Unidos,
los acuerdos comerciales y la financiación de su campaña”.
Por su parte, Clinton recordó una reciente entrevista de Sanders para el New York Daily News
en la que el senador no había podido explicar cómo iba a luchar contra los bancos,
uno de los temas centrales de su campaña.
Pero sus críticas no se limitaron a ese tema. “Cuando le preguntaron sobre temas de
política exterior, no supo decir nada sobre Afganistán, ni sobre Israel, ni sobre la lucha antiterrorista…
Yo creo que uno tiene que estar cualificado desde el primer día tanto para ser el presidente
como para ser el comandante de nuestras Fuerzas Armadas”.
Herido en su amor propio, Sanders atacó a Clinton por su cercanía con Wall Street. “En vez de
regular el sector tras la crisis financiera”, dijo, “Clinton estaba dando conferencias
en Goldman Sachs que costaban cada una 225.000 dólares”.
La exsecretaria de Estado se defendió diciendo que ella se ha opuesto a las prácticas de los
bancos desde que era senadora. Pero Sanders le dijo con ironía: “Dios mío, seguro que eso
los destrozó” y se preguntó si eso pasó “antes o después” después de los pagos por sus conferencias.
“¿Podemos confiar en una candidata que dice que va a traer un cambio a Estados Unidos
y que al mismo tiempo depende del dinero de las grandes compañías?”, insistió el senador
de Vermont, para responder él mismo a la pregunta. “Yo creo que no”.
La incomodidad cambió de bando cuando el tema fue el control de armas, un asunto crucial
en el estadio de New York. “Hemos escuchado bastante al senador Sanders sobre la voracidad
y la irresponsabilidad de Wall Street. Pero ¿qué dice sobre la voracidad y la irresponsabilidad
de los fabricantes y los vendedores de armas en Estados Unidos?”, preguntó Clinton, quien
llegó incluso a responsabilizar al estado de Vermont por las armas que circulan en New York.
En cuanto a la política extranjera, Sanders criticó a la exsecretaria de Estado por su apoyo
incondicional a Israel. “Si nuestro fin es la paz, no debemos decirle siempre a Netanyahu
que tiene la razón”, dijo en uno de los momentos más importantes de la noche.
De hecho, es la primera vez que un candidato presidencial de uno de los grandes partidos
estadounidenses critica las acciones de ese país, uno de los aliados de Washington en Oriente Medio.
“Si queremos acabar con la guerra en esa región, tenemos que tratar a los palestinos con dignidad
y con respeto”, dijo. Y criticó a Clinton por su reciente discurso en el Comité Israelí-
Estadounidense de Asuntos Públicos, un influyente lobby pro-Israel.
La gran pregunta es si los dardos de Sanders bastarán para cambiar el curso de las elecciones
primarias demócratas. Aunque desde mediados de marzo el senador ha logrado una importante
serie de victorias en Idaho, Utah, Alaska, Hawái, Washington, Wisconsin y Wyoming,
hasta la fecha el senador ha cosechado apenas 1.087 delegados, contra los 1.307 con
los que cuenta la exsecretaria de Estado.
Y lo cierto es que sus posibilidades de alcanzar a Clinton pueden disminuir, pues las
primarias de New York abren una etapa de las elecciones en las que el mapa electoral
favorece a Clinton, con votaciones en estados con grandes poblaciones negras y latinas.
Dos grupos entre los cuales la ex secretaria de Estado tiene muchos más adeptos que el senador.