En muchas oportunidades nos quedamos estáticos frente a importantes situaciones solamente por querer guardar las
apariencias o por el miedo al que dirán. Estas circunstancias nos hacen dejar de lado prioridades innegociables
que debemos afrontar de inmediato y darles el justo valor que merecen.
Víctimas de este descuido son constantemente nuestros hijos, arrollados por la cruenta rutina que nos hacen
minimizar sus necesidades y maximizar nuestras obligaciones.
He podido experimentar en la persona de una amiga, de esas que pueden ser catalogadas como “Inmensas”,
del cómo el Amor basado en una pasión sin fronteras puede transformarnos en “guerreros”
y defensores sin tregua de los derechos de nuestros hijos.
Viene a mi mente un episodio que por si sólo podría parecer hasta un poco banal, quizás intrascendente, pero
que si vemos más allá de lo perceptible por nuestras mentes de adultos tan emocionalmente limitadas,
podríamos entender que si le damos la espalda a situaciones similares contribuiríamos a dibujar
huellas negativas en la historia de vida de nuestros chamos.
La hija de mi querida amiga en cuestión se vio en medio de un día emocionalmente difícil de su maestra, algo así como
estar parado en una autopista donde fluyen vehículos a alta velocidad. Quizás esta docente tuvo algún altercado con su esposo,
tal vez experimentó una mala digestión o era victima de alguna carencia que prefiero no referir.
Luego de que sus alumnos lidiaron durante toda esa mañana con el mal humor y la indisposición de nuestro personaje, tuvieron
que cerrar con broche de oro con un castigo inmerecido. Por razones poco claras, cuales implicados en un crimen, fueron
“sentenciados” a escribir los números del 2000 al 0 de manera descendente. Aquí es donde los padres se ven inmiscuidos en
el paradigma de que éstos son los tipos de amonestaciones que le dan “disciplina” a sus hijos, que es necesario que deban
pasar por estas penurias y así entiendan de una vez por todas quién es la persona que lleva la batuta, quién es el individuo
que tiene la razón de manera incuestionable (sin derecho a “pataleo”).
Mi pregunta entonces es la siguiente: ¿de que le sirve a un niño de esta generación de la informática prematura escribir
de su “puño y letra” todos esos números? Más aún cuando es tomado como un castigo que de paso es inmerecido y producto
del capricho de un extraño. Tal vez si sirva para algo: para crearle aversión más adelante a todo lo que se relacione con
¡¡ Números !! ¿Es que no existen otras estrategias para orientar a nuestros chamos en el camino del respeto,
la comprensión o la solidaridad?
Mi amiga dándose cuenta de que su hija tardaba más de lo normal para salir del aula se acercó a preguntar y se topó
frente a frente con el castigo a la antigua usanza “pedagógica”. Aquí muchos se pondrían de lado del “sabio” adulto,
más ella no lo hizo así, al contrario se horrorizó y sacó del salón a su chamita, no sin antes dejarle bien claro
a la maestra su inconformidad y molestia por la situación, de manera categórica y firme.
Tal vez el primer pensamiento que pasó por la mente de la niña fue: “mi mamá esta de mi lado”, seguramente el segundo
fue: “cuento con mi mamá, no estoy sola” y probablemente un tercer pensamiento: “en mi vida hay alguien que
me ama tanto que no tiene miedo de defenderme”.
En su futuro seguramente los números del 2000 al 0 no vayan a tener mayor importancia, incluso quizás nunca más los vuelva
a escribir de esa absurda manera, pero de lo que si estoy convencido es que el amor por su madre siempre estará presente,
como esos árboles milenarios, robustos y floridos que cubren con su fresca sombra a todo aquel que busca refugiarse en sus raíces.
Nunca dejemos de acompañar a nuestros hijos en la aventura de descubrir de qué se trata la vida.
Somos sus únicos y verdaderos guías. Somos y debemos seguir siendo sus Héroes. Detengámonos a entender cuáles
son los caminos más válidos para sembrar en sus corazones las semillas de bien, de amor. No los dejemos solos,
a la deriva de un mundo a los que ellos no les importan tanto como te deben importar a ti.
Invéntales una aventura divinamente loca. Quizás un día, cuando los lleves al colegio, desvíate y llévalos a contemplar el mar,
disfruta con ellos una mañana en un momento cómplice e íntimo. Comparte con ellos una travesura de la cual nunca se arrepientan.
Seguramente lo que les enseñarían ese día en el aula muy pronto lo olvidarían pero esa
mañana quedará tatuada en sus vidas eternamente.
Recuerda que tus hijos son el reflejo de tu alma ….. las manos de tu vida ……
Marcelino Juárez