Es hora santa… llega muy quedo,
no te acobardes, no tengas miedo,
hay muchas flores en derredor.
Sobre las cruces de tosca piedra,
piadosamente prende la yedra,
piadosamente late el amor.
¡Mira que pronto rueda la vida
!¡Cuánta esperanza desvanecidas
pierde en ondas de frío capuz!...
lo que soñamos solo es mentido:
es mundo es cárcel de eterno olvido:
la muerte es vida de eterna luz.
¿No ves?...
las copas de los cipreses,
iluminadas se ven a veces
por vacilante luz funeral:
arden los cirios con llama mustia…
¿Porqué tenemos tan honda angustia
junto a las puertas de lo inmortal?
Las tumbas visten negros crespones,
surgen sollozos entre oraciones
que alza el recuerdo como un dolor.
Por todas partes tristeza y duelo…
¡alza los ojos, contempla el cielo,
ya que las tumbas te dan pavor!
También las aves se encuentran mudas;
en nuestras penas y en nuestras dudas,
furtivamente nos ven llora
r
y sus canciones de cementerio,
ya no preludian como salterios
la despedida crepuscular.
Las hojas ruedan perdidas
entre las tumbas desconocidas
que ya no tienen flores ni cruz;
Ahí ninguno se acerca ahora…
¡Sobre esas tumbas huérfanas llora!
¡Tu llanto puede servir de luz!
Ésos sepulcros no tienen dueño;
los que ahí duermen profundo sueño
tal vez aguarden algún amor;
tal vez esperan en su retíro
la queja errante de algún suspiro
la fragancia de alguna flor.
Cuando yo muera, vuelve con calma;
pero en la tumba no busques mi alma,
¿Cómo pudiera vivir allí…?
Cuando yo muera ve al camposanto,
pero en la tumba no viertas llanto…
¿Por qué llorarme si vivo en ti?
FERNANDO CELADA