Te habla mi voz, pero dispersa el viento
las palabras que expresan, ya la idea,
ya el afecto, y así se tambalea
la imagen que transmito en el intento.
Debo escribirte. Tanto mi lamento,
como mi gozo, y cuanto los rodea,
perderán dimensión en la tarea,
carácter, tono, vibración, aliento.
Mas quedará constancia de lo hablado,
y al leerlo, tal vez, habrás logrado
asignarle inflexiones y matices.
Podrá un escrito parecernos frío
viniendo de un extraño; no en el mío,
que revela mi fronda y mis raíces.
Francisco Alvarez Hidalgo
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