que aun después de muerta, se siente.
Los juegos infantiles,
todo lo que se aprende con los cinco sentidos,
tener una mascota,
llorar amargamente, por simples malcriadeces,
hablar con las muñecas o el oso de peluche,
y contarle a los grillos lo que quieres que escuche.
Pellizcar los claveles, ir a la misa dominguera,
inclinarse para besar el anillo del Obispo,
disfrutar de la tia tejiendo las crinejas,
dándote cuenta del primer galán
tirando mediecitos por tu reja.
Estudiar con ahinco para ser importante en lo profesional.
Enamorarte y empezar a forjar las nuevas ilusiones
de ser esposa y madre, si logras el sueño de poderte casar.
Pasan los años tan ligeramente,en un cúmulo de tiempo
que abarca el calendario,
que cuando volteamos, ya estamos viejos,
todo ha girado velozmente, como experto movimiento
de ágil bailarina.
Todo cambia para bien o mal.
Los hijos que se van en pos de su propia vida,
los nietos que visitan y que se quieren doble,
los amigos ya muertos,
las largas caminatas a diario compartidas
como grato complemento de la jubilación,
la intensificación de la fe,estableciendo con Dios,
profunda comunión.
El cuerpo que se dobla, la faz que se marchita,
la amplia soledad que a meditar convida
y teje una cadena con el pasado fiel.
Todo, menos la musa que siempre me acompaña
en mis horas volcánicas en que la rima arrasa
y en su furia arremete para desnudar ante ti,
lo que mi alma siente.
Todo, menos esa expansión interna,
envuelta en sinfonía,
para dejarte a ti,
mi humilde poesía!
Trina Leé de Hidalgo
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