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General: Rodeada de una multitud Cristina Fernández lanza Unidad Ciudadana (+Fotos)
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 20/06/2017 20:16

Rodeada de una multitud Cristina Fernández lanza Unidad Ciudadana (+Fotos)



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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 24/06/2017 11:22
Arsenal
Imagen: Leandro Teysseire

Ya nadie discute la infalibilidad del Papa, porque nadie lo cree aunque lo quieran. Cristina Kirchner no es un Papa y tampoco es infalible. Nadie es infalible. Ni siquiera resulta provocador ese debate. Pero cuando el cuestionamiento de supuestos o verdaderos errores cometidos, como si eso fuera un gran descubrimiento o un acto sublime de independencia de criterio, lleva a ponerse por fuera de ese marco de conducción, más que los errores y todo ese colorido, lo que se plantea es un cuestionamiento al liderazgo en sí. De alguna manera, los ex funcionarios kirchneristas reunidos alrededor de Florencio Randazzo, más el Movimiento Evita, lo que están diciendo no es solamente que ese liderazgo tuvo errores y no los contiene, sino que además ya no es valioso como tal.

Frente a la poderosa alianza que está representada en el gobierno de Cambiemos, de medios concentrados, grandes bancos y empresas, un sector importante de la Justicia y los servicios de inteligencia, la única fuerza que puede oponer el campo popular es su masividad y su unidad solidaria y una de las pocas herramientas para lograrla son liderazgos como los que han surgido esporádicamente en la historia y como el que protagoniza en la actualidad Cristina Kirchner.

No es una novedad para la derecha: el esfuerzo principal de toda la parafernalia de operaciones de inteligencia, políticas, mediáticas y  judiciales del oficialismo, estuvo y está enfocado en destruir esa herramienta popular. El peso de esa formidable artillería apunta menos a destacar sus logros y embellecer a Mauricio Macri, y más a despedazar a Cristina Kirchner. Ignoran y ocultan las innumerables denuncias de corrupción contra el gobierno de Cambiemos pero insisten en la corrupción K con sucesiones de grandes titulares, campañas de alta intensidad en las redes y reacciones periodísticas de inusitada virulencia en la televisión.

Se trata de una estrategia consciente, planificada y centralizada y sus protagonistas son actores de un guión. No son reacciones independientes o coincidentes por la casualidad o “porque piensan lo mismo”. Está orquestado en forma centralizada y en cada situación se hace evidente la consigna central que se elige. Contra el acto que realizó el kirchnerismo en la cancha de Arsenal, la señal de largada estuvo a cargo del propio Macri con una conversación telefónica fraguada en la que le decía coloquialmente a un falso trabajador que lo “desespera que los que hicieron estas cagadas y encima se robaron el país, por estos jueces que tenemos, sigan caminando por las calles”. A partir de allí, la consigna extendida por Clarín, La Nación y casi todos los canales de televisión fue: “cómo puede ser que una chorra sea candidata”. Periodistas, funcionarios y políticos repitieron esa consigna como un mantra y lograron generar entre sus seguidores un clima de crispación y violencia que se ha convertido en una característica muy marcada de los fans de este gobierno. Fue inevitable que esa catarata de indignación centralizada que destilaron los medios oficialistas derivara en un intento de acto frente a Comodoro Py con el fin de presionar a jueces y fiscales para que encarcelen a “la chorra”. El acto en Tribunales fue un desatino porque el día era feriado, el edificio estaba  cerrado y no había funcionarios y porque apenas concurrió un puñado de personas entre las que sobresalían varios desquiciados que hablaban con los medios. Fue notorio el contraste con la inmensa y pacífica concentración en la cancha de Arsenal.

Para la derecha es más importante destruir un liderazgo que pudiera convertirse en epicentro de una fuerte convocatoria de oposición, que glorificar a su gobierno. Es una estrategia pensada desde antes que asumiera el gobierno de Cambiemos: hablan poco a favor de Macri; mantienen un poderoso blindaje a su alrededor; y dedican su esfuerzo principal a destruir la alianza que se había generado en el campo popular a partir del gobierno kirchnerista.

No les fue tan mal. La campaña de destrucción fue eficiente ya sea por debilidades de esa alianza como por la poderosa maquinaria que sostuvo la campaña. Las presiones sobre los gobernadores, la subsecuente sangría en los bloques legislativos, la fuga de dirigentes y la permanente campaña de carpetazos armados por los servicios de inteligencia, difundidos por un ejército de comunicadores oficialistas y ejecutados por jueces predispuestos tuvo un efecto de desgaste y desmoralización. En su malicia, la arquitectura de esa campaña tiene hasta cierta belleza: ninguno de los dirigentes y ex funcionarios que defeccionaron tiene causa judicial. En cambio a la mayoría de los que se mantuvieron fieles al kirchnerismo le han llovido causas judiciales y denuncias. No deja de ser llamativa esta clara línea que separa honestos y corruptos según los comunicadores y los fiscales y jueces del oficialismo. 

Pero el resultado se lee diferente en el kirchnerismo y en el oficialismo. Para la derecha, su furiosa arremetida debería haber finiquitado con el kirchnerismo, como sucedió con el menemismo después que perdió de hecho las presidenciales ante Néstor Kirchner. Y desde el kirchnerismo no se esperaba que esta campaña produjera tantas deserciones y desconcierto.

Pero ni  Cambiemos ni los propios kirchneristas consideran que está acabado, ni mucho menos, el liderazgo de la ex presidenta y, por razones distintas, ambos opuestos están sorprendidos por la situación actual. Porque esperaban más o porque esperaban menos. Esta es la lógica central de este escenario donde, los que dan por consumido el liderazgo de Cristina Kirchner se resignan a una larga etapa de debilidad del campo popular y se marginan de esta fuerte disputa que constituye el meollo de la escena política y que dirime el destino del país a mediano plazo.

Las alternativas que han llevado al lanzamiento del Frente Ciudadano y al acto en la cancha de Arsenal transitaron esas estaciones. Es obvio que el acto apuntó a recuperar las fuerzas que se perdieron y no tanto a la nutrida militancia que estaba allí. Todo el despliegue buscó al voto que tomó distancia después de la derrota en las presidenciales. Es un elector que no se alejó, siguió el acto por televisión y está muy crítico con el gobierno. El lenguaje fue centralmente visual y menos literario, donde no sólo se habló de los sectores perjudicados por las políticas del gobierno, sino que se los mostró, se los personalizó y humanizó, donde la ex presidenta habló entre una multitud que rodeaba un pequeño escenario sin vallas y donde la única oradora fue ella. Hizo un discurso corto, emotivo, pero con contenido, donde el peso simbólico de esas tragedias se expresaba en los cuerpos y no tanto en las palabras.

Pero el acto de Arsenal fue el primer paso de una larga marcha. Muestra un punto de partida, una fuerza que puede convertirse en opción de poder, pero que aún le falta, que necesita recorrer un camino que en principio no se avizora demasiado corto. La obsesión del oficialismo por destruir ese núcleo intenso de convocatoria que constituye la ex presidenta, mantiene la ofensiva judicial pero ha evitado victimizarla con una condena. El fallo vergonzoso de la Cámara de Casación Penal, contra Milagro Salas –pura política sin solvencia técnica–, demuestra el control del oficialismo sobre amplios sectores del Poder Judicial, al punto que se puede llegar a una condena sin pruebas si es la conveniencia del Ejecutivo.

La poderosa alianza de la derecha en el gobierno y la convocatoria explícita de Cristina Kirchner a un espacio nacional, popular y democrático en la oposición aparecen como los dos protagonistas que disputarán la escena política en los próximos años. El kirchnerismo no se convirtió en un fantasma del pasado como le sucedió al menemismo y como esperaba la derecha, pero tampoco es una fuerza en condiciones de volver en poco tiempo, como quisiera su militancia. En la pasada elección presidencial, el FpV logró el 37 por ciento en primera vuelta, y perdió con el 49 por ciento en el ballotage, lejos del insuperable 54 por ciento en primera vuelta, cuando Cristina Kirchner fue reelecta en 2011. Después de la derrota de 2015 hay un nuevo punto de partida, pero esquemáticamente es el trayecto que deberá escalar el kirchnerismo para reposicionarse, impulsado por la corriente de ajustes y descalabros que está produciendo la política económica del gobierno. El acto en la cancha de Arsenal mostró a una fuerza que empieza a ponerse en movimiento para recuperar el terreno perdido y tiene un arduo recorrido por delante. Un punto de partida: el proceso de endeudamiento acelerado sólo se logró a partir del desguasamiento de los bloques legislativos del FpV, lo que dejó dos enseñanzas: la primera es que los candidatos tienen que estar explícitamente comprometidos en estos temas. Y la segunda es que fue la fuerza que se opuso al endeudamiento y demostró que es la única capaz de hacer oposición real para frenar la catarata de ajustes que se anuncia para después de las elecciones.


Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 20/07/2017 12:45
Mariano Pinedo cuenta cómo fue el encuentro de CFK con productores rurales
“Un diálogo muy crítico sobre lo que pasa”
Pinedo, candidato a diputado, habla de la campaña de Unidad Ciudadana en “la provincia profunda” y de la visita de CFK.
Cristina Kirchner junto a Mariano Pinedo y Francisco Durañona.
Cristina Kirchner junto a Mariano Pinedo y Francisco Durañona. 

“En la medida que podamos aportar para comprender mejor los problemas de la gente y buscar soluciones, lo seguiremos haciendo”, dice a PáginaI12 Mariano Pinedo, concejal en San Antonio de Areco y candidato a diputado provincial de Unidad Ciudadana en la segunda sección electoral, un día después de que Cristina Fernández de Kirchner visitara a una serie de productores rurales en la localidad de Lincoln, en el marco de la campaña electoral. “La campaña de Unidad Ciudadana se define por la necesidad de escuchar a los sectores afectados y plantear soluciones desde esa escucha”, agrega Pinedo, hermano del dirigente PRO que ocupa el tercer lugar en la cadena de sucesión presidencial, Federico Pinedo.

La ex presidenta y precandidata a senadora eligió esta semana la ruralidad bonaerense, donde su gobierno tuvo dificultades para restablecer vínculos con el electorado después del conflicto con la Mesa de Enlace en 2008, como una señal de los nuevos rumbos políticos. Sin grandes actos ni presencia de la prensa, sin militantes con banderas ni cantitos, sino cara a cara, dialogando con los sectores productivos, ayer fue el turno de un lechero que planteó los problemas de su industria y dialogó con CFK sobre posibles soluciones.

“El problema del tambero es más que nada el intermediario, que 300 por ciento más caro vende en la góndola”, plantea Agustín, el encargado del establecimiento, en el video difundido por el equipo de CFK. “Si de repente ustedes pudieran hacer una cooperativa, varios tambos, y vender el fluido en forma directa en el pueblo, vos podés estar vendiéndolo en 10 pesos, o 12 pesos o 15 pesos también. Si no hay una intervención inteligente del Estado ni va a mejorar el precio para los productores ni va a mejorar para los consumidores. No hay magia”, propone ella.

La industria lechera “es una actividad que involucra a muchas personas y familias” y que “tiene problemas estructurales pero también otros coyunturales que se agravaron en el último año y medio, como por ejemplo los efectos del tarifazo, la quita de retenciones que afecta el costo de los alimentos para el ganado y los precios al productor, que siguen muy cerca de lo que eran en 2015 a pesar de lo que aumentaron en góndola”, explica Pinedo, que junto al intendente de San Antonio de Areco, Francisco Durañona, forma parte del Movimiento Arraigo, que apunta a la problemática productiva en “la provincia profunda”.

Según describió el concejal, la ex presidenta fue recibida “muy bien” por los productores. “Lo que querían eran hablar sobre los problemas que tienen, ninguno fue muy elogioso con el gobierno pasado, no hubo un ambiente de celebración como cuando se reúne con militantes, sino un diálogo muy crítico sobre lo que está pasando ahora, pero con muy buena disposición de ellos para que se los escuche y de ella para escucharlos”, agregó Pinedo, que explicó que CFK también les dejó pautas para continuar con el trabajo proselitista en ese sector.


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 20/07/2017 21:52

Cristina Kirchner vuelve a la política argentina con un baño de masas

Al grito de "vamos a volver" miles de personas la alientan a presentarse como senadora para volver al poder en 2019

Cristina Fernández de Kirchner durante el lanzamiento de su agrupación Unidad Ciudadana.
Cristina Fernández de Kirchner durante el lanzamiento de su agrupación Unidad Ciudadana. TELAM

Cristina Fernández de Kirchner ha vuelto. Aún no se sabe al 100% si será candidata a senadora en octubre, pero su regreso a la primera línea de la política es definitivo. Pese a las enormes críticas recibidas, pese a los escándalos, a los procesos por presunta corrupción y a la derrota electoral de 2015 frente a Mauricio Macri, la expresidenta conserva un enorme número de fieles. Y miles de ellos se congregaron en el estadio Julio Grondona, en Sarandí, el corazón del conurbano de Buenos Aires, la zona obrera y pobre del país donde ella tiene un respaldo de hasta el 40%. “Lo importante es canalizar esta fuerza, esta decisión ciudadana en organizar a la sociedad, por eso convoco y los convoco a la unidad ciudadana, a la unidad de todos los argentinos y argentinas. Porque estoy convencida de que esta etapa histórica de agresión neoliberal a todos los estamentos de la sociedad no es una cuestión de partidos políticos”, dijo Kirchner en el arranque de su discurso.

Cristina Kirchner tiene fieles, muchos fieles, pero ya no tiene poder y ni siquiera partido. Con tal de no enfrentarse en unas primarias al que ella considera su "empleado", el exministro Florencio Randazzo, la expresidenta ha decidido salir del Partido Justicialista, el peronismo que le sirvió a ella y a su marido, Néstor Kirchner, para alcanzar el poder primero en Santa Cruz y después en todo el país. Por eso, porque es una dirigente sin partido, ella dio una orden clara que todos los suyos cumplieron como siempre de forma casi militar: no había banderas de diferentes agrupaciones, como es costumbre. "Solo banderas argentinas", ordenó ella, precisamente en el día de la bandera, festivo en todo el país. Y así fue, con algunas excepciones, como el grupo Kolina.


Todo era distinto a la escenografía clásica. La expresidenta hizo subir al escenario a un grupo de hombres y mujeres afectados por la crisis: estudiantes, científicos, maestras, pequeños empresarios, madres de siete hijos, voluntarias de un comedor, jubilados, inmigrantes bolivianos. A todos los que presentó con nombre y apellido y una pequeña historia de vida, una técnica que también utiliza su rival, Macri, asesorado por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba. Kirchner usa así lo que funciona de su contrincante. La expresidente enumeró los pesares de esos ciudadanos, uno por uno, como ejemplo de lo que ella quiere denunciar, “la realidad que tenemos que encarar y modificar”. Algunos en el público lloraban con las historias. Todo parecía medido para lograr un relato: Argentina era un país que funcionaba y Macri lo destruyó. La realidad es mucho más compleja, pero los mítines no son lugar para matices. “Si tenemos que traer a todos los sectores con problemas seguimos acá mañana”, dijo ella, mientras pedía médicos para personas que se desmayaban. “¿Qué les pasa? Es que hoy hace mucho frío”, comentaba.
Ella estaba sola, sin teloneros, nada. Ella y los suyos, sin partidos. Era una Cristina diferente, menos agresiva, que intenta limitar el enorme rechazo que genera su nombre en algunos sectores. Una y otra vez repetía que la crisis y la subida de tarifas decretada por el Gobierno afecta por igual a kirchneristas y macristas. Y cuando el público empezó a insultar a Macri, ella los frenó: "Nada de insultos, hemos venido a construir una unidad ciudadana". La campaña de los Kirchner parece haber tomado ideas que le han funcionado al macrismo: solo banderas y el himno argentino como colofón, sin marchas peronistas.

“Lo que necesitamos es ponerle un límite en las próximas elecciones, ponerle un freno a este gobierno y al ajuste. No le hagamos el juego a los que intentan confundir hablando del pasado, claro que tenemos pasado, pero con ellos no tenemos futuro, ese es el verdadero problema. Tenemos que poner un freno a tanto disparate. Así no se puede seguir”, dijo Kirchner. El estadio, no muy grande, se desbordó enseguida y se vivieron escenas de tensión con la gente que quería entrar superando el aforo. Algunos se colocaron en las colinas de alrededor para seguirlo. Incluso los trenes de cercanías que pasan lindante al estadio aminoraban su marcha para verla. "A volver, vamos a volver", gritaban todos.

Cristina Kirchner
Kirchner rodeada de seguidores sobre el escenario. AFP

“Tengo 3 hijos y soy abuelo y es realmente muy complicado vivir porque no hay trabajo. Mi hijo cobra el salario en tres cuotas mensuales, dicen que hay una mejora pero es virtual. Yo en este momento no veo mejora”, dice José Sinfrón, un taxista de 56 años. Raquel González llegó desde San Martín, en el extrarradio de Buenos Aires. “Vine a apoyar a Cristina porque con ella estábamos mejor y me alcanzaba para comer. Hoy solo puedo hacerlo una vez al día porque no hay trabajo. El kirchnerismo tiene que volver distinto, con otra gente, más joven, y otra mentalidad”, dice.

Cuando el kirchnerismo perdió el poder no sólo en el país sino también en la provincia de Buenos Aires, algo inesperado, parecía en desbandada. La guerra por la sucesión era brutal, mientras ella se recluía en su refugio de El Calafate, al lado del glaciar Perito Moreno. Pero 16 meses después, los malos datos económicos de Macri, la inflación y la crisis que afecta sobre todo al conurbano de Buenos Aires, y la incapacidad del peronismo para encontrar un relevo han vuelto a ilusionar a los kirchneristas. Creen que es posible que ella gane en la provincia de Buenos Aires, se convierta en senadora y desde ahí pueda dar el salto a la presidencia en 2019. El Gobierno de Macri está convencido de que eso es imposible y más con la división del peronismo.

Los antikirchneristas sueñan con una derrota, la primera de su carrera, que acabe con ella definitivamente. A la misma hora en que ella hablaba, frente a la sede de los tribunales federales que instruyen sus causas por presunta corrupción, manifestantes antikirchneristas reclamaban a los jueces que tomen decisiones ya, que actúen contra la corrupción.

Cristina Kirchner no deja indiferente a nadie. Tiene fieles pero también muchos que la detestan. Las encuestas que maneja la Casa Rosada la dan perdedora, y por eso aún creen que a última hora -el sábado es la fecha límite- no se presentará. Pero ninguno de los miles de personas que fueron al estadio a verla se plantea siquiera esa posibilidad. Para ellos, Cristina ha vuelto, y no hay marcha atrás. Cualquiera que haya estado en ese mitin multitudinario pensaría que se presenta y ese era el inicio de su campaña. Pero en Argentina, y más en el mundo de la expresidenta, hacer previsiones de más de dos horas es muy arriesgado.


Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 28/10/2017 20:22

Elecciones en Argentina, triunfo de Cambiemos. Nacimiento de Unidad Ciudadana

26/10/2017
Opinión
cristina_macri.jpg

A pocas horas de celebrarse las elecciones legislativas en Argentina, queremos arriesgar algunas consideraciones.

Cambiemos, la fuerza de gobierno, se impuso en catorce de las veinticuatro provincias en disputa, entre ellas, las cinco más importantes de Argentina. Un dato destacable es la victoria de la fuerza de Mauricio Macri en la provincia de Buenos Aires por una diferencia del 4% de los votos sobre la boleta que encabezó Cristina Fernández de Kirchner y Jorge Taiana.

Estos resultados tienen múltiples lecturas, que exceden el propósito de este artículo. En general, los guarismos electorales señalan ciertas correlaciones de fuerza y son una fotografía más o menos precisa de las preferencias de la sociedad en un momento dado. Pero, aún más importante que los números, son las estrategias que se van a trazar las fuerzas en pugna en virtud de esos datos.

Podemos decir que Cambiemos ha afirmado un proyecto de poder con un importante consenso social; que su modelo de ajuste sobre la base de reducciones salariales y transferencia de riquezas del conjunto de la población a una pequeña minoría (con un alto nivel de endeudamiento en dólares como lubricante) ha sido legitimado; y que van a intentar convertir la diferencia aritmética de votos en una diferencia geométrica para potenciar sus políticas.

Queda preguntarse por qué han sido votados, si pusieron en marcha un plan de despojo sobre un sector social muy importante.

Consideramos que una parte de la sociedad los ha acompañado porque, o bien se beneficia materialmente (una minoría), o bien simpatiza en términos simbólicos con el proyecto de Cambiemos. También es importante destacar que las consecuencias del ajuste todavía no se perciben crudamente: el endeudamiento externo, que es sufrimiento diferido, actúa como amortiguador y, a su vez, el “colchón” de derechos conquistados durante el gobierno anterior aún no ha podido ser plenamente desmontado. Asimismo no podemos pasar por alto que casi un 60 % del electorado votó otras opciones.

Ahora bien, la pregunta que nos interesa hacernos es la siguiente ¿esta elección anuncia una nueva época en Argentina donde, al igual que en los años 90, habrá de afirmarse por más de una década una hegemonía neoliberal?

Veamos.

En primer lugar, consideramos que la experiencia neoliberal actual en Argentina no tiene la pretensión de ser una tormenta pasajera, sino de consolidarse como un proyecto de largo aliento que sirva a su vez para inclinar la balanza regional. Para eso, cuentan con muchas herramientas a su favor: el complejo mediático-judicial, los poderes económicos y, también ahora, el aparato del Estado con cerca del 40% de los votos nacionales.

Con estos instrumentos van a intentar profundizar el plan de ajuste, empezando por la reforma laboral, la reforma previsional, y mercantilizando los sistemas de salud y educación; todo eso combinado con un fuerte aumento de tarifas de los servicios públicos.

Pero para imprimirle mayor velocidad y profundidad a su programa les queda un gran obstáculo por remover, que consiste en delinear una oposición a su medida. Para convertirse en hegemónicos tienen que logran convencer al conjunto de la sociedad de que su plan es el único viable. Y el paso necesario para lograrlo es someter de diversas formas a los sectores más dinámicos del activismo opositor, político, sindical y social.

Ahí reside a nuestro entender el núcleo central de la disputa que se viene en Argentina.

En esta elección hubo algunos datos insoslayables que sirven para completar el análisis.

Por un lado, como ya mencionamos, la consolidación de una fuerza política de derecha de carácter nacional con anclaje social bajo el rótulo de Cambiemos. Por otro, el surgimiento de Unidad Ciudadana, con la referencia de Cristina Fernández de Kirchner, que obtuvo 3,5 millones de votos sólo en la provincia de Buenos Aires. Por último, el languidecimiento de las alternativas opositoras “parecidas” a Cambiemos: Sergio Massa en la Provincia de Buenos Aires, Urtubey en Salta, Schiaretti en Córdoba, variantes del justicialismo y dadores de gobernabilidad del oficialismo, que han sido derrotados. También el socialismo en Santa Fe y el radical Martin Lousteau, opositores bajas calorías, han tenido un desempeño mediocre.

La derecha en este escenario tiene el desafío (nada sencillo, por cierto) de construir una oposición potente y competitiva, pero a su medida. Para eso requiere, como condición de posibilidad, la liquidación del kirchnerismo.

Esta tarea la van a desplegar a través de un operativo de pinzas. Desde las trincheras propias avanzarán a través de la cacería de ex funcionarios kirchneristas por la vía judicial, de la estigmatización de la militancia y de mecanismos de disciplinamiento que incluyen formas coercitivas y represivas para cuando el bombardeo mediático no alcance. Pero también habrá un intento de dilución “desde adentro” de la oposición, bajo el argumento de que Cristina tiene un “techo electoral” y que, para construir mayorías, hay que abandonar la referencia de la ex presidenta, primero, y de las ideas que expresa después.

En ese sentido, va a haber un convite a diluir el “programa” y, con la excusa de acompañar el humor social, ir desmontando los pilares discursivos centrales del proyecto antagónico al neoliberal. Empezarán, por ejemplo, con la solicitud a la oposición de acompañar la baja en la edad de punibilidad de los menores de 16 años y más tarde revisar el salario mínimo, vital y móvil porque es una rémora del siglo XX.

En este marco, la capacidad de sostener el polo democrático popular con eje en Unidad Ciudadana bajo el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner (no como totalidad de la oposición sino como base para estructurar la confrontación al ajuste) es la condición sine qua non para evitar la domesticación opositora pretendida por el establishment y, centralmente, para evitar que el ajuste se profundice a niveles escalofriantes.

Suponemos que la confrontación se va a dar entre dos polos, sobre la base de dos modelos de país radicalmente opuestos y de proyectos irreconciliables: por un lado, el polo democrático popular, y, por el otro, el conservador con eje en Cambiemos. Esos polos van a tener características particulares en cuanto a las pertenencias identitarias, sociales y sindicales. Y se van a configurar centralmente en función de la posición que asuman frente al programa de ajuste del gobierno.

Estarán dentro del polo oficialista-conservador los que impulsan esas medidas, pero también quienes las acompañen: además de los miembros de Cambiemos se encontrarán sectores sindicales, políticos y sociales que se autodenominan “opositores”. Por otro lado estará el polo democrático-popular, con Unidad Ciudadana como expresión más destacada, con una base heterogénea y con un modelo de país antagónico al de Macri.

Estos proyectos en pugna no son una novedad en Argentina: bajo otras formas, son la expresión de una confrontación que tiene antecedentes históricos desde la Independencia de España, hace ya más de 200 años.

Aquí proponemos una digresión. Unidad Ciudadana puede ser la manifestación político- organizacional de un fenómeno que se dio en Argentina en los últimos 14 años, llamado genéricamente “kirchnerismo”, que tiene sus particularidades locales, pero también similitudes con las experiencias pos-neoliberales de nuestra región. En Bolivia, Ecuador y Venezuela han surgido fuerzas políticas nuevas, con rupturas y continuidades con sus historias recientes. Los procesos históricos profundos tarde o temprano diseñan nuevas formas de representación. Y las viejas formas, si ya no cumplen con su función de representar en términos políticos cierto núcleo de ideas, tienden a perder la función que alguna vez tuvieron.

Cristina Fernández de Kirchner pronunció en Arsenal, tras la difusión de los resultados electorales, una frase fundacional: “acá no termina nada, hoy acá empieza todo”. Esta frase profunda encierra una contradicción necesaria y fundamental: para que empiece todo, algo tiene que estar terminando; dialéctica donde lo nuevo se afirma sobre lo anterior, integrándolo y resignificándolo en clave del siglo XXI. Creemos que Unidad Ciudadana puede y debe cumplir ese rol histórico.

Pero volvamos a nuestro argumento inicial. Nos parece que el apoyo o la oposición frontal a las medidas económicas que se vienen será el verdadero clivaje estructurante del escenario político. No va a ser la interna de un partido ni la perspectiva electoral al 2019 lo que pueda explicar la dinámica política en los meses venideros. Por el contrario, será la ubicación que se tenga respecto a la batería de medidas que el actual presidente tiene en carpeta el factor explicativo de los polos en disputa.

Por otra parte, y en simultáneo, el sostenimiento de una identidad anclada en la diada resistencia-oposición (en términos económicos, pero también políticos, sociales, sindicales, estudiantiles y culturales) va a operar como un dique de contención a la avanzada neoliberal.

Y aquí agregamos una consideración especial: la resistencia hay que pensarla no solamente como la pavimentación de la avenida para “volver”, sino como la condición de posibilidad para que la calidad de vida del pueblo no se degrade al ritmo que el plan neoliberal requiere. La resistencia no es sólo un medio, es una necesidad inmediata. Es un fin en sí mismo. Y así lo acredita la historia de los últimos 70 años en la Argentina.

El movimiento popular argentino tiene en su ADN las señas identitarias de la resistencia: al golpe del ‘55, a la proscripción del peronismo y a las sucesivas dictaduras. Con sus más y sus menos, con victorias parciales y derrotas.

El sociólogo Juan Carlos Portantiero habló de “empate hegemónico” para caracterizar la etapa que se abrió en Argentina tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, refiriéndose a una situación en la que coexistían dos fuerzas políticas que contaban con la capacidad de obstaculizar la plena implementación de los proyectos de la otra, pero no de imponer de forma perdurable un programa propio. Las actuales circunstancias también podrían caracterizarse como de “empate hegemónico” ya que ni las clases dominantes ni los sectores populares pueden afirmarse indefinidamente sobre el otro. Desde la perspectiva del polo democrático popular, la resistencia es la potencia que puede impedir que ese empate se rompa hoy en favor de las clases dominantes.

Por último, la derecha va a apelar a otro mecanismo: el desencanto de una parte importante de la sociedad con la “cosa pública” y, principalmente, de cientos de miles de jóvenes, muchísimos nacidos a la militancia bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. Estos días veremos en Argentina cómo millones de imágenes televisivas y mares de tinta en papel impreso van a intentar formatear una realidad desalentadora, alejando en el ideario colectivo la posibilidad de que este bloque vuelva a ser gobierno. Van a tratar de mostrar, lógicamente, que ellos vinieron para quedarse por muchas décadas y, con eso, buscarán provocar una huida de esos jóvenes a la esfera privada y al mundo de las respuestas individuales.

Para que en Argentina no se afirme un proyecto de carácter hegemónico resulta vital que la clase dominante no logre su objetivo y produzca el “transformismo” opositor que refería Gramsci respecto a la Italia de finales del siglo XIX.

En ese marco, resulta promisoria la frase de Cristina Fernández de Kirchner referida previamente, según la cual “hoy empieza todo y no termina nada” en relación al surgimiento de Unidad Ciudadana.

Para tender puentes a sectores sociales que hoy no han acompañado con su voto y reconstruir una nueva mayoría la Unidad Ciudadana deberá ser creativa. La afirmación de los principios no debería significar cerrarse sobre sí mismo.

Para finalizar, queremos señalar que el proceso político argentino no opera en el vacío, sino que hay que pensarlo en clave regional. El rotundo triunfo de la Revolución Bolivariana en las elecciones estadales de Venezuela y las perspectivas electorales para Lula en Brasil de cara a las presidenciales de 2018 marcan que no hay “un ciclo que se termina”.

La derecha propone una estrategia global de confrontación, la respuesta también debe ser global. En Argentina hubo una derrota que, según lo que haga el polo democrático-popular, puede ser transitoria o duradera. En América Latina sigue habiendo un escenario en disputa.

@JoseCampagnoli



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