Tercera parte
La colisión fue impresionante… todos los pasajeros recibieron un cimbronazo que a más de uno lo sacó de su asiento.
Abel incrustó su cabeza en el parabrisas…Ernesto, que estaba parado en el pasillo, fue arrojado sobre la ventana de la puerta derecha del micro…Graciela, la azafata, cayó de bruces y resbaló hacia la parte delantera del vehículo…los gritos, llantos y quejas de dolor se convirtieron en instantes en un concierto ensordecedor…
García tomó las riendas del asunto, con rapidez logró abrir la puerta trasera y ordenó descender y esperar afuera a quienes pudieran hacerlo.
En medio de los golpeados y algunos heridos, apareció el valentón Bermúdez, que empezó a ayudar a sus compañeros, guiándolos hasta la salida.
A todo esto, Ernesto consiguió levantarse, un hilito de sangre corría desde su ojo izquierdo, sin titubear fue a socorrer a su compañero.
Abel estaba inconsciente, el golpe había sido muy fuerte, tenía toda la cara bañada en sangre…trató de sacarlo de aquella posición, pero se percató de que un trozo grueso de vidrio le estaba aprisionando un hombro… era urgente alejarlo de tal situación, de modo que miró a su alrededor buscando algo para hacer palanca y así socorrerlo.
El Profesor de Geografía apareció con un hierro, resto de un asiento, y trató de desenganchar al chofer, después del segundo intento, lo logró… juntos levantaron a Abel y lo recostaron sobre dos asientos que estaban cerca.
Instantes después la azafata, ya bastante recuperada, aunque todo su cuerpo daba señales de los golpes recibidos, se acercó provista de una caja de primeros auxilios, y con una demostrada maestría se dedicó a la atención del mal herido chofer.
Camila gritaba pidiendo ayuda.
Su amiga Johana se encontraba dormida y con el asiento reclinado en el momento de la colisión, por ello no tuvo oportunidad de responder con un movimiento de su cuerpo, que atenuara el efecto del impacto. Su cabeza se sacudió con tal vigor, que terminó golpeando contra el vidrio de la ventanilla contigua y provocando su rotura. Un pedazo del mismo se introdujo en su cuello, del cual comenzó a manar gran cantidad de sangre, comprometiendo su vida. La chica quedó inconsciente, a raíz del golpe y la pérdida de sangre, y de inmediato fue socorrida por Estela, la enfermera provista por el colegio, quien por fortuna se hallaba ilesa, gracias a que viajaba en la parte trasera del micro.
De todos los heridos, que sumaban veintisiete, Johana y Abel eran los que revestían mayor gravedad y debían ser conducidos lo antes posible a un centro de atención.
García se comunicó con el servicio de emergencias para solicitar varias ambulancias, las que se demoraron más de lo debido a causa de la lluvia, cuya intensidad había mermado, pero no dejaba de ser un problema en casos como éste.
Transcurridos diez minutos se oyeron las sirenas, la prioridad en el traslado la tenían Johana y el chofer, ambos con aparente traumatismo de cráneo.
García y Ernesto cargaron a Abel, mientras que el profesor de Geografía y la enfermera se ocuparon de llevar a la chica con sumo cuidado.
Camila había entrado en una crisis de nervios y debió ser calmada por Graciela, la azafata, quien la contuvo hasta que un paramédico se hizo cargo de su atención.
Los que habían salido por la puerta trasera del micro observaban cómo se mezclaba el agua caída sobre la calzada con la sangre del vacuno muerto a causa del choque. Mientras algunos chicos se compadecieron del animal, otros lanzaban exabruptos dirigidos a éste, echándole la culpa por lo acontecido.
En todo caso, la pobre vaca había estado en el lugar equivocado en el momento inoportuno, como se suele decir a veces…
Las dos primeras ambulancias que partieron rumbo al hospital de Tucumán fueron las que transportaban a Johana y Abel, se acoplaron como acompañantes Camila y Ernesto en cada una.
Lentamente fueron llegando otras ambulancias para socorrer a los demás heridos; un grupo de enfermeras y paramédicos iban determinando la urgencia de cada caso; una decena de policías mantenían el orden en lo que a primera vista pareciera una batalla campal.
Al cabo de unas dos horas, todos los heridos habían sido evacuados rumbo a la capital y diseminados en varios centros médicos para su atención.
Después de dejar a su compañero en manos expertas, Ernesto entabló comunicación con la compañía de transporte para informar del trágico accidente y requerir ayuda para afrontar el lamentable suceso.
A todo esto, la dirección del Hospital Central se había puesto en contacto con la Dirección del Colegio, al cual pertenecía la delegación de alumnos, tanto García como Hernández (el profesor de Geografía) estuvieron presentes y participaron de las notificaciones pertinentes.
Lo que comenzó como un sueño se convirtió, de improviso, en un sangriento episodio que nadie hubiera imaginado que podría ocurrir.
La demora en la partida, el cambio del neumático en mal estado, la tormenta, el limpiaparabrisas averiado y, por último, la vaca que se cruzó en el camino fueron episodios concluyentes, que se fueron encadenando para converger en el siniestro.
Haciendo un análisis de lo ocurrido, la responsabilidad inicial correspondería al alumno Bermúdez, sin cuya intervención que retrasó la salida habrían podido adelantarse a la llegada de la lluvia, poniendo distancia con el lugar en donde tuvo lugar.
De igual modo, si la empresa hubiera provisto ruedas en buenas condiciones, tampoco habría sido necesario detenerse a cambiar una de ellas, hecho que acentuó aún más la demora y los enfrentó a la tormenta.
Y si no hubiera llovido… y si el limpiaparabrisas hubiera funcionado… y si ese animal no se hubiera cruzado…
Pese a todas las conjeturas, no cabe duda de que el principal responsable del accidente fue la empresa de transporte, cuya negligencia quedó de manifiesto desde mucho antes de poner en marcha el vehículo.
Muchas familias están a merced de sujetos inescrupulosos, que abaratan costos en el mantenimiento de sus unidades y las ponen en ruta sin el debido control, familias cuyos hijos abordan micros con la ilusión pintada en sus rostros y que no siempre regresan con vida.
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Autores
Laura Camus (Argentina)
Beto Brom (Israel)
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*Registrado/Safecreative N°1708133282315
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