Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

AMISTADES SIN FRONTERAS
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
  
  
  
 BIENVENIDOS AL GRUPO AMISTADES SIN FRONTERAS 
 GIFS EN GENERAL 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: ::: Arbol de Navidad
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ◘ Sire ◘  (Mensaje original) Enviado: 05/12/2017 19:53

 

 

 

El Pequeño Árbol de Navidad (Anónimo)

Hace mucho tiempo, durante una guerra terrible que asolaba los campos y las ciudades, una madre

y sus dos hijos pequeños, vivían en una casita, cerca de un bosque.

El padre de los niños estaba en la guerra y ellos siempre estaban tristes pensando en él.

Eran malos tiempos. Los soldados pasaban y se llevaban todo lo que

habían plantado en el huerto, sus gallinas, sus cerdos y cualquier otra cosa comestible que encontraban.

Si, eran muy malos tiempos. Por suerte tenían buenos vecinos y se ayudaban mutuamente

en lo que podían. Pero las guerras no solo son duras para las personas.

También son muy malas para los árboles. Todos los bosques alrededor

de la casa habían sido heridos por el fuego de los cañones, o cortados para hacer hogueras que

 calentasen a los soldados. Cerca de la casa de Ana y Juan, que así se llamaban los niños de nuestra

 historia, una gran batalla había destruido todos los grandes árboles, pero un abeto joven seguía intacto.

Era tan pequeño aún, que las balas de cañón le habían pasado por encima sin tocarlo.

El pequeño abeto se había puesto muy triste al ver a sus mayores morir de forma tan cruel.

Él ya sabía que el destino de todos los árboles es morir algún día, pero después de haber ayudado

a las personas de muchas maneras. Ayudando a que construyeran sus casas, sus muebles o siendo

mástil de un gran barco de guerra. "¡Eso si sería un bonito destino.!", pensó el pequeño árbol.

 Imaginó las velas que él sustentaría firmemente, incluso en la peor de las tormentas, y como los

 marineros alabarían su entereza y gallardía. Pero él era demasiado pequeño para eso aún. Pensaba,

 asustado, que la guerra podía terminar sin que él hubiera podido hacer nada útil. Nadie parecía darse

cuenta de su existencia, hasta que una mañana, vio que una mujer y dos niños se aproximaban.

La niña tosía mucho, pero el niño y su mamá parecían bastante fuertes. Se le acercaron decididos y para

 deleite del árbol, la mamá saco una pequeña hacha y cortó su delgado tronco.

"¡Esto si que es una aventura - pensaba el arbolito -. Quizá esta señora y sus hijos construyen

barcos diminutos y me usaran como mástil de uno de ellos...!". Juan y su mamá, pusieron el árbol

 en una esquina del comedor de la casa, y lo colocaron bien recto."¿Qué irán a hacer conmigo?",

se preguntaba el abeto, pero cuando vio que los niños cogían sus juguetes viejos y los colgaban

de sus ramas, y empezaron a decorarlo con pequeños trozos de cintas, comprendió que

se había convertido en un Árbol de Navidad.

Por un lado, no había mejor destino que ser Árbol de Navidad, pero por otro,

a él le hubiera gustado ser un potente mástil que desafiara vientos y tempestades en medio

 de los océanos. Como no tenía muchas opciones, decidió que sería el mejor Árbol de Navidad del mundo.

Enderezó sus ramas tanto como pudo, y cuidó de que no se le cayera de ellas ningún juguete ni adorno,

 cuando la pequeña Ana, que apenas había comido por culpa de la fiebre y la tos, se le acercaba,

 tambaleando un poco, para acariciar sus verdes ramas. La mamá de Juan y Ana, a falta juguetes

 nuevos, les contó esa noche bonitos cuentos de hadas y fantasmas, historias de la Biblia y relatos de otras

navidades pasadas, hasta que los niños se durmieron El Árbol escuchó bien atento todas y cada una

de las palabras, y las recordó, porque los árboles tienen la mejor memoria de todas las plantas.

No son como la hiedra, que recuerda solo lo que quiere o como el césped, que se olvida de todo.

Aún estuvo unos días el Árbol en la esquina de la sala, pero no vio a la pequeña Ana, que estaba

 en cama, muy enferma. Él quería ayudar, pero todo lo que podía hacer era seguir sosteniendo los

juguetes en sus ramas, que por cierto, ya empezaban a dejar caer algunas de sus agujas, lo que le producía

 un ligero dolor. Esa era la parte desagradable de ser un Árbol de Navidad. Una mañana, Juan y su mamá, le descolgaron todos los juguetes y lo llevaron al cobertizo.

"No lo cortemos todavía", dijo Juan. La mamá estuvo de acuerdo. Además no tenia tiempo para eso.

 Estaba siempre al lado de Ana, que empeoraba.

El pequeño abeto levanto la vista y vio una familia de ratones que lo miraba atentamente.

"No pareces muy bueno para comer", dijo el ratón mas joven. "Estoy de acuerdo - dijo el Árbol, que

nunca había oído hablar de ningún abeto que hubiera servido de comida a los ratones - pero es posible

 que pueda ser bastante útil como caliente cama para todos vosotros". Los ratones pensaron que

era una buena idea, y entraron hasta el mismo corazón del Árbol,

 refugiándose entre sus ramitas. El viento fue muy fuerte esa noche y hacia mucho frío.

Los pequeños ratones estaban hambrientos y no podían dormirse. El Árbol recordó a la mamá de Juan

y Ana. "Yo no puedo darles comida, pero sé los mas bonitos cuentos que nadie haya oído jamás".

Y contó todas las historias que escuchó contar a la mamá de los niños, hasta que los ratoncitos se

durmieron entre sus cálidas agujas. Y el Árbol también se durmió. Ya se estaba secando y se

sentía muy cansado. Dos días después, ya no quedaba leña en el cobertizo. El padre ratón le dijo al Árbol;

"Ellos te quemaran muy pronto", "¡Ojalá pueda quedarme despierto el tiempo suficiente para hacer

un buen fuego...!", contestó el Árbol. La mamá de los niños entro al poco rato y cortó el Árbol

en pequeños trozos. En la sala hizo un gran fuego, y trajo a la pequeña Ana junto al calor.

"Dios quiera que rompa la fiebre con todo este calor y el olor a pino que desprende este arbolito"!.

 Y el Árbol que había escuchado esas palabras, ardió tan fuerte y tan caliente como pudo, y de cada uno

 de sus trozos sacó hasta la última chispa del calor que contenían. Al amanecer, la fiebre de Ana

 había desaparecido y sólo quedaba un montoncito de cenizas del pequeño Árbol en la chimenea.

 Su destino se había cumplido como el de todo Árbol. Siendo útil a las personas hasta el final.

Y más allá del final, porque nos dejó este bonito cuento.

 

 

 

 

 

 

 



Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados