Tomar tiempo cada día para dar gracias por las bendiciones recibidas, y las que están en camino, me llena de energía. Es sorprendente lo que el simple hecho de expresar gratitud por estar vivo puede hacer. Siento emoción por las posibilidades ante mí. Ésta es la verdadera definición de entusiasmo.
La presencia divina me llena de energía y aviva cada célula de mi ser. Mis ojos están abiertos a las oportunidades maravillosas a mi alrededor. El entusiasmo me mantiene sintiendo gozo, sin importar las apariencias. Mi fervor es contagioso. Cuando otros se dan cuenta de lo feliz que soy, son motivados a seguir mi ejemplo. Siento emoción por ser una fuerza para el cambio positivo. Mi entusiasmo por la vida aumenta a medida que lo utilizo para bendecir las vidas de los demás.
Sirvan al Señor con corazón ferviente.—Romanos 12:11
Mi brújula interna me guía a los destinos mejores y más elevados.
Hay momentos en que me siento en una encrucijada, inseguro de dónde debo ir. ¿Cuál es el camino correcto? ¿Qué pasará si hago un giro equivocado? En vez de caer en la preocupación y la duda, me dirijo a mi brújula interna.
Encuentro un lugar donde puedo aquietarme y vincularme con la presencia crística. Al centrar mis pensamientos y enfocar mi atención hacia lo interno, encuentro claridad y un sentimiento de que estoy en lo correcto que viene con direcciones divinas. Las posibilidades surgen ante mí y me mantengo fuerte en mi creencia de que soy guiado de manera divina. Al avanzar, centro mi atención en el “verdadero norte” en mí. Ajusto mis pasos de acuerdo y llego a destinos mejores y más elevados.
Guíame, Señor, en tu justicia … endereza tu camino delante de mí.—Salmo 5:8
Saludo el día gozosamente con expectativas de bien abundante.
En el almanaque cristiano, el Jueves Santo conmemora la noche en la que Jesús compartió su última cena con sus amados apóstoles para luego ir al Jardín de Getsemaní, anticipando su arresto.
En su humanidad, Jesús pudo haber sentido temor, tal vez rabia por haber sido traicionado, o tristeza porque sus discípulos se durmieron. Mas en su divinidad, él sabía que no podía estar solo o ser herido. “Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”, oró Jesús, entregándose a un propósito mayor. En mis momentos más oscuros, recuerdo que yo tampoco estoy solo nunca, y me entrego a un propósito mayor. Me siento seguro en un jardín de amor, sabiduría, fortaleza y poder divinos —el jardín de Dios en mí.
“Padre mío, si es posible, haz que pase de mí esta copa. Pero que no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú”.—Mateo 26:39