En los patios de luces de toda España dejaba de cantar Concha Piquer y en los andamios ningún albañil osaba arrancarse por soleares. En aquella Semana Santa del franquismo se prohibía cantar, silbar y jugar a las cartas; los tambores sustituían a las campanas y en la radio solo se oía música clásica y polifonías de Palestina entre las voces de algún famoso orador sagrado que predicaba el sermón de las Siete Palabras. Lo demás era un silencio morado con el rumor de algún viacrucis: perdona a tu pueblo, Señor —cantaban los penitentes—, mientras al amanecer piaban los pájaros, los únicos seres que parecían libres de pecado. Las señoras provincianas con teja y mantilla, tacones de aguja y medias negras con costuras visitaban los monumentos de Jueves Santo dejando atrás un rastro de colonia Heno de Pravia. El oficio de tinieblas se concitaba en las tahonas con el hondo aroma de las torrijas.
Durante la Semana Santa de entonces solo se ponían películas de judíos y romanos. En aquel marzo de 1954 en Valencia La túnica sagrada en cinemascope inauguró el cine Lys. Aún llevo asociada la figura de Victor Mature en el papel del esclavo Demetrio con el olor a cera e incienso mezclado con colonia barata y sudor labriego que llenaba el ámbito de la iglesia del pueblo. En el cine Metropol ponían Quo Vadis, con Robert Taylor, Peter Ustinov y Deborah Kerr en el papel de Ligia, que llenó de erotismo a toda una generación de adolescentes. Luego llegaría Ben-Hur con Charlton Heston y Stephen Boyd. Las películas de la Pasión llenaban todas las carteleras de Semana Santa y al llegar la televisión, en 1956, la pequeña pantalla comenzó a devorar procesiones, documentales religiosos y sermones de toda índole, unos melifluos y otros llenos de cólera sacra. Rey de reyes, de Nicholas Ray, de 1961, se había rodado en España bajo el imperio de Samuel Bronston, y el Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini, de 1964, y La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, de 1988, añadieron una visión contestataria cuando la Semana Santa había comenzado a diluirse en ese tiempo en un espacio de vacaciones de primavera y las procesiones producían atascos y las cremas solares de las playas comenzaron a hacer la competencia a la cera de los cirios de los templos.
Ahora, medio siglo después, en plena revolución de las mujeres, ha llegado a las carteleras la película María Magdalena, una versión feminista de este mito religioso-erótico con el duro Joaquin Phoenix en el papel de un blando Nazareno. De María Magdalena se dice que fue la adúltera salvada de la lapidación por Jesús, quien le sacó siete demonios del cuerpo. El papa Gregorio I, en el año 591, la proclamó oficialmente prostituta y santa, el oxímoron perfecto; de hecho fue la protagonista de la Pasión, puesto que estuvo al pie de la Cruz y fue la primera a quien se le apareció el Resucitado. Algunos exégetas creen que fue hermana, esposa o amante del Nazareno; otros la confunden con otra María de Betania que le ungió los pies al Maestro, con perfumes y se los secó con sus cabellos. Existen otras teorías, por ejemplo, que el Maestro no murió en la cruz, sino que fue salvado por su amante con la que huyó a la India, donde tuvieron hijos que se han perpetuado hasta hoy.
En el refectorio menor del convento de San Marcos, en Florencia, hay un fresco pintado por Doménico Ghirlandaio de la Última Cena. El Maestro tiene a sus discípulos alineados a derecha e izquierda detrás de la mesa con un bello Juan dormido en su regazo, a quien parece estar acariciando con mano dulce sus rizos de oro. ¿Se trata de Juan o de María Magdalena? Todos los cenáculos pintados en el quattrocento, incluido el de Leonardo Da Vinci, contienen un enigma. En la pintura de Ghirlandaio resulta evidente que el tercer discípulo contando por la derecha es una mujer tocada con un manto rojo, lo mismo que san Juan es también una figura ambigua envuelta en delicados tonos azules.
En el evangelio apócrifo de Tomás hay una referencia a la Magdalena extremadamente machista. Dice Simón Pedro: “¡Que se aleje Mariham de nosotros! Pues las mujeres no son dignas de la vida’. Dijo Jesús: ‘Mira, yo me encargaré de hacerla macho de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a nosotros los hombres, pues toda mujer que se haga varón entrará en el reino de los cielos”. En la película de Garth Davis, basada en el Evangelio apócrifo de María Magdalena, ella aparece por primera vez como una líder espiritual feminista, en realidad como la única entre los discípulos que creyó en el Cristo resucitado. No me toques —le dijo el Maestro fuera del sepulcro— cuando la Magdalena quiso abrazarlo. En efecto, esta mujer fue la primera en saber que el espíritu es intangible y así comenzó a predicarlo.