Después de los últimos avances en sus batallas comerciales, entre ellos el nuevo acuerdo con Canadá y México, Washington puede ahora "enfocar toda su ira" en China, sostienen analistas consultados por CNBC. Sin embargo, advierten que la táctica utilizada por EE.UU. con sus vecinos y aliados no tiene por qué funcionar con Pekín.
- Este 30 de septiembre, Canadá, EE.UU. y México alcanzaron un nuevo acuerdo comercial, que reemplazará al Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN).
- Ese pacto siguió a un acuerdo anterior alcanzado por el presidente de EE.UU., Donald Trump, y el mandatario de Corea del Sur, Moon Jae-in, así como al inicio de conversaciones comerciales bilaterales entre Washington y Tokio.
"El verdadero espectáculo"
Con el progreso en todos esos frentes, el representante comercial de EE.UU., Robert Lighthizer, puede ahora "centrar su atención en China", sostiene Deborah Elms, directora ejecutiva del Asian Trade Center. Según esa experta, el alto funcionario norteamericano "quiere hacer frente a China", mientras que "el resto es una distracción en el camino hacia el verdadero espectáculo".
Ahora está en una posición "mucho mejor" para centrarse en el gigante asiático "durante todo el día y toda la noche", asevera Elms, que califica esto como "una tendencia preocupante" para Pekín, dada la importancia de Lighthizer en la política comercial de EE.UU.
En la misma línea, Patrick Perrett-Green, estratega de AdMacro, opina que Washington ahora puede "enfocar toda su ira" en China, a medida que "las líneas de batalla continúan endureciéndose".
"La doctrina de Trump no tiene por qué funcionar con China"
Por otro lado, si bien el enfoque de línea dura de la Administración Trump en las negociaciones comerciales podría estar dando frutos con otros países, no necesariamente funcionaría con China, e incluso puede empeorar las cosas, pronostica Elms.
"La doctrina de Trump de acosar a sus amigos y vecinos está funcionando", apunta la analista, y añade que Corea del Sur, Canadá, México, Japón y la UE "se han rendido en mayor o menor medida". No obstante, prosigue, "China es completamente diferente": en parte porque "lo que Trump y su equipo quieren de China es mucho menos claro", y en parte porque "a China le importa menos lo que Trump pueda hacer".
Rachel Ziemba, analista de mercados emergentes e investigadora adjunta en el 'think tank' Center for New American Security, también señala que, a diferencia de lo que quería EE.UU. para reemplazar el TLCAN, las demandas a China "todavía parecen más opacas, mezcladas entre el acceso al mercado, el fin de la transferencia forzada de tecnología, la reducción de las exportaciones chinas a EE.UU. y los recortes a la sobrecapacidad". "Es más difícil negociar cuando está menos claro cómo sería un buen acuerdo", resalta.
Por su parte, Richard Jerram, economista jefe del Banco de Singapur, comparte la idea de que la situación con Pekín "es fundamentalmente diferente" a la negociación económica que motivó la actualización del TLCAN. Así, argumenta que si ese acuerdo "solo necesitaba una actualización moderada", el caso de China "parece reflejar una tensión de superpotencias más básica", que incluye "no solo las tarifas, sino también la negación del acceso a la tecnología occidental".
"Un acuerdo no será fácil ni duradero"
En el futuro, el enfoque de EE. UU. consistirá en "bravatas, líneas duras y debate", y eventualmente llevará a un acuerdo "cuando los costos de no llegar a uno sean demasiado altos", estima Ziemba, quien predice que tal acuerdo con Pekín no será "fácil ni duradero", dado el alcance de las quejas y la ausencia de un apoyo abrumador entre empresarios y congresistas para ese fin.