¿Por qué ganó Jair Bolsonaro con más de 57 millones de votos y 11 puntos de diferencia con respecto al candidato del PT, Fernando Haddad? Esta es la pregunta que medio mundo se está haciendo luego del resultado electoral en Brasil. No hay respuesta sencilla ni basada en un único argumento. Son múltiples los factores, algunos propios de un clima global y otros más ajustados al contexto nacional. Aquí se esbozan algunas ideas para comprender este fenómeno.
1. La volatilidad de las preferencias electorales. Cada día la realidad es más efímera. Todo cambia a una velocidad incomprensible. En la actualidad, con un simple clic somos capaces de cambiar de país, de conversación, de relaciones personales... Las nuevas tecnologías y las redes sociales permiten creer que todo se puede modificar en un segundo. Esto se va instalando como marco lógico hasta el punto de tener un poder de influencia mayor de lo previsto a la hora de tomar decisiones en otros asuntos. En lo electoral, en un marco de crisis de representatividad de los partidos tradicionales, también está presente esta nueva manera de actuar, que se percibe en un patrón electoral volátil, en el que el voto se mueve de lado a lado sin tiempo real para que se produzcan grandes cambios estructurales en el medio. Un dato lo ejemplifica: Dilma Rousseff obtuvo casi 55 millones de votos hace cuatro años; ahora Bolsonaro, la antítesis, 57 millones.
2. Cuando la democracia ya es cualquier cosa. Decía Gilbert Rist que "el desarrollo ya puede ser concebido como cualquier cosa" porque "el desarrollo es la construcción de una letrina allá donde se necesita, pero también es un rascacielos en una gran ciudad". Lo mismo puede suceder con el término democracia, cuando ésta se basa en un mínimo excesivamente mínimo. Así, tan vaciada de contenido, limitada a un voto cada cuatro años, sin importar nada más que eso, entonces, la ciudadanía puede llegar a frivolizarla tanto como cualquier votación que se produce para elegir al ganador de un reality show. Esta democracia tan banalizada, en forma light, es un terreno demasiado fértil para que los candidatos poco demócratas sea elegidos.
3. Una nueva cancha embarrada de juego.Vale todo. En el caso de Brasil, la elección se dio luego de un golpe parlamentario que arrebató a Dilma su condición de presidenta electa y con Lula, el candidato mejor valorado, en la cárcel. Además, como así también pasó en la campaña del 2014 con la muerte de Ocampo, esta vez, también apareció un hecho sospechoso: la puñalada que sufrió Bolsonaro, que tuvo un tratamiento mediático de telenovela con final feliz. Y tampoco hay que olvidar las fake news que se fueron propagando gracias a un control del uso de datos privados, de teléfonos, con el envío masivo de mensajes de WhatsApp. Se mire por donde se mire, en estos tiempos que corren, ya no hay elecciones en condiciones limpias.
4. Cuando gana lo auténtico y no lo políticamente correcto. Viendo a Bolsonaro, a uno se le caen todos los mitos del marketing electoral de los últimos años. Pareciera que nace un contramanual de Durán Barba. Ni globos de colores ni mensaje de felicidad eterna; ni ambientalismo ni animalismos. En el caso de Bolsonaro, así como ocurrió con Trump, venció lo genuino, el "no disimular casi nada". Decirle al pan, pan, y al vino, vino. Un lenguaje más directo, sin rodeos, sin diplomacia, en el que la mayoría de la ciudadanía se siente reflejada.
5. El odio y el "que se vayan todos". El hartazgo se impone. Se creó un clima de opinión, en gran medida provocado por los medios de comunicación, marcado por la animadversión y hostilidad. La corrupción fue una de las principales variables elegida para crear un ambiente antipetista. Pero también se utilizó la elevada inseguridad, para construir ese sentimiento de repulsión contra el estatus quo. En el caso brasileño, como así ocurrió también con Trump, se impone cada vez más una propuesta del anti, del rechazo, del encono, buscando una mayor sintonía con aquella sensación de infelicidad que tiene una buena parte de la ciudadanía que vive en condiciones económicas y materiales muy negativas.
6. La mentira que nos contaron: era mejor no confrontar. Fue absolutamente desacertado creer que había un exceso de confrontación por parte de muchos líderes-presidentes representantes del progresismo latinoamericano. ¿Cómo encaja Bolsonaro en este paradigma? ¿Y Trump? Por lo visto electoralmente, a la ciudadanía le agrada mucho más aquel político que interpela de frente en vez de ser una suerte de "chicha ni limoná". Debemos distinguir mejor entre el porcentaje de imagen favorable y la verdadera intención de voto; e incluso puede ocurrir que se puede ganar elecciones a pesar de tener un alto porcentaje de rechazo en las encuestas.
7. El repliegue sobre el individuo. El Balón de Oro en fútbol es casi tan importante como un campeonato; Messi es tan poderoso o más que un club de fútbol. El personalismo en la política pisa fuerte. Es por ello que Bolsonaro no necesitó ni de partidos ni de ningún gran movimiento colectivo que lo arropara. Una suerte de superhéroe que muchos aspiran a ser.
8. Regresa el nacionalismo en la época global. Nunca dejó de ser un valor, pero ahora el nacionalismo retoma un papel más protagónico en una era donde todo es global. La gente busca mucho más aferrarse a algo cercano, a un referente más nacional. Bolsonaro lo logró mostrándose como militar, con un lenguaje de repulsión a todo lo que tuviera que ver con lo extranjero.
Supporters of Jair Bolsonaro, far-right lawmaker and presidential candidate of the Social Liberal Party (PSL), react after Bolsonaro wins the presidential race, in Brasilia, Brazil October 28, 2018. / Adriano Machado / Reuters
9. El laberinto de nuestras burbujas. Un mal endémico es querer hacer análisis en función de nuestro particular focus group entre la gente más cercana que nos rodea. O mucho peor aún es preguntarnos lo siguiente: ¿por qué la gente vota a un fascista, homofóbico y que defiende a la dictadura? Esto es tener mal el foco de mira. ¿Por qué? Pues seguramente porque no hay 57 millones de brasileños y brasileñas que tienen esos mismos valores. Lo cierto es que cada quién tiene la información que tiene, que le llega por muchas vías diferentes, y no siempre es la misma que tenemos en ciertos círculos endogámicos en los que el deber ser, en lo ético y en lo político, prevalece por encima de cualquier mirada de lo que está ocurriendo en cada esquina.
Entre tantas otras, las razones aquí expuestas en su conjunto hacen que hoy estemos ante un país, Brasil, que ha elegido mayoritariamente a Bolsonaro, con el 55% de los votos. Sin embargo, lo difícil está en otro punto: a partir de ahora saber cómo hacer para que no lleguen más Bolsonaros a ser elegidos presidentes de cualquier país.
No es caso aislado, la tendencia hacia la derecha militarizada, de quien se espera que barra con la delincuencia y la corrupción, es mundial. Influye grandemente el rechazo a los migrantes, el aborto y el temor al empoderamiento de las mujeres. El retroceso político nos invade.
El magistrado Sergio Moro también podría ser ubicado en el Supremo Tribunal Federal de Brasil.
El juez federal Sergio Moro espera para emitir su voto en Curitiba, Brasil, el 7 se octubre del 2018.
Rodolfo Buhrer / Reuters
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La cadena televisiva en la cual Bolsonaro brindó el reportaje está vinculada a la Iglesia Universal del Reino de Dios, de muchísima influencia en Brasil y gran presencia en otros países vecinos, como Argentina. Cabe recordar que durante la campaña, aquel dirigente del Partido Social Liberal (PSL) se mostró en varias oportunidades acompañado por referentes evangelistas y recibió el apoyo de muchos miembros de esta corriente religiosa. El dirigente, por su parte, se percibe como católico.
Asimismo, Moro no dijo públicamente que va a ocupar un cargo público en la próxima Administración, pero según informa O Globotampoco descarta esa posibilidad. En caso de cumplirse el deseo de Bolsonaro, el juez más odiado por los seguidores de Lula primero ocuparía funciones ministeriales y recién en 2020 podría ocupar su cargo en el organismo más importante del Poder Judicial brasileño, la Corte Suprema, ya que se abrirá una vacante cuando uno de sus miembros, Celso de Mello, cumpla 75 años.
"El premio a la judicialización de la política"
El abogado argentino Diego Hernán Dieguez Ontiveros es uno de los especialistas que sostiene que en América Latina hay una conspiración continental coordinada desde Washington para perseguir judicialmente a los dirigentes de centro izquierda que supieron gobernar sus países y todavía tienen chances electorales, cuya práctica es conocida como 'lawfare'. De hecho, Ontiveros colabora permanentemente con el equipo de letrados que defiende al ex mandatario de Ecuador, Rafael Correa, y al ex vicepresidente Jorge Glass, quienes enfrentan cargos en la Justicia local.
Consultado sobre la intención de Bolsonaro de colocar en un puesto de su Administración al magistrado que ordenó la prisión de Lula, el entrevistado considera: "No es casualidad este anuncio sobre el juez Moro. Es el coronario o el premio a un programa de judicialización de la política, sistemático. No solamente se desarrolló en Brasil; se desarrolla en Ecuador y en nuestro país —Argentina—, y tiene varios ejes".
En esa línea, el docente de la Universidad del Salvador enumera: "Uno de ellos es la mediatización exacerbada de causas supuestas por corrupción. Algunas pueden ser ciertas, pero a mí me preocupan las que no son ciertas o las que exacerban la condena social, antes de la judicial". Para el académico, el 'lawfare' es "una guerra jurídica diseñada desde EE.UU. como estrategia de golpes blandos para menoscabar las democracias latinoamericanas".
Sobre ese punto, hace hincapié: "Para los programas que ellos tienen, de cooptación económica, social y cultural, la independencia judicial es un obstáculo. Entonces, necesitan jueces de las características de Moro, o Bonadío en Argentina, para que lleven adelante esta sucesión de tácticas, que forman parte de una estrategia generalizada".
El ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a punto de ser privado de su libertad. / Geraldo Bubniak / www.globallookpress.com
Según explica Ontiveros, las causas que implican a los dirigentes latinos tienen muchas coincidencias. Una de ellas es destacar la figura del arrepentido o delator, es decir, un implicado en las investigaciones que asume una presunta responsabilidad en los delitos adjudicados y luego comienza a incriminar a otros individuos, o mejor dicho, a dirigentes políticos, para conseguir beneficios en sus condenas.
En países como Argentina, por ejemplo, la autoincriminación está prohibida porque se entiende que puede ser parte de un modelo extorsivo y va en contra de las garantías del debido proceso. Sin embargo, los delatores fueron protagonistas en muchas investigaciones contra la expresidenta Cristina Kirchner, donde imputados acusaron a otros individuos.
"El modelo que se está imponiendo, es el modelo negocial que tienen las fiscalías y el Ministerio Público estadounidense, es algo muy típico de allá", comenta el experto. Además, añade: "No tiene nada que ver con nuestros procesos de investigación. La figura del delator viola todos los principios constitucionales. Es otro de los cónclaves del 'lawfare'".
Trasfondo económico
Por otro lado, Ontiveros señala que el trasfondo de la cuestión sería modificar el modelo de negocios regional: "A Odebrecht la han reemplazado otras empresas para la obra pública en Latinoamérica, que precisamente no son brasileras. Llegaron compañías de EE.UU. y Europa a ocupar esos lugares, que dicen que son transparentes y que no van a cometer esa clase de ilícitos, pero es una forma de colonialismo de la nueva era. Siempre está el dinero detrás de todo esto, no hay una vocación de hacer Justicia".
El candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, a punto de emitir su voto en Río de Janeiro, Brasil, el 28 de octubre del 2018. / Ricardo Moraes / Reuters
Para continuar con su explicación, el conjuez de la Corte Suprema de la Provincia de Buenos Aires (Argentina) repasa que en la mayoría de estos casos regionales "no tienen ni siquiera la trasabilidad del dinero y ni existen cuentas bancarias". Al mismo tiempo, opina: "Aparecen datos que no pueden ser corroborados en la realidad, pero sirven para el desprestigio de un político particular".
Al finalizar, califica: "El 'lawfare' es la visibilización de lo que no se hace, lo que no es. Se muestra un espíritu de Justicia y equidad social sobre la intervención del Poder Judicial en asuntos del Ejecutivo, y eso es mentira". Y concluye: "En Italia, la mafia asesinaba jueces, y lo mejor que salió de eso fue Berlusconi. En Brasil, lo mejor que salió de Moro fue Bolsonaro. El 'lawfare' no es nada bueno".
El politólogo Atilio Borón y el economista Carlos Bianco coincidieron en que la política de Jair Bolsonaro será ultraneoliberal. Puede esperarse una ruptura del Mercosur a favor de los acuerdos bilaterales, privatizaciones de las grandes empresas estatales y un creciente distanciamiento con China. Aumentaría la relación militar con EEUU.
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El triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro abre una etapa incierta en Brasil, donde los militares tendrán un mayor protagonismo y la relación con Estados Unidos guiará la política exterior del gigante sudamericano. "Bolsonaro no era el candidato de la burguesía brasilera, sino Geraldo Alckmin, pero como no llegaba ni al 5 por ciento de los votos, se apoyaron en él. Consiguieron un apoyo decisivo del equipo del norteamericano Steve Bannon, quien manejó la campaña de Donald Trump, y a través de la big data y de la proliferación de falsas noticias buscaron promover un restablecimiento violento del orden", aseguró el analista Atilio Borón.
"Bolsonaro va a ser una figura intermedia. Está apoyado por un pueblo que no está organizado. Tiene el apoyo de una parte de los militares, sobre todo de los retirados, vinculados con el golpe de Estado del '64, no tanto de los sectores en actividad del Ejército", advirtió Borón, egresado de Harvard. En cuanto al virtual ministro de Economía, Paulo Guedes, para el especialista podría tener "problemas muy serios de gobernabilidad. La resistencia va a crecer".
Ambos académicos auguraron el fortalecimiento del lazo Brasilia-Washington. El nacionalismo de Bolsonaro es "solo de palabra", comentó Borón. "Pondrá la soberanía de Brasil al servicio de la política exterior de EEUU. Este régimen puede ser más brutal que el fascismo. No puede armar un modelo fascista, pero puede armar una cosa todavía peor", alertó.
Por su parte, Carlos Bianco —exsecretario de Relaciones Económicas Internacionales de Argentina- se explayó sobre el plan económico. Según él, el plan que pretende implementar alejará más a Brasil de sus socios tradicionales y marcará una reconfiguración del modelo productivo. "El plan económico de Bolsonaro consiste en abrir la economía a los mercados. El futuro ministro de Economía, Guedes, dijo que el Mercosur no era una prioridad. Hay una apuesta fuerte por la desregulación. Se trata de un ultraneoliberalismo, por lo tanto, de políticas ultraviolentas. Si no protege a su industria, a su clase trabajadora, y forma tratados de libre comercio bilaterales, todo eso va a tener que cerrarse con balas y palos", dijo.
Asimismo, Bianco remarcó que la victoria de Bolsonaro se explica en parte por el declive del poderoso sector industrial de San Pablo. "Gran parte de la burguesía industrial brasileña se volcó al agronegocio y al sistema financiero. Por lo tanto la burguesía paulista no es lo que era en los '70, '80 y hasta en los '90. Brasil está cediendo a las presiones del capital mundial, que necesita que sea un fuerte productor de materias primas y alimentos", aseveró.
"Vamos hacia un alineamiento más automático con EEUU —concluyó- para romper el vinculo comercial y de inversiones que tiene la región con China".
En el programa se informó a su vez que la canciller de Alemania, Angela Merkel, anunció que no se presentará como candidata para renovar su cargo en 2021; la reforma previsional anunciada en Chile, la cual deberá ser tratada por el Parlamento; y el despliegue de 5 mil soldados en la frontera con Venezuela, según lo informó el presidente de Colombia, Iván Duque, aduciendo que la medida se justifica por el combate al narcotráfico.
Sputnik conversó con distintos expertos acerca de los cambios que podrían producirse en la política exterior de Brasil tras la victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales.
Los expertos entrevistados consideran que el principal cambio en la política exterior del país será su reorientación a EEUU.
Relaciones con China
Durante la campaña electoral, Bolsonaro habló mucho sobre China y aseguró que el país asiático no compraba los bienes brasileños, sino que compraba al propio Brasil.
A pesar de los problemas que podrían producirse en las relaciones entre ambos países, el profesor de la Universidad Estatal de San Petersburgo Víktor Jeifets considera que Brasil será incapaz de romper por completo sus relaciones con el país asiático.
"Nadie rompe las relaciones de un día a otro con su principal socio comercial sin correr el riesgo de enterrar su propia economía. Si Bolsonaro lo hace, la crisis económica solo se fortalecerá", declaró Jeifets en una entrevista con Sputnik.
No obstante, el experto en asuntos latinoamericanos admitió que en el futuro Bolsonaro podrá revisar, exigir cambiar o incluso romper algunos contratos que fueron firmados con las empresas chinas. Al respecto, Jeifets recordó la política que el presidente argentino Mauricio Macri aplicó en 2015.
"Durante las elecciones Macri también prometió revisar todos o la mayor parte de los contactos con China, pero prácticamente no lo ha hecho", aseguró el interlocutor de Sputnik.
Según Jeifets, Bolsonaro también "se verá obligado a revisar" una parte de sus promesas dado que "tendrá que ponerse de acuerdo" de una manera u otra con la segunda mayor economía del mundo.
De hecho, esta no será la primera vez en que un político brasileño no cumpla con sus promesas. El experto recordó que previamente Bolsonaro había prometido sacar a Brasil de la ONU, pero posteriormente precisó que planeaba salir solo del Comité para los Derechos Humanos. Lo mismo ocurrió con el acuerdo de París.
Más EEUU y menos para el resto
Varios expertos entrevistados por Sputnik consideran que tras la llegada al poder de Bolsonaro, Brasil se acercará aún más a EEUU. El profesor de la Universidad Estatal de Río de Janeiro Mauricio Santoro opinó que hoy en día Estados Unidos es el país con las mayores esperanzas puestas en Bolsonaro.
"La misma línea puede observarse en todas sus declaraciones y en todos sus enfoques: el amor por EEUU. Bolsonaro habla con gran admiración del país norteamericano. Según el político, EEUU es el modelo que Brasil tiene que seguir y los estadounidenses lo aprecian", afirmó.
A su vez, el decano de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la Academia Rusa de Economía y Administración Pública Nacional, Alexandr Chichin, resaltó que el carácter de Bolsonaro tiene similitudes con el del mandatario estadounidense, Donald Trump.
"Necesitará navegar a la deriva hacia EEUU alejándose de China o reducir la presencia china en la economía de Brasil. Será bastante difícil. Sin embargo, Bolsonaro no tendrá otra opción. Deberá adherirse al país más fuerte", enfatizó el experto.
Según Chichin, el presidente electo de Brasil ve a EEUU como este país fuerte y por eso apostará por Washington.
"Claro está que el Gobierno anterior se orientaba a China, a las inversiones chinas, permitía realizar programas sociales, pero ahora se producirá un cambio de prioridades a favor de los más ricos. (…) Es evidente que Bolsonaro tendrá que recortar los apetitos de los chinos a favor de los apetitos de EEUU", señaló.
El profesor ruso considera que en este sentido Brasil seguirá el ejemplo de México y evidentemente ajustará su política y economía a las de EEUU.
"Estoy seguro de que ajustará y acordará su política con Washington (…) En su política exterior tendrá que partir inevitablemente del hecho de que [Brasil] será un tipo de plataforma para la expansión de la influencia de EEUU en América Latina", precisó.
De acuerdo con el experto, Washington ya "se hizo con Argentina". Mientras que otros países de la región, salvo Nicaragua, Cuba, Venezuela y Bolivia, ya están bajo la influencia de EEUU.
"[A EEUU] solo le queda asfixiar económicamente a Venezuela. Bolsonaro no se ve a sí mismo como antagonista para Washington, sino como su posible aliado, que ofrecerá condiciones más beneficiosas para la cooperación económica entre ambos países", destacó.
A su vez, Víctor Jeifets tiene otro punto de vista. El experto considera que Bolsonaro no es proestadounidense. Según el experto, el presidente electo brasileño apoya la política de Trump en lo que se refiere a la consolidación de la soberanía de EEUU porque quiere consolidar la soberanía de Brasil.
Esta es la razón por la que se manifiesta en contra de las organizaciones internacionales y aboga más por el desarrollo de las relaciones bilaterales.
"Más temprano que tarde Bolsonaro y Trump no podrán evitar colisionar en algunas cuestiones porque ambos son populistas con considerables enfoques seminacionalistas. No obstante, desde el punto de vista económico, los dos políticos apuestan por la prioridad absoluta del mercado libre dentro de su país y su cierre para los bienes extranjeros", señaló Jeifets.
Venezuela y su ejemplo
Mauricio Santoro considera que es posible que Bolsonaro aplique una política más dura en relación a Venezuela, ya que "considera que este país es un gran problema para la seguridad regional de Brasil".
A su vez, Alexandr Chichin opina que el político brasileño tuvo la suerte de "contar con un vecino como Venezuela".
"Habló de que si en Brasil se hubiesen mantenido en el poder Lula o Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, habría degradado la situación hasta la posición actual de Venezuela. Fue un tipo de 'espantapájaros' para los votantes brasileños", anotó.
La crítica del Gobierno venezolano favoreció a Bolsonaro porque en los últimos años la economía de Brasil ha estado estancada, mientras que su deuda pública es la segunda más grande de América Latina, después de la de Venezuela.
"Venezuela le ayudó con su 'mal ejemplo'", concluyó el experto.
Horas después de la consagración de Jair Bolsonaro como presidente electo de Brasil, un editorial de Global Times advierte que una actitud intransigente hacia Pekín o una alianza con Taiwán, cosechará más problemas que ventajas para el nuevo Gobierno.
Durante la campaña electoral, Bolsonaro se empeñó en atacar a China y la acusó de querer "comprar Brasil". Fue más lejos al retratar a China, de acuerdo con DefesaNet, como un "predador que quiere dominar sectores cruciales de la economía" de Brasil. Agregó que los chinos no deberían ser autorizados a comprar tierras en Brasil o a controlar industrias fundamentales.
Según el informe de Reuters, una de esas empresas que preocupan al presidente electo es China Molybdenum, que adquirió una mina de niobio (usado en el acero por empresas aeroespaciales y automovilísticas) por 1.700 millones de dólares en 2016. Para Bolsonaro, ese tipo de emprendimientos debería quedar en manos brasileñas, ya que el país controla el 85% del mercado mundial.
Los militares que acompañan a Bolsonaro tienen una posición nacionalista, como la que mantuvo el propio capitán de reserva, que desde siempre se opuso a las privatizaciones de empresas estatales. Ahora se opone a la privatización de Eletrobras, anunciada ya bajo el actual gobierno de Michel Temer, ya que sus compradores podrían ser chinos.
En paralelo, Bolsonaro visitó Taiwán en febrero pasado, siendo el primer candidato presidencial del país en dar ese paso desde que Brasil reconoció a China en 1974. La Embajada china en Brasil emitió un comunicado calificando el viaje como "una afrenta a la soberanía y la integridad territorial de China".
Las actitudes del ahora presidente electo llamaron la atención de Pekín, al punto que hubo por lo menos dos reuniones entre diplomáticos chinos y algunos de los principales asesores de Bolsonaro. Una de ellas fue con el futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, en septiembre, para debatir la importancia del relacionamiento bilateral. China es un gran comprador de soja y mineral de hierro y es el principal mercado de las exportaciones brasileñas, muy por encima de EEUU.
El nuevo presidente, que fue saludado con una subida de las bolsas por las reformas planeadas y la prometida reducción del déficit fiscal, tiene escaso margen de negociación, ya que el agronegocio tiene una poderosa bancada en la Cámara de Diputados, que puede llegar al 40%. Aunque la mayor parte de los agricultores lo apoya, quieren mantener buenas relaciones con China, ya que es no sólo el mayor cliente sino que ha crecido su importancia ya que la guerra comercial desatada por Donald Trump está llevando a Pekín a aumentar sus compras en Brasil. "La economía es mucho más importante que la propaganda para conseguir votos", dijo un ejecutivo a Reuters.
Días atrás, Bolsonaro enfatizó que sus aliados internacionales preferidos son Israel, Italia y EEUU. En 2017 atacó a las minorías en una visita al Club Hebraica en Río de Janeiro. Según el diario El País (edición brasilera), la visita formaba parte de "un plan exitoso para aproximarse a empresarios y políticos judíos para el apoyo a su candidatura". Pero esta actitud dividió a la comunidad judía, ya que otras instituciones como la Confederación Israelita de Brasil mostraron un apoyo incondicional a las minorías atacadas por Bolsonaro.
El candidato que se bautizó en el río Jordán en mayo de 2016, afirmó que seguirá los pasos de Trump para trasladar la Embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén. Poco después de ese episodio, en el segundo semestre de 2017, quienes apoyaban a Bolsonaro rompieron con las instituciones judías tradicionales creando la Asociación Sionista Brasil-Israel, destacando sus diferencias con las izquierdas.
Otros líderes mostraron su cercanía con Bolsonaro, como Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, y el propio Trump, quien luego de una llamada de apoyo dijo que acordaron que "Brasil y Estados Unidos trabajarán cerca en temas de comercio, militares y todo lo demás".
Este clima de euforia fue rápidamente enfriado por el editorial del Global Times del 29 de octubre, titulado '¿Revertirá el nuevo Gobierno brasileño la política de China?'. Se trata de una pieza importante, calculada milimétricamente, suave y amenazante a la vez, como suele ser la diplomacia oriental.
Comienza diciendo que Bolsonaro es un "Trump tropical", recuerda las acusaciones que hizo a China durante la campaña pero, a renglón seguido, destaca que comenzó a cambiar su tono hacia el final, diciendo que "vamos a hacer negocios con todos los países y China es un socio excepcional". Agrega que es "impensable" que Bolsonaro reemplace el comercio Brasil-China por el comercio EEUU-Brasil.
En primer lugar, recuerda que Brasil tiene su mayor superávit comercial con China, de unos 20.000 millones de dólares. "La guerra comercial entre China y los Estados Unidos ha impulsado aún más las exportaciones de soja de Brasil a China", dice Global Times.
En segundo lugar recuerda que el eje de la política de Bolsonaro nunca fue la cuestión internacional sino los asuntos domésticos, para agregar de inmediato que "China nunca interfiere en los asuntos internos de Brasil", cuestión enteramente cierta.
A partir de ahí, Pekín blande la espada. "Su viaje a Taiwán durante la campaña presidencial provocó la ira de Pekín. Si se sigue haciendo caso omiso del principio básico sobre Taiwán después de asumir el cargo, tendrá un costo aparentemente muy alto para Brasil".
En el párrafo clave destaca: "Muchos observadores tienden a creer que Bolsonaro, que nunca ha visitado China continental, no sabe lo suficiente sobre el poder oriental. Pekín debe prestar atención a que atacó a China durante la campaña y creía que una postura hostil hacia el mayor socio comercial de Brasil lo ayudaría a ser elegido".
En buen romance, el Gobierno de China está diciendo que no le teme a las amenazas, pero sobre todo asegura que tiene armas mucho más potentes para responder a una eventual ofensiva de Brasil en cualquiera de los terrenos. En efecto, si China dejara de comprar soja y mineral de hierro, la economía brasileña, que ya enfrenta una situación grave, podría verse en un callejón sin salida.