Un fuerte viento hizo volar las hojas de los guayacanes que yacían en el suelo. El cielo gris y los ladridos de tres
perros presagiaban el ataque inminente a la finca de descanso de la familia De Roux Rengifo, ubicada en la vía
que va de Cali al Pacífico. Allí pasaban las vacaciones escolares.
Todos los hermanos y primos de Francisco De Roux que para entonces estaban entre los siete y los nueve años
salieron despavoridos a esconderse detrás de los árboles. Él no.
Poseído por una extraña serenidad, Francisco se puso de rodillas sobre la hierba, mientras hacía sonar los dedos
para tranquilizar a los perros. Esa misma calma es la que le ha permitido confrontar, con diálogo, a quienes han tomado las armas.
Francisco es sobrino del exministro de Guerra, Ignacio Rengifo Borrero, quien el 6 de diciembre de 1928 dio la orden
para dar inicio a lo que más tarde se conoció como La masacre de las bananeras, así como heredero de una de las
familias principales del Valle del Cauca, cuya gran influencia política y económica trasciende hasta nuestros días.
La madre del sacerdote, Enriqueta Rengifo, era también muy cercana al también sacerdote jesuita Pedro Arrupe,
Prepósito General de los Jesuitas o Papa Negro, como es conocida la máxima autoridad de esa comunidad religiosa
en el mundo, quien dirigió esa organización eclesiástica entre 1965 y 1983 en Roma y había sobrevivido
al ataque de la Bomba Atómica en Hiroshima el 6 de agosto de 1945.
El trabajo social de la señora Enriqueta hizo que su hijo decidiera ingresar al Seminario en la Ceja (Antioquia) a los
15 años, para luego regresar y graduarse como bachiller. Hechos que sumados a tener un tío que se desempeñaba
como miembro de la Compañía de Jesús, Rodolfo Eduardo De Roux, resultaron fundamentales a
la hora de decidirse por tomar los hábitos.
Tercero de siete hijos, varios de sus hermanos han ocupado cargos destacados, como Gustavo, quien se
desempeñó como Ministro de Salud en el gobierno de César Gaviria Trujillo, o Carlos Vicente, Concejal de
Bogotá y quien ayudó a destapar el escándalo del Carrusel de contratación.
Pese a haber nacido en una de las familias más prestantes de Cali, Francisco optó por la sencillez, premisa
de la exigente formación jesuita, una vez se estableció en Bogotá en 1968 con la intención de cursar estudios
de Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana.
A principios de los años 70, como General de los Jesuitas, Arrupe decidió realizar un diagnóstico sobre la
realidad que atravesaba la Comunidad de los Jesuitas en toda América Latina.
Para el caso de Colombia, la investigación terminó encomendándosele a Francisco De Roux, como parte de
la labor desarrollada por los Centros de Investigación y Acción Social (CIAS), cuya labor generó una gran
prevención porque terminó asociándose a la Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA). Esto motivó
el cambio de nombre a principios de los años 70 por el de Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep).
De Roux decidió hacer una Maestría en Economía en la Universidad de los Andes, antes de terminar la carrera
de Teología; motivo por el cual su ordenación se aplazó hasta 1975, cuando recibió su baño de fuego sacerdotal.
Luego de ser declarado presbítero se vinculó al Cinep, institución en la que desarrolló diversos proyectos de
Empresas Comunitarias, para luego realizar un Doctorado en Economía en la Universidad de la Sorbona en París.
De regreso en el país, De Roux no se había olvidado del Cinep y pasó a desempeñarse como Subdirector e
Investigador desde 1982 hasta 1986, aunque durante un corto periodo se vinculó a Planeación Nacional para
trabajar en el diseño del desarrollo de los Planes Nacionales de Rehabilitación (PNR).
Si bien contempló la posibilidad de quedarse trabajando allí del todo, muy pronto concluyó que podía ser muy
desalentador permanecer vinculado a una entidad en la que algunos políticos tenían intereses de cuotas burocráticas.
Carlos Vicente recuerda que su hermano sufrió un accidente muy grave que casi le cuesta la vida. Una amiga de
su hermana estaba en Colombia y su papá decidió enviarle una encomienda. Por el afán con que salió el sacerdote
dejó olvidado el casco, y minutos más tarde terminó chocando su moto a la altura del centro comercial Los Héroes.
En medio de su delirio, Francisco se limitó a identificarse como sacerdote de la Compañía de Jesús. Estuvo delicado
de salud a lo largo de un mes completo. No obstante, Manuel Ramiro Muñoz, conocedor de la Comunidad Jesuita,
reconoce que el accidente terminó siendo catalogado como un atentado,
por lo que le recomendaron no volver a movilizarse en moto.
“Tuvo una conmoción cerebral y casi pierde la vida”, precisa el sacerdote. “Se fue a vivir al barrio más pobre cerca
de la Javeriana, con Carlos Vasco y Manuel Uribe, quien fue el director del Cinep en aquella época, y terminó
convertido en una especie de atracción mística para los integrantes de la Comunidad de Jesuitas
que habían escuchado hablar de él”.
En 1986 De Roux logró ascender a director del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús y se desempeñó como
director del Cinep desde 1987 hasta 1993. Entre tanto, durante el gobierno de César Gaviria colaboró en diversas
iniciativas y actividades por la paz en el país.
De acuerdo con un reconocido sociólogo colombiano, quien prefirió reserva de su nombre, cuando era director del Cinep,
las señoras adineradas de Bogotá, lo llamaban el Pájaro Espino porque se trataba de una persona inteligente, físicamente
atractiva e intelectualmente preparada, además de provenir de una familia pudiente. Francisco solía celebrar misa en los
barrios pobres para luego terminar almorzando en el Palacio de Nariño con Gaviria.
Como director de aquel tanque de pensamiento, crecieron sus intereses e inquietudes por los temas sociales, además
de analizar la realidad y producir una serie de artículos encaminados a generar acciones sociales.
Con una extensión de 50 mil kilómetros cuadrados el Magdalena Medio tiene más de dos veces el tamaño de la
república de El Salvador. Además, la proporción de asesinatos es también comparable, pues el Magdalena Medio
tiene una población que no pasa de los 800 mil, mientras que El Salvador -uno de los países más densos del mundo-
tiene un poco más de 4 millones de habitantes, según lo recordara Gabriel García Márquez en el prólogo a un
libro escrito por Germán Santamaría en 1987.
Corría el año de 1994 en Colombia y el Magdalena Medio se encontraba en una diáspora y ola sangrienta que se
prolongaría hasta 2005. De Roux ya conocía Barrancabermeja, zona petrolera y escenario de un sin fin de eucaristías
en memoria de los cientos de personas que morían asesinadas año tras año.
Ricardo Lara Parada, un exguerrillero del ELN, quien decidió salirse de ese grupo armado y desarrollar una vida política
lanzándose al Concejo de Barrancabermeja terminó asesinado por ese mismo grupo guerrillero durante la semana que
ocurrió la tragedia de Armero en 1985 porque no estaba de acuerdo con muchas acciones desarrolladas por ese grupo insurgente.
De Roux fue acompañado por los sacerdotes Ignacio Rosero y Eduardo Díaz, quienes durante la eucaristía no dudaron
en cuestionar el hecho, puesto que se trataba de uno de los fundadores del ELN junto con
Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón Reina.
En 1994 la entonces Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol y la Unión Sindical Obrera (USO), llegaron a un acuerdo
dentro de la Convención Colectiva y le solicitaron a De Roux que realizara un diagnóstico sobre el Magdalena Medio.
La estatal petrolera asumió el pagó en su totalidad.
A partir de una labor de diagnóstico realizada en 30 poblaciones que identificaron al río y al petróleo como referencias vitales
, se mapeó la realidad con municipios desde el sur de Bolívar, pasando por Santander, así como Antioquia y el sur del Cesar,
con centro gravitacional en Barranca.
Considerada la segunda ciudad más importante del departamento de Santander, Barranca cuenta con la refinería petrolera
más importante del país, y pese a los 40 grados de temperatura De Roux acostumbraba trotar por más de una hora en
pleno medio día, para luego continuar con una rutina que podía iniciar a las 4 de la mañana.
El sábado 16 de mayo de 1998 la violencia se ensañó con el puerto durante una noche eterna acompañada de lluvia en
la que 50 hombres armados se pasearon como Pedro por su casa a lo largo de El Campín, Villa Arelis, 9 de abril, Divino Niño,
Campestre y el sector del Retén, todos barrios de humildes trabajadores.
Comandada por Mario Jaime Mejía, Alias El panadero, por orden de Camilo Aurelio Morantes, jefe de las Autodefensas de
Santander y el Sur del Cesar (Ausac), el saldo de aquella incursión paramilitar dejaría 25 desaparecidos (21 hombres,
una mujer y tres hombres), así como siete personas acribilladas mientras departían en pequeñas tiendas, además de
un bazar que tenía lugar en una cancha de fútbol.
De Roux no fue indiferente ante aquellos hechos. Recorrió la ciudad en diversas marchas, alzando la voz a través de sus
reflexiones en periódicos como Vanguardia Liberal o La Noticia, aparte de editoriales en La voz del petróleo, una de las
emisoras de mayor audiencia en la población; así como en actos públicos y eucaristías en memoria de aquellas personas
asesinadas por ser supuestos colaboradores de la guerrilla.
Sus columnas en El Tiempo, fueron definitivas y señalaron el camino para diversos procesos sociales en Colombia.
En los más de 20 años que cuenta el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, PDPMM, Francisco de
Roux no sabe a cuántos colaboradores ha sepultado.
Uno de los casos más dolorosos fue el de Alma Rosa Jaramillo, una abogada cartagenera que estuvo vinculada al
trabajo de la defensa de las comunidades en el Magdalena Medio y que fue asesinada por paramilitares.
Ella había sido Secretaria Jurídica del municipio de Regidor en Bolívar y se convirtió en coordinadora y lideresa
del Programa en el Magdalena Medio.
Alma Rosa era una mujer alegre y muy solidaria con la comunidad en la que trabajaba desde la base que estaba
en el municipio de Morales, desde donde decidió luchar para que no terminaran despojando a cientos de campesinos
que fueron expulsados de sus tierras, además de descubrir que el juez del pueblo era quien estaba detrás de los robos masivos.
“Francisco de Roux quedó muy triste por la manera cómo asesinaron a Alma Rosa, pero permaneció en silencio porque
sabía que desde el PDPMM no se hicieron las suficientes acciones para tomar medidas que preservaran la vida”,
asegura Ubencel Duque, exdirector del Programa.
Después de la pérdida de Alma Rosa comenzaron a asesinar más líderes en municipios como San Pablo, en Bolívar
y Landázuri en Santander. Luego vino el crimen de Cecilia Lazo y su hija de 13 años en San Alberto, Cesar, y
después el de Lilia en Sabana de Torres y también el de Beatriz Monsalve en el Bajo Simacota.
“Él es muy coherente entre lo que dice y hace. Es un hombre sencillo que nunca hace alarde de sus relaciones y
conocimientos y su sencillez atrae. Siempre se pone al nivel de la gente y lo que sabe lo pone al lado de las personas
desvalidas. Se le reconoce su trabajo por aquellos a quienes se les han violado sus derechos.
Es una persona de paz”, destaca Soledad Jiménez.
Para Jorge Tovar, director de la RedProdePaz “aunque el expresidente Uribe Vélez lo detestaba, también lo consultaba
. Todo por la manera como lograba resultados de paz en las comunidades por medio de programas de
trabajo asociativo de microempresas”.
“No señor, no nos traiga a sus amigos ricos a invertir acá que acá en el Magdalena Medio, la gente vive de manera
productiva y feliz”, le espetó en alguna oportunidad a quien por aquel entonces ejercía la primera magistratura.
No obstante, en el Magdalena Medio afianzó su relación de cercanía con Lina Moreno de Uribe. Esa amistad se tejió
porque Myriam Villegas le presenta a Lina Moreno de Uribe y Lina a su vez es íntima amiga de Lía De Roux, hermana del sacerdote.
Años después, siendo presidente, Uribe Vélez permitió que De Roux pudiera ser un interlocutor válido para continuar
con su proyecto incluso cuando no estaba permitido que los civiles pudieran dialogar con actores armados con tal de
buscar salidas al conflicto que desangraba al país.
En este terreno movedizo y de paradojas, Uribe Vélez llamó en diversas oportunidades al padre Francisco para criticarle,
pero también para pedir su consejo sobre los líos de indígenas del Cauca y el Catatumbo.
A Francisco De Roux no lo obnubila nada. Sus allegados lo describen como una persona que no es extremista:
austero sin llegar a ser radical. Se exige así mismo, pero no a los demás.
Cuando alguien entraba a su oficina de manera enfadada, él se paraba de su silla, daba una vuelta por el recinto,
buscaba en su pequeña nevera una botella de whiskey y compartía un trago para calmar o alivianar el momento.
Francisco De Roux lleva 75 años preparándose en el terreno para asumir tal
vez el cargo más importante de su vida: dirigir la Comisión de la Verdad.
Fuente las dos horillas.co