¿Qué grado de culpabilidad tiene Occidente en la hambruna, la represión y el conflicto social en Venezuela? ¿Acaso no han podido influir en todo ello las sanciones y los boicots internacionales? ¿Habría llegado Venezuela a la situación actual sin sanciones, presiones y boicots?
Venezuela sorprendió al mundo el pasado 23 de enero cuando Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, se autoproclamó "presidente encargado" del país. Sin embargo, ese histórico acontecimiento tiene distintas interpretaciones.
Para los leales a Nicolás Maduro la maniobra de Juan Guaidó se trata de un golpe de Estado y acusan a Estados Unidos de promoverlo. Sin embargo, para los opositores venozolanos la autoproclamación como "presidente encargado" de Venezuela de Juan Guaidó se enmarca en la más estricta interpretación de la legalidad.
La dramática situación
Más allá de las interpretaciones y opiniones, de las que existen muchas y muy variadas en diferentes medios, no cabe duda que la situación de la ciudadanía venezolana es desesperada en muchos sentidos. Aunque en esta cuestión también hay contrariedades entre el Gobierno venezolano y los medios y agencias occidentales. Según estos últimos, la pobreza llegó en 2017 en el 81,8% de los hogares venezolanos, mientras que el Gobierno asegura que esa cifra no supera el 22,7%. Del anterior 81,8%, el 30,26% corresponden a hogares pobres y el 51,51% a hogares en extrema pobreza. En resumidas cuentas, en Venezuela la pobreza es casi absoluta.
Los medios: posición internacional respecto a Venezuela
Sin discutir las dos cuestiones anteriores, conviene reseñar la posición internacional respecto a Venezuela. Con respecto a la autoproclamación de Juan Guaidó la posición internacional es la siguiente: Estados Unidos, Canadá y los grandes países latinoamericanos a excepción de México han respaldado a Juan Guaidó como presidente venezolano; los países europeos más potentes (Reino Unido, Francia, Alemania y España) han dado un ultimátum de ocho días a Nicolás Maduro para convocar elecciones o reconocerán a Juan Guaidó (sin contar con la Unión Europea ni con el resto de los países); Rusiaacusa a Estados Unidos de golpe de Estado; y seis países latinoamericanos, liderados por México, reconocen a Nicolás Maduro como presidente y apoyan el diálogo.
Se hace necesario, antes de continuar, apuntar dos posicionamientos más. Por un lado, Noam Chomsky y setenta intelectuales más han solicitado a Estados Unidos que no apoye "golpes de Estado" en Venezuela y, por otro lado, el Ejército ha mostrado su apoyo a Nicolás Maduro, al que ha conminado al diálogo.
Aceptando las tesis occidentales, esto es, Venezuela es una dictadura en la que se están vulnerando los derechos humanos, la represión es salvaje y los índices de pobreza son extremos, cabría preguntarse si todo lo sucedido es una cuestión de libertades, derechos humanos y bienestar social. Porque es de suponer que bajo el enorme e indiscutible acoso que ha sufrido Venezuela en las dos últimas décadas ⏤brutales sanciones internacionales, una presión mediática implacable y un feroz boicot económico⏤ subyace el noble y honesto interés occidental en la democracia, los derechos humanos, las libertades y el bienestar social.
Y la respuesta, al menos la que a todos nos gustaría encontrar, se encuentra envuelta de contrariedades cuando comprobamos que el amor occidental por la democracia, los derechos humanos, las libertades y el bienestar social queda ensombrecido por tétricas alianzas con Arabia Saudí, Qatar, Israel o Turquía. Y, ¿por qué no se ha presionado mediáticamente, sancionado internacionalmente y boicoteado económicamente a los anteriores países?
El fin: derrocar el régimen venezolano
Si la bondad no se encuentra en el origen de la actuación internacional, sino otra serie de intereses, cabría preguntarse qué intereses y cuál es el fin. ¿Cuál era la finalidad de todas las medidas y presiones aplicadas a Venezuela que no se han aplicado a Arabia Saudí, Qatar o Turquía? ¿Acaso no pasan hambre en los mencionados países? ¿No sufren violaciones de los derechos humanos? ¿Arabia Saudí, Qatar y Turquía son democracias? ¿Erdogan y Mohamed Bin Salmán son demócratas y hombres de estado?
Todo hace indicar, evidentemente, que el fin de Occidente desde hace mucho tiempo ha sido derrocar al régimen venezolano y hacerlo a toda costa, incluso cuando los índices eran mucho mejores que los actuales. ¿Por qué?
Explicaba de forma muy acertada Joaquin Estefanía el peligro de colapso de la economía mundial y, por tanto, también de la democracia occidental tal y como se esperaba que fuera o que hubiera sido. Si es que alguna vez fue. Los argumentos resultan irrefutables: la riqueza de los milmillonarios se incrementó en 900.000 millones de dólares en 2018 mientras que la riqueza de la mitad más pobre del planeta, unos 3.800 millones de personas, se redujo en un 11%.
Estos datos demuestran que Occidente se ha vuelto, o ha sido siempre, un ente avaricioso que aspira a someter a todo el planeta a su dictadura económica, no ya para llevar a la práctica la tan conocida como 'redistribución de rentas' ni para exportar la 'democracia', sino para que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Y en este mundo neoliberal Venezuela representó y representa un régimen a derrocar, un país que no permite al neoliberalismo salvaje expoliar lo que le plazca. No es el Gobierno venezolano, a diferencia de otros muchos, de los que regalará recursos nacionales a compañías internacionales a cambio de legitimidad y estabilidad. Y ese es el origen de la disputa. Por eso, Venezuela y Cuba forman la denominada en Occidente como 'Troika de la Tiranía'.
Tampoco nos engañemos: eso no significa que en Venezuela la situación económica del país no sea un desastre, ni tan siquiera que no se hayan producido vulneraciones de los derechos humanos o represión o que el régimen venezolano no se dirija hacia el autoritarismo. No significa, ni mucho menos, que el Gobierno de Nicolás Maduro no haya cometido errores, ilegalidades o infracciones. Lo que significa es que llegados a esta catastrófica situación: ¿qué parte de responsabilidad tiene Occidente y qué parte corresponde a Maduro?
Por todo lo hasta ahora relatado, las cuestiones sobre las que debería gravitar el debate en Occidente deberían ser las siguientes: ¿Qué grado de culpabilidad tiene Occidente en la hambruna, la represión y el conflicto social en Venezuela? ¿Acaso no han podido influir en todo ello las sanciones y los boicots internacionales? ¿Habría llegado Venezuela a la situación actual sin sanciones, presiones y boicots? ¿Por qué no ha podido Venezuela desarrollar soberanamente sus políticas sin sufrir las injerencias de un neoliberalismo salvaje que pretende su derrocamiento desde casi su nacimiento?
Ciertamente, el fin no justifica los medios nunca, pero menos aún cuando el mismo es conseguir que un país quede sometido a las grandes empresas multinacionales que están extrayendo la riqueza de los países para hacer cada vez más ricos a unos pocos y más pobres a todos los demás.
El desastre actual y el incierto futuro
Sin embargo, todo queda reducido a la nimiedad ante la irresponsabilidad occidental de alentar, legitimar y reconocer a una oposición, tanto si las aspiraciones de esta son legítimas como si no, que a día de hoy no cuenta con el fundamental apoyo del ejército. Circunstancia que deja al país venezolano al borde de una grave crisis que puede derivar en confrontación armada de variable intensidad.
Irresponsabilidad, por otra parte, que puede no ser tal. ¿Y si lo que busca Occidente es el derramamiento de sangre que justifique la organización de una coalición internacional liderada por países latinoamericanos que intervenga militarmente en Venezuela, derroque al Gobierno venezolano e imponga de una vez por todas la 'democracia'? La democracia, claro está, de multinacionales explotando los recursos venezolanos. La democracia de ricos cada día más ricos y pobres cada día más pobres.
En definitiva: la democracia, los derechos humanos, las libertades, el bienestar social, el progreso, la redistribución de rentas y los altos estándares en sanidad o educación de… Brasil, Argentina, Colombia, Arabia Saudí, Qatar o Turquía. Países mencionados, los latinoamericanos, que son el estandarte del Estado del Bienestar por encima de Escandinavia [¿no?] y, los asiáticos, ejemplo internacional del Estado de Derecho [¿obvio?].
Por desgracia, el presente de los venezolanos se sitúa en las coordenadas del drama; el futuro, ya es un drama. Hasta con 'democracia'